Deer Tick – Negativity (Partisan Records)
Esperaba con cierta ansiedad el nuevo disco de Deer Tick, lo reconozco. Y quizá esperaba más de lo que se podía esperar razonablemente; pero a los creadores de The Black Dirt Sessions y «Twenty miles» hay que ponerles siempre el listón un poco más alto que a la mayoría. Es posible que a Negativity le falte ese algo intangible que convierte a una buena jugada de ajedrez en una jugada maestra pero, aún así, no deja de ser un buen disco.
Por lo menos cumple esa premisa no escrita de superar lo que se ha hecho antes. Negativity se deja por el camino cierta aspereza que ha caracterizado siempre al proyecto de McCauley y que en su último disco, Divine Providence, se presentaba más generosamente (tanto o más que el aroma a alcohol y desbarre); tampoco la dejan del todo de lado, ya que «Thyme» y «Pot of gold» mantienen presente el recuerdo de un pasado con más vigor. Pero flota en el ambiente la diferencia evidente entre un disco que parecía grabado en la barra de un bar y el que se ha elaborado tranquilamente en un estudio, con calma. Los accesos de ira disfrazada en la magnífica y multi-instrumentalizada «The rock» son la mejor prueba de esto.
No hay nada como el avance en Negativity. Pero es que difícilmente hay algo en 2013, fuera de Deer Tick, que se pueda comparar a «The rock». La canción juega con una orquestación quirúrgica, dispuesta en tres espacios vitales como un mapa del cuerpo humano para llegar al punto débil del que escucha, y con McCauley, que da una clase de anatomía emocional mientras hace un puente para conectar directamente las cuerdas vocales con sus entrañas y ofrecer la frase del año («the lungs, crazy for your perfume«).
En el disco hay buenas intenciones, y buenas canciones que, en algún caso, pecan de cierta inocencia: si «The curtain», «Just friends» o «The dream’s in the ditch» (una de las dos canciones no escritas por McCauley) suenan en una película de Hugh Grant nadie se extrañaría, aunque el piano pelín hortera de esta última la coge del cuello de la camisa y la eleva por encima de los tejados de Notting Hill. Pero, inevitablemente, Deer Tick se mueve mejor en la decadencia emocional que, por otro lado, permite que McCauley saque su mejor voz; como en el estribillo de «Mr. Sticks», otro estandarte de la artesanía de estudio que luce este disco y que tiene también en «Trash» y «Hey doll» dos hermosos representantes del sonido de banda de Deer Tick. La hermana pequeña de «Twenty miles», «Big house», saca brillo al mantra de menos es más al final de un disco producido de forma sobresaliente por Steve Berlin (Los Lobos); ese mantra luce fantástico también en «In our time», un honky-tonk sin muchas pretensiones en el que la voz de Vanessa Carlton hace algo parecido a la magia.
«The rock» y 10 más.