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Día de la Música Heineken. Asistimos al festival madrileño

Intro

Es una verdadera suerte que una celebración como el Día de la Música, que podría ser un drama más a la mayor gloria de triunfitos y casquería semejante, sea un evento con una atrevida programación artística, además de un magnífico escaparate para la industria musical independiente de nuestro país. Sobre todo si tenemos en cuenta que este año, gracias al músculo de Heineken, se ha convertido en un interesante e incipiente festival que viene a paliar parte de la sequía musical en gran formato que padece Madrid.

Si la pasada edición el Día de la Música se celebró en los limitados espacios del Teatro Circo Price y La Casa Encendida, este año se ha apostado por el rehabilitado Matadero de Madrid, unas instalaciones que, salvo en momentos puntuales, han permitido albergar con soltura el mercado de discográficas y festivales indies, seis escenarios y a alrededor de 25.000 personas repartidas entre dos jornadas repletas de música y muchísimo calor.

Teniendo en cuenta que los conciertos madrugaban y no se interrumpían al mediodía, las altas temperaturas, tanto en los escenarios al aire libre como en el ¡Madrid! (situado en uno de los pabellones), han sido el mayor problema de un recinto escaso en cuestión de sombras, y que por momentos parecía situado en pleno desierto del Gobi. Por lo demás, solvencia absoluta en cuestión de calidad de sonido, barras (con proveedores y mucha gente con experiencia en el FIB), baños y demás cuestiones logísticas.

En cuanto a la música, que de eso se trata, éxito rotundo. A pesar de que el cartel no era nada evidente e incluía propuestas de cierto riesgo, la mayoría de los conciertos han sido un éxito reconocido por un heterogéneo público que disfrutó especialmente de The Pains of Being Pure at Heart, Crystal Fighters, Lykke Li, Caribou y sobre todo, de la indiscutible reina del festival, Janelle Monáe.


Sábado 18

Comenzamos la primera jornada del festival visitando los stands de los sellos discográficos y festivales y comprobando que era cierto que la energía que alimentaba el escenario más madrugador, el Mercado Música Matadero, se generaba gracias a unas bicicletas que accionaban los propios espectadores. Lo pudimos confirmar escuchando la sencilla brillantez de las composiciones de Los Lagos de Hinault o la sofisticada mezcla de épocas pop de Solletico.

lagos

Mientras, en el escenario UFI, Buena Esperanza y Odio París derrochaban decibelios de regreso a los noventa, los primeros en tono emotivo y los segundos descaradamente cerca de My Bloody Valentine.

Ellos abrieron la sesión vespertina del Día de la Música en el escenario ¡Madrid! con una curiosa propuesta acústica complementada por cuatro cuerdas y un calor infernal. El nuevo formato sentó mejor a las canciones de Cardiopatía severa que a las antiguas, pero en cualquier caso, demostró la calidad de las composiciones y que Guille y Santi no paran de crecer.

Lüger ocuparon el mismo escenario para presentar con toda la intensidad que se merece su segundo trabajo, Concrete Light. Mezclando rock y psicodelia y desatados en cuanto a potencia, los madrileños se marcaron un directo rotundo que mereció la pena la sudada.

Chaz Bundick, es decir Toro y Moi, venía del Sónar con la etiqueta de chill wave, pero sorprendió tocando con una banda de estructura clásica (guitarra, bajo y batería), y reinterpretando sus canciones en formato orgánico para ofrecer una deliciosa mezcla de pop, funk y electrónica.

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The Pains of Being Pure at Heart eran uno de los grupos más mediáticos del primer día del festival y no defraudaron atrayendo al escenario principal del festival, el RTVE, a buen número de público. Con su segundo disco (Belong) recién estrenado, los neoyorquinos enlazaron con urgencia (no más de 40 minutos) canciones de sus dos trabajos, que destacaron especialmente por las guitarras. Sin embargo, y a pesar de que tienen unas canciones enormes y bailablemente ideales para un concierto, ni “Young Adult Friction” o “This Love is Fucking Right!” consiguieron hacer despegar un directo que se quedó en un simple rato agradable.

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Si TPOBPAH resultaron fríos en concierto, Wild Beasts dieron una lección de lo que es indiferencia. No obstante, como en caso de los neoyorquinos, los británicos tienen en nómina temas de sobra (“Bed Of Nails”, “Plaything”) para justificar ver a Hayden Thorpe hacer sus falsetes con los ojos medio cerrados y como si estuviera rumbo a otro planeta.

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Vetusta Morla eran el gran atractivo del sábado y seguramente los responsables del sold out que registró la jornada, porque la diferencia de concurrencia entre por ejemplo TPOBPAH y los de Tres Cantos, fue más que notable. Tanto es así, que el concierto tuvo que retrasarse más de media hora para que los fans del grupo que habían esperado a última hora para entrar al recinto pudieran recoger sus pulseras. El público que ya estaba en el Matadero se impacientó y lo pagó la presentadora (extraña costumbre la de introducir a los grupos al estilo Noche de Fiesta), hasta que salió el grupo y silenció las protestas con las primeras canciones de su nuevo disco Mapas. Encabezados por un Pucho desatado y bailando como si quisiera homenajear la coreografía de Thom Yorke para “Lotus Flower”, Vetusta Morla ofrecieron un concierto con el que dejaron claro lo que han crecido durante estos años. En estos momentos, son sin duda uno de los pocos grupos españoles que puede olvidarse de La Riviera y aspirar a llenar de fans entregados el Palacio de los Deportes de Madrid (18.000 espectadores). En las pausas del karaoke (“Valiente”, “Rey Sol”), Pucho aprovechó para apoyar las manifestaciones del #19J, a lo que el público respondió coreando el “No, no nos representan”, antes de ponerse de nuevo a cantar y celebrar por ejemplo “Sálvese quien pueda”.

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Como fin de fiesta, Crystal Fighters un grupo del que parece que no se puede escribir si no se menciona su el misterio de su origen (¿Londres?, ¿El Valle del Baztán?). En cualquier caso, quedaría mucho más coherente si la txalaparta que usan en sus conciertos (con piel de carnero y todo), la tocaran como hay que hacerlo, es decir con golpes verticales, y no como si fuera una batería. Anécdotas aparte, los Fighters montaron una rave y contagiaron de su frenesí ochentero a un público que no paró de bailar y se desató con temas como “In the Summer” o “At Home”.

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Una lástima que el festival terminara y no hubiera djs porque se hubiera montado una fiesta a recordar durante tiempo.


Domingo 19

El domingo volvió a comenzar para nosotros en el escenario de los stands bien de mañana con la potencia de His Majesty The King, la dulzura de Soledad Vélez, la mezcla de pop y folk andino de Gepe, o el divertido tropicalismo eléctrico de Algodón Egipcio.

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Tras todos ellos, Napoleón Solo llenó prácticamente el escenario UFI y a pesar del sonido y de que les faltaba Eric a la batería dieron un directo que mereció la atención que congregó.

Dum Dum Girls abrieron el escenario ¡Madrid!, o más conocido a esas alturas de festival como El Horno con un directo muy estético pero monocromo y falto de pegada. Bambi, la pelirroja que toca el bajo, no parecía tener su mejor día y no dirigió ni una mirada a sus compañeras, a pesar de lo cual estuvo impecable. Lo mejor, y es una pena tener que decirlo, la versión del “There is a Light that Never Goes Out” de The Smiths.

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Yuck o Los Planetas británicos defendieron con mucha solvencia su propuesta noventera llena de ruido y psicodelia que saltaba con toda naturalidad de Pavement a Pixies.

A Scala & Kolacny Brothers, un coro de chicas belgas dirigidas por Stijn Kolacny y Steven Kolacny al piano, les tocó lidiar de cara con el sol de cara y a casi 35 grados. Sin amilanarse lo más mínimo y armadas simplemente con un trago de agua entre canción y canción, las belgas tocaron primero sus canciones y después fueron soltando sus mejores versiones (“Creep” de Radiohead o “Cumpleaños Total” de Los Planetas), para terminar desafiando el calor bailando sobre el escenario.

Lykke Li llenó el escenario que acababan de dejar Yuck y desde los primeros acordes de su actuación quedó claro que no pensaba dejar a nadie indiferente. A pesar de que el calor brutal, de allí no se movió nadie porque la sueca dio una desatada lección de pop, soul y electrónica interpretados en contagioso tono punk. Con diferencia, una de las triunfadoras del festival.

Destroyer llegaba al festival con la etiqueta de ser el proyecto principal de Dan Bejar, miembro de The New Pornographers. Low fi barroquista al que le sobra abusar del viento, el concierto fue un remanso de paz después de lo de Lykke Li, quizás demasiado.

Janelle Monáe hizo sin duda el concierto del festival, y una actuación que se recordará durante mucho tiempo.

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Venía a presentar disco, The ArchAndroid, pero fue lo de menos, porque la demostración de talento que ofreció y el espectáculo coral que montó hubieran funcionado cantando cualquier cosa. Respaldada por 15 magníficos músicos y coristas alineados al milímetro en una puesta en escena operística de inspiración criolla y ocultista, la norteamericana repasó como un huracán cualquier sonido que se pueda escuchar en las orillas del Misisipi.

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El público, contagiado y enloquecido por el huracán no paró de bailar temas como “I Want You Back” de los Jackson Five o “Cold War” y “Tightrope”.

Russian Red, bastante emocionada, presentaba en Madrid su nuevo disco Fuerteventura. Elegantísima en su estética años 50, quizás porque veníamos de ver a Janelle no conseguimos apreciar del todo la dulzura de las nuevas composiciones de Lourdes. Por lo menos disfrutamos de sus canciones clásicas y nos conjuramos para verla la próxima vez que toque en una sala.

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Con Glasvegas dimos por terminado nuestro particular Día de la Música. Al final del concierto mucha gente comentaba que no les había gustado. Quizás fue por el histrionismo desmedido de un James Allan empeñado en parecerse a Bono porque por canciones no pudo ser.

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Sin llegar a los extremos de Arcade Fire, los de Glasgow son uno de los grupos que mejor manejan la épica en formato pop, así que es cuestión simplemente de creértelo y dejarte llevar por los crescendos más (aparentemente) sentidos de las Islas Británicas.

 

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