Daniel McGeever – Spìrals (Pretty Olivia/You Are The Cosmos)
Además de por la sorprendente supervivencia de la música pop hecha al modo tradicional, debemos dar enormes gracias hoy en día por la existencia de sellos pequeñitos empeñados aún -con la que está cayendo y con el público preocupado de otras cosas- en ofrecernos melodías atemporales encapsuladas con mimo, precisión y enormes dosis de amor. Por eso es igual de buena noticia que un señor como el escocés Daniel McGeever haya publicado la continuación de aquél maravilloso Cross The Water (2017), que le vió debutar en solitario tras su paso por The Wellgreen, como que dicha publicación se haya vuelto a perpetrar por dos sellos españoles que si no existieran, tendríamos que inventar. Permítaseme el tópico.
La labor tanto del sello alicantino Pretty Olivia Records, como del zaragozano You Are The Cosmos en pro del pop hecho a guitarra y con derroche preciosista, es digna del premio nobel, si es que tuviera categoría en estas lides. Por eso dudo que ni Javier Abad, ni Pedro Vizcaíno, responsables, respectivamente, de los mencionados sellos, se lo hayan pensado ni media vez a la hora de unirse para volver a dar voz pública a uno de los compositores más sinceros, brillantes e inagotables que existen hoy en día en la liga (premier) en la que juega Daniel McGeever.
Su música, tal como comenté un día con Javier, es capaz de convencer a cualquiera, sea fan del reguetón, como si es fan de la música cosaca. Es tal su acierto con la melodìa, con la concreción compositiva, con el arreglo sublime, que quien no sucumba a ello es que no tiene alma ni corazón.
Spirals llega al fin tras seis años de espera que han visto una pandemia y, durante los cuales, obviamente, no debe haber sido fácil para alguien que actúa tan desde los márgenes, hacer y publicar música. No obstante, todo llega a buen puerto, precisamente porque aùn existe gente con tanto amor como el que tiene Daniel por la música bien hecha.
El álbum ha sido cocinado, por tanto, a fuego lento, en su Escocia natal y con ayuda de amigos, sobre todo de su coproductor Lewis Wilson, aunque la mayor parte de la responsabilidad de lo que aquí suena es única y exclusivamente de su autor, un compositor e intérprete dotadísimo que aquí corrige y aumenta lo dicho en su debut, que a muchos nos dejó anonadados. Spirals sabe conservar toda aquella capacidad melódica de su predecesor para llevarla a un nuevo estadio.
Lo comprobamos escuchando la pastoral “Man commits to reason”, una canción hecha a piano y voz que sabe a himno e inaugura el disco de manera solemne, avisando de que estamos ante una obra tremendamente personal, que busca el crecimiento a través de la introspección. Un tono que continuamos observando en la más profusamente arreglada “Thinking shoes” y en la preciosista -casi brianwilsoniana– “Lyrics for the lovers”, lo más parecido a un single que hay aquí.
Tras esta tríada inicial, “Odeon” vuelve a confirmar la capacidad monumental para la canción de su autor. Tonos épicos y despliegue de la paleta de color, que conforme avanza el disco es más diversa y rica. Tanto si se vuelve a recurrir a la sobriedad del piano (“Telephone ring”, “She’s got it all”), como si a maneras folk (“Having words with god”), o incluso a una utilización de las guitarras eléctricas cercana al hard setentero que es lo más sorpresivo del disco (“Rise and fall”).
Y lo mejor se reserva para el final: una nueva tríada, formada por “St. Johns «,»Damned » y “ Lullaby», aporta complejidad al conjunto. Son tres piezas tan bien labradas, tan impresionantes, que uno se pregunta por qué se han dejado para el final, pero la respuesta está en que juntas funcionan como una especie de coda maestra que rubrica de forma sobrecogedora un trabajo excelente. Uno de esos capaces de reivindicar lo más sagrado de la historia del pop (Hollies, Honeybus, Byrds, Big Star, Beach Boys, Nilsson…) y a la vez resultar completamente contemporáneo, necesario. Un trabajo hecho desde la humildad, desde los márgenes, pequeño en pretensiones, pero enorme en resultados. Y es que la palabra delicia se inventó para cosas como ésta.