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Duelo de Discos II: Frank Sinatra vs Wire

Con el final del mes, llega una nueva edición de este Duelo de Discos que protagonizan Juanjo Frontera y Fidel Oltra. Por si alguien no siguió el duelo de enero, se trata de un desafío mutuo a reseñar discos fuera de sus respectivas zonas de confort. Un juego divertido, que esperamos también lo sea para vosotros, pero al mismo tiempo estimulante, ya que obliga a explorar nuevos territorios, a ampliar horizontes y a desarrollar nuevos puntos de vista.

En esta ocasión los discos objeto del duelo son:

Frank Sinatra – September Of My Years (1965) 
Wire – Chairs Missing (1978)

¡Vamos allá!

 


FRANK SINATRA – SEPTEMBER OF MY YEARS (Reprise, 1965)

Duelo de Discos: Frank Sinatra - September of my years

Cuando tenía 21, fue un año muy bueno… ahora los días se acortan, estoy en el otoño de mi año y pienso en mi vida como en un vino añejo…” ¡Qué adecuado para mí, ahora que estoy a puntito de cumplir cincuenta! De hecho, todo este disco me cae que ni pintado. Frankie entraba con él, precisamente, en las cinco décadas de vida. De ahí que no sepa yo muy bien si quizá, el hecho de habérmelo propuesto para nuestro pequeño duelo, sea una indirectita por parte de mi buen amigo Fidel. En plan: “Bienvenido al club, tete”. Al fin y al cabo -y espero que no le importe que lo mencione- él lleva ya años en esto de ser cincuentón. Necesita compañía.

En todo caso, como sabéis, aunque este duelo, que no lo es ni a espada ni a pistola, inicialmente estaba pensado para poner al otro en un brete, proponiendo discos que se salieran, más o menos, de su “ámbito cómodo”, también sirve para satisfacer la curiosidad de saber qué piensa el otro respecto de discos que significan la vida para ti y él no ha escuchado tanto. Y en esta ocasión, ése es el caso.

Porque no es que yo carezca de conocimiento respecto a la carrera de Old Blue Eyes. De hecho, les diré que la canción citada al principio de este texto (“It was a very good year”) es una de mis favoritas de la vida, descubierta hace años en un recopilatorio de Sinatra que tengo en vinilo titulado 40 Canciones De La Vida De Un Hombre y que me encanta, igual que una caja de cedés que tengo con lo más granado de su discografía en Capitol.

Pero el caso es que este disco concreto, September Of My Years, publicado en 1965, justo cuando nuestro hombre cumplía 50, no lo había escuchado nunca. Y para Fidel, sin embargo, que es un ENFERMO de Frank Sinatra, es probablemente su favorito. De hecho, yo ya sabía que le faltaría el canto de un duro (expresión muy arcaica, lo sé, pero como sólo nos leen viejunos…) para proponerme algo del de Hoboken. Y la verdad, no podría haber elegido mejor.

En September Of My Years he descubierto una de las obras más exquisitas de Sinatra, perfectamente posicionable junto a otros discos increíbles de él como In The Wee Small Hours (1955) o No One Cares (1959), ambos de su época dorada en Capitol Records. Es, al igual que esos dos, uno de sus discos más reposados y otoñales, pero a diferencia de ellos, aquí el cantante no llora sobre su whisky; más bien hace un repaso de lo vivido, no exento de nostalgia, por supuesto, pero tampoco de esperanza. Frankie estaba entrando en el otoño de la vida y eso le hacía reflexionar, replantearse muchas cosas, repasar recuerdos, errores, experiencias. Hacer gala de sabiduría, vamos.

Y es que, efectivamente, Sinatra aquí funciona como un buen Vega-Sicilia añejo recién sacado de la bodega, descorchado y escanciado tras haberlo convenientemente oxigenado. Es, sencillamente, perfecto. Todo aquí es enorme. Las canciones, suministradas por Jimmy Van Heusen, Gordon Jenkins y otros, son espectaculares; los arreglos y producción, servidos por el mencionado Jenkins y Sonny Burke, ambos habituales en las grabaciones de Frank, maravillosos; y por supuesto, La Voz, que aquí probablemente está en su momento cumbre, acompañada de una interpretación y un feeling monumentales. No se podría pedir más.

 

La canción insignia es, por supuesto, “It was a very good year”, que por cierto valió un Grammy a su intérprete, pero el resto va totalmente en la misma onda tanto de calidad como de atmósfera. Es un disco que se escucha de principio a fin con solemnidad, sin dramatismo, fusionando tus sentimientos con los de este señor maduro que canta desde el altavoz, degustando ese buen whisky que te has ganado, que has aprendido a saborear porque ya tienes la edad necesaria para ello. Repasando tú también todos esos años pasados y aprendiendo de ellos sin arrepentimiento, pero con la vista puesta en el futuro. Todo eso.

Por eso no, Fidel en esta ocasión no me ha puesto, ni de lejos, en un brete, más bien lo contrario. Me ha descubierto un disco fabuloso, que además, es el típico que había pasado cientos de veces ante mis narices y a pesar de ello no había reparado en él. Pues ya hemos puesto remedio. Y, qué caray, ya me siento preparado para cumplir cincuenta, sesenta, cien o los que haga falta. Hazme sitio, amigo, que voy.

Juanjo Frontera

 


WIRE – CHAIRS MISSING (Harvest, 1978)

Duelo de Discos: Wire - Chairs Missing

Mi compañero Juanjo ha empezado muy fuerte este duelo. Conoce demasiado bien mis gustos (y mis disgustos) musicales, con lo que parece que ha dado rápidamente con la fórmula para ponerme en aprietos. Si en la primera edición de este duelo me endosó un disco de raperos, en esta ocasión me ha desafiado con un álbum de otro género que, aunque no me disgusta, no está entre mis preferidos ni de lejos. Me refiero a cierto postpunk primigenio, una especie de eslabón perdido entre el punk y el rock más oscuro y atmosférico de los 80 (este sí me gusta, mucho) que sin duda cabe alabar por su voluntad innovadora y su afán de volver a expandir los límites del rock que habían sido estrechados por sus predecesores punk. Eso sí, nada de regresar a Pink Floyd: se trataba de mantener la energía y la crudeza, las canciones generalmente breves y directas, pero incluyendo elementos electrónicos, influencias del funk y sobre todo del dub, y en general cualquier ingrediente vanguardista que no sonara demasiado a rock progresivo o sinfónico. Aplaudo ese afán explorador y renovador, pero nunca he conseguido entrar del todo en ese universo habitado por grupos como PiL, Gang of Four, The Pop Group, Pere Ubu, Cabaret Voltaire o la banda que nos ocupa: Wire.

Juanjo es también un buen tipo, y por eso ha escogido, entre los primeros tres discos de Wire, el que considera que es más accesible para alguien como yo que aprecia principalmente las melodías, las armonías y una voz que me atraiga. No es que Chairs Missing (Harvest, 1978) pueda confundirse con un disco de los Beach Boys o Frank Sinatra, pero por lo que he podido averiguar se trata de un paso adelante (para alguien quizás sea un paso atrás) respecto a su debut, más crudo y visceral. Aquí trataron de ampliar sus horizontes añadiendo sintetizadores y elaborando algo más las canciones, llegando a crear un esbozo de hit como “Outdoor miner”. Claro que, para compensar, hicieron que durara menos de dos minutos. Se trata de la canción, con mucho, más accesible y ortodoxa del disco, incluso con un estribillo memorable (¡anatema!) más propio de los grupos de la new wave que estaban ya calentando en la banda o directamente metiendo goles (Blondie, The Cars…)

 

Me hubiese gustado que Wire siguieran ese camino en el resto del disco, pero entonces estaríamos hablando de otra cosa distinta, y lo que toca es hablar de esta. El caso es que, tras varias escuchas, empiezo a pillarle el truco y a apreciar ese particular mejunje que resulta de deconstruir el art rock de grupos como 10cc o los primeros Roxy Music, reducirlo a sus fundamentos y después embadurnarlo todo con capas de guitarras (hasta tres guitarristas había en Wire), bajos martilleantes, ritmos fragmentados y letras asfixiantes. No diré que me gustaría pasar una tarde de sábado escuchando en bucle canciones como “Heartbeat” o “Mercy”, pero por momentos logro entender dos cosas. La primera, que no hay tanta distancia entre este disco y otras propuestas de aquellos años que siempre me han resultado más cercanas (pienso en Siouxsie and the Banshees cuando escucho “Being sucked in again”); la segunda, que las raíces de mucha de la música que más me gusta de los primeros 80 está en estos grupos que hasta ahora había estado evitando. “Too late” es nuevaolera a tope, “Used to” ilumina la senda que lleva del tecno pop más brilli brilli a los Depeche Mode más oscuros, y en algunas canciones vislumbro rastros de ese rock oscuro y atmosférico que grupos que adoro como los Chameleons perfeccionarían un lustro después.

Chairs Missing es un disco que, aunque me interesa más por lo que augura que por lo que ofrece, desde luego no es el batiburrillo sin sentido que esperaba. Incluso encuentro gracioso que dediquen canciones a glosar las vivencias de un insecto minero o a repetir hasta la saciedad que son una “mosca cojonera”. La música, amigos y amigas, es inagotable y sorprendente si sabes dónde buscar. O si tienes amigos como Juanjo Frontera que te animen y ayuden a hacerlo.

Fidel Oltra

 

Anteriores duelos:

Ianva vs Main Source

 

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