Entrevistamos a Ivan Ferreiro
Treinta y cinco años de música dan para mucho: para perderse y reencontrarse, para recorrer ciudades, vidas y generaciones, para cambiar de piel sin dejar de ser uno mismo. Iván Ferreiro celebra ese viaje con Hoy x Ayer, una gira que arrancará en 2026 y le llevará por diez ciudades españolas (consulta en listado al final).
Un recorrido que va de Los Piratas hasta hoy, pasando por el veinte aniversario de su primer disco en solitario, Canciones para el tiempo y la distancia, y que invita a mirar atrás, contemplando todo lo vivido.
Hablamos con él sobre aquel Vigo de finales de los ochenta que lo vio empezar, las bandas que marcaron su juventud, la independencia creativa que eligió para sus discos y la forma en que la música se hereda, se vive y se transmite, incluso dentro de su propia familia.
«En los 90, antes de Internet, un chaval que decidía tocar música montaba un garito, un local, y se ponía a tocar sin estar influenciado por lo que pasaba en Madrid»
Es un placer hablar contigo, Iván. ¿Cómo te encuentras?
Realmente bien. Terminé la gira hace un par de semanas, después de tres años seguidos tocando, y por fin empiezo a tener fines de semana libres… al menos hasta que empiece la siguiente. Estos días estoy en Madrid porque he venido al concierto de Radiohead y, ya que estaba, aproveché para hacer un poco de promoción. Y el concierto, una maravilla. Un conciertazo, de esos que te reconcilian con todo.
Ahora te tomas unos meses de descanso, porque en mayo de 2026 comienza tu nueva gira, Hoy x Ayer, con la que conmemoras los 35 años de tu carrera musical revisitando canciones desde tus inicios con Los Piratas hasta tus álbumes en solitario. En principio son diez ciudades: ¿cómo lo estás planteando? ¿Crees que podría ampliarse?
Como acabo de terminar, lo estoy preparando con mucha calma. Estoy viendo qué repertorio puede entrar, preparando la parte técnica, el diseño del escenario… todas esas cosas, pero sin prisas. De momento estoy centrado en esas diez fechas. Intento enfocarme solo en lo que tengo en el calendario, aunque sé que hay algún concierto más por ahí, ya sabes, pero hasta que los promotores no lo anuncian oficialmente, para mí es como si no existieran.
Hay algo que me parece especialmente bonito en este tipo de conciertos, sobre todo cuando repasan toda una carrera: la mezcla de públicos y generaciones. Están los que te han seguido desde los años 90 y también los que se acercan ahora por primera vez.
Claro, ya hay padres, madres, hijos… y casi los hijos de los hijos. Eso me pasa desde hace tiempo. Cuando llevas muchos años en esto, las generaciones se van pegando unas a otras. Es muy bonito cuando aparece alguien que ha sido fan toda la vida y llega al concierto con sus hijos o con su pareja, y ves cómo los va metiendo en esa historia.
Yo empecé con la música gracias a mis padres: lo que sonaba en el coche, lo que se escuchaba en casa. Todo eso fue marcando mis gustos, mi carácter, mi forma de entender las cosas. Y lo bonito de este trabajo es que yo también he visto crecer a mucha gente. He visto a quienes iban al instituto cuando tocaba con Los Piratas, luego los vi en la universidad, encontrando su primer trabajo… incluso he compartido con ellos momentos tristes, como la pérdida de algún familiar.
Me han acompañado todo este tiempo, y yo también he acompañado sus vidas a través de los conciertos. Tengo un público muy mezclado, con gente de todo tipo, y eso me alegra mucho. Cada vez que aparece alguien nuevo es síntoma de buena salud. La música, al final, es eso: una forma de juntarnos.
Vayamos a esos orígenes. ¿Cómo recuerdas aquel Vigo de la década de los ochenta, cuando empezabas a descubrir la música?
Vigo era muy divertido. En el año 83 entré en el instituto, tenía 13 o 14 años, y ya había allí un movimiento cultural muy potente. Dentro del propio profesorado ya había gente muy metida en la cultura y en la música. Y luego, claro, lo de la movida se respiraba por toda la ciudad. Estabas allí y todo se mezclaba: los de Golpes Bajos habían estudiado en el instituto, el primo de alguien tocaba en un grupo… todo era muy cercano.
Yo todavía no tenía edad para entrar en los locales, pero sentías que pasaban cosas. Recuerdo que mis primeros conciertos fueron de Golpes Bajos y de Siniestro Total, en Castrelos, y fueron espectaculares. Esa energía estaba en toda la ciudad: la forma en que vestía la gente, las cazadoras, los zapatos enormes, los pelos imposibles… no era punk exactamente, era algo distinto, una especie de actitud muy viguesa.
Recuerdo la primera vez que conseguí entrar en El Manco, aquel bar mítico de conciertos. Tendría unos 16 años, y era como entrar en otro mundo. Allí estaba toda la cultura musical concentrada, y todo era muy vivo, muy eléctrico. Siempre había fiestas, conciertos, grupos nuevos de Vigo, y también venían bandas de toda España. En aquella época la ciudad era casi un lugar de peregrinación musical.
Aquellos eventos de “Madrid con V de Vigo” marcaron una época…
Sí, yo estuve en ese concierto. Fue espectacular. También eran los años de la reconversión industrial, todo aquel proceso tan duro. Al principio Vigo era una ciudad bastante peligrosa, daba un poco de miedo salir por la noche. Pero fue mejorando mucho. Lo que sí había, y sigue habiendo, era un ambiente tremendo. Y yo me aproveché de eso, claro. Cuando decidimos montar una banda, ya existían locales de ensayo, tiendas de instrumentos, un pequeño mercado de segunda mano… cosas que en los 70 no existían.
Es en ese contexto, a finales de los ochenta, es cuando surgen Los Piratas. ¿Cómo lo recuerdas?
Sí, sobre el 88 o el 89. Ahí cambia absolutamente todo. En una década, el salto fue enorme. Los procesos iniciales que habían tenido Coppini con Golpes Bajos o Siniestro Total eran mucho más precarios. En cambio, cuando nosotros empezamos ya había equipos de sonido decentes, guitarras, amplificadores, gente que sabía cómo manejarlo, estudios de grabación en la propia ciudad. Era impensable imaginar todo eso en una ciudad como Vigo en 1982.
En nuestra época, como te decía, había productores, técnicos, un ambiente muy bueno. Y, sobre todo, había algo fundamental: referentes. Yo ya tenía ejemplos de gente de mi ciudad que había hecho discos, que había salido adelante. Eso era importantísimo.
El primer álbum de Los Piratas llega en 1992, grabado en directo en el local de CDB. No era lo habitual en aquel momento. ¿Cómo fue ese proceso?
Nosotros habíamos mandado unas maquetas a Warner y nos dijeron que querían oírnos en directo. Así que montamos un concierto en el CDB, Código de Barras se llamaba, e hicimos 25.000 invitaciones para un sitio que cabían 600 personas. Regalamos maquetas por toda la ciudad. Cuando vinieron los de Warner, la sala estaba a reventar: llena de amigos, de gente que tenía las maquetas… y claro, creyeron que éramos la hostia.
Ellos mismos tuvieron la idea de grabar un disco en directo allí. Lo hicimos en una sola noche. Grabamos el concierto, luego retocamos algunas cosas en el estudio, porque sonábamos un poco justos, pero fue nuestro primer disco.
¿Y cómo se dio aquel fichaje con una de las grandes discográficas?
Teníamos una manager de Vigo, Ángeles, y a Javier Abreu como productor. Grabamos unas maquetas y ellos las llevaron a Madrid. Las presentaron a todas las compañías: Sony, Universal, DRO… todas nos rechazaron. Y entonces Warner, que aún no era DRO, nos fichó. Y así empezó todo.

Ahora en Galicia parece que hay una nueva ebullición musical. Se habla mucho de la “reinvención del folclore”, de un folclore de vanguardia, urbano o rural, según quién lo mire. Más allá de las etiquetas, ¿cómo ves tú este momento, teniendo en cuenta tu trayectoria y tu visión más global?
Yo creo que en Galicia siempre ha habido mucho movimiento musical. Siempre ha habido gente haciendo cosas. A veces trasciende más allá de Galicia, y otras veces se queda allí, pero el trabajo sigue estando. Galicia es un sitio donde la cultura ha ido abonando terreno durante mucho tiempo, donde siempre ha existido esa inquietud.
Ahora hay una nueva hornada muy potente, muy diversa también. Yo por ejemplo, me llevo muy bien con Grande Amore, con las Tanxugueiras, he colaborado con Galician Army… En realidad, hay una energía tremenda.
No sé si los pondría a todos dentro del mismo saco, porque cada uno viene de un sitio distinto, de sus propias historias, pero me parece algo completamente lógico: en Galicia hay mucho talento y mucha gente trabajando muy en serio.
Y eso viene de lejos. En los 80 ya había movimiento, ya existía una escena musical. Creo que va a ir creciendo cada vez más, porque hay una cosa muy importante: las referencias. Se nota cuando en una tierra ha habido gente que ha hecho música antes. Eso genera en los jóvenes la sensación de que también pueden hacerlo. Y eso, en los 70, en Galicia, no pasaba tanto. Hacer música era casi un sueño inalcanzable, algo que solo hacían los ingleses, los de Liverpool. Yo siempre lo digo: cuando era un niño, pensaba que para hacer música tenías que ser de Liverpool. Y de repente ves a un vecino tuyo con una guitarra, o a un tipo de Bouzas haciendo un discazo, y piensas: ‘Pues igual yo también puedo hacerlo’.
Además, Galicia siempre ha tenido una tradición musical muy potente, de orquestas, de bandas de pueblo, de familias donde los hijos heredan el saxofón del padre y todos acaban tocando algo. Siempre ha habido una cultura musical muy bestia allí.
Cuando viví en Galicia, algo que me impresionó mucho fueron los cantos de taberna, esa tradición de reunirse a cantar alrededor de una mesa. Algo, por supuesto, más ligado al folclore.
Sí, sí, eso existe desde siempre. Cantar en la mesa, tocar en la orquesta del pueblo… si el padre toca, el hijo también, y probablemente ya tocaba el abuelo, ¿sabes? Y luego están las orquestas de las fiestas gallegas —que, para mí, son las mejores orquestas del mundo—. Todo pueblo gallego tiene la suya, es impensable una fiesta sin ella.
Sí, la París de Noia…
¡Claro! La París de Noia, la Panorama… ¡son orquestas flipantes! De verdad, es un nivel altísimo.
Cambiando de tema, pero siguiendo con lo de los referentes, hace unos meses publicamos el libro No Sonamos Mal: Crónica oral sobre la escena indie de guitarras. Mario, de Carolina Durante, comentaba que, al mirar hacia el origen del sonido de los 90 y primeros 2000 y su influencia en el indie español, se percibían dos escuelas: la de Los Planetas y la de Los Piratas. ¿Tú también percibes esa división, esa especie de genealogía del indie español en la que Los Piratas marcan un antes y un después para una serie de grupos?
Bueno, yo veo que me lo cuentan básicamente, pero nunca pensé que fuéramos a dejar una estela, en ningún caso. Que venga gente con eso me parece maravilloso, pero, la verdad, me siento un poco ajeno a todo este asunto.
Creo que nunca tuvimos la intención de influenciar a nadie, ¿sabes? Nosotros hacíamos lo nuestro y tirábamos para adelante. También me parece que nuestro camino era bastante lógico. Que alguien lo fuera a tomar en algún momento… pues sí, entiendo más lo de Los Planetas. También tiene su lógica, cuando lo planteas así, ¿no?
Yo soy muy fan de Los Planetas, de verdad, y he disfrutado mucho de ellos. Ellos sí tenían un lugar como voz de una generación. Nosotros… creo que nunca llegamos a estar ahí, al menos no de cara al público. Yo me entero de la influencia que hemos tenido porque ahora me la van contando, vienen y me lo dicen… pero nunca sentí que dejáramos una estela por nuestra parte.
A mí lo que más me interesa de aquella época, finales de los 90 y principios de los 2000, no es tanto la estela que pudisteis dejar —que también, porque al final cuando escribes sobre música vas viendo desarrollos y conexiones—, sino cómo las bandas estaban ligadas a escenas más independientes o underground, o incluso consolidadas en su entorno local. Tenía mucha importancia la provincia española, estar alejado de Madrid o Barcelona.
Eso realmente marcaba la diferencia. Antes, hablando de los grupos gallegos: en Galicia hay música porque es un sitio especial. Ahora ya estamos más conectados todos, pero en los 90, antes de Internet, un chaval que decidía tocar música montaba un garito, un local, y se ponía a tocar sin estar influenciado por lo que pasaba en Madrid, porque no lo vivía.
Creo que eso que teníamos los de provincias, esa sensación de “no hay mucho que hacer aquí, así que lo único que puedo hacer es mi música”, nos daba una libertad increíble. Nos permitía hacer lo que nos saliera de las ganas, mucho más que a los grupos de Madrid. Allí todo giraba más en torno a compañías, salas y periodistas, había otro ambiente. Como no existía casi ningún ecosistema más que el local, podías hacer lo que realmente te saliera de los huevos.
Y eso tiene mucho que ver con la industria. La industria en España era pequeña, y sigue siéndolo, comparada con otros países, así que su influencia era limitada. Fichabas, por ejemplo, por Warner, te prometían cosas chulas, luego no pasaba nada, y al final te quedabas en Galicia. Entonces era cuando te revelabas y decidías hacer lo que quisieras. Nadie podía garantizarte el éxito, así que la única opción era hacer lo que realmente querías.
En cambio, en el caso de Los Planetas, ellos funcionaron muy bien desde el principio, vieron que podían hacer lo que querían y se montaron en esa estela. Y lo hicieron fantásticamente. Creo que hicieron un trabajo alucinante.
Me interesa mucho cómo algunas bandas de provincias marcaron a toda una generación, no solo musicalmente sino también a nivel personal. Pienso, por ejemplo, en Surfin’ Bichos desde Albacete, Family desde Donosti o El Niño Gusano desde Zaragoza.
Todas tenían propuestas muy originales, y de hecho, sus discos siguen sonando muy bien con el tiempo. Y no te creas que era fácil, había pocas oportunidades. Un estudio era una cosa carísima. Alquilar un estudio por dos días valía una pasta que muy pocos podían pagarse. De hecho, yo no podía permitírmelo, y tuve la suerte de que me pilló un productor que tenía.
Pero creo que ahora hay algo que está muy guay: cualquiera puede grabar. Con un portátil, un programa de audio, con muy poco dinero puedes estar haciendo música. Y hay mucha gente que controla muchísimo ahora, gente joven que maneja mucho más de lo que controlábamos nosotros cuando éramos jóvenes. Tienen más nivel. Hay tutoriales de YouTube; si quieres tocar cualquier canción, hay alguien que te enseña a tocarla perfectamente.
Quería preguntarte por tu primer álbum en solitario, Canciones para el tiempo y la distancia. Después de una etapa tan larga e intensa con Los Piratas, imagino que debía haber un punto de vértigo: ¿funcionaría?, ¿lo entendería la gente? Más allá de lo profesional, me interesa cómo lo viviste a nivel personal..
Lo cierto es que venía de una ruptura traumática con una banda, y estaba triste, dolido. Me puse a hacer canciones en casa con mi hermano Amaro y lo tuvimos claro desde el principio. Grabamos el disco en una casa rural. Warner me ofrecía bastante dinero para hacerlo en un estudio grande, era la época de los politonos, imagínate, y querían que lo grabara en Nueva York, con músicos potentes. Pero les dije que no, que quería grabarlo con mi hermano, en una casa rural, con mi ordenador.
Ahí entendí que había que rebajar el nivel de gasto, que toda esa cosa de gastarse mucho dinero en los discos no tenía tanto sentido. Y al final, con el tiempo, se demostró que tenía razón. Pocas veces la tengo, pero en esta vez sí. Decidimos hacerlo de forma barata, con un portátil, una tarjeta de sonido, y grabarlo nosotros.
Fui muy seguro con ese disco. Sabía que tenía diez canciones que funcionaban, que me tocaba marcar unas bases nuevas para mi carrera. Con Los Piratas, al final, todo se había vuelto muy sofisticado: los conciertos, el sonido, la producción… y lo que quise fue simplificarlo todo. Hacer las mejores canciones posibles, muy fáciles de tocar. Y así lo hicimos.
«Con Los Piratas, al final, todo se había vuelto muy sofisticado: los conciertos, el sonido, la producción… y lo que quise fue simplificarlo todo»
¿Dónde estaba esa casa rural y cuánto tiempo estuvisteis grabando?
Estaba en Finisterre, en una casa que era la antigua casa del maestro. Fuimos Amaro, Suso Saiz y yo. Creo que ellos sufrieron un poco, porque habrían preferido ir a un estudio, pero yo me empeñé en hacerlo allí.
Disfruté muchísimo grabando. No recuerdo exactamente cuánto tardamos, pero en un par de semanas lo teníamos. Lo hicimos todo un poco al revés: primero grabamos guitarras y voz, luego vino el batería, después en casa de Gonzalo Lasheras metimos bajos y teclados. Todo muy desordenado, pero yo tenía las canciones muy claras en la cabeza.
Hay una cosa que me interesa mucho, y es la carrera de tu hijo Andrés. Hace poco estuve hablando con artistas jóvenes como PabloPablo, Teo Planell o Jaze, que vienen de familias muy vinculadas al arte, y con ellos surgía el tema de la educación artística que recibieron en casa. En tu caso, me gustaría darle la vuelta: ¿cómo fue la educación musical que le diste a tu hijo?
Básicamente no he hecho gran cosa. Hemos convivido juntos y él ha visto cuál es mi trabajo, como cualquier hijo ve el oficio de sus padres. Ha mamado eso desde pequeño: ha crecido entre escenarios, gente grabando en casa, escribiendo canciones o hablando sobre música. No ha sido una educación artística consciente por mi parte, sino algo natural. Él estaba ahí, yo le explicaba cosas, y fue aprendiendo casi sin darnos cuenta.
Hubo un tiempo en el que pensé que todo eso le daba bastante igual, pero luego me di cuenta de que había escuchado y entendido mucho más de lo que parecía. Ha vivido desde dentro cómo funciona este oficio: la gente que entra y sale del estudio, las canciones nuevas que se comparten, las frustraciones con las compañías… todo eso.
Durante años estuvo en el estudio conmigo, jugando a la PlayStation mientras yo grababa. Mi estudio no tiene pecera, es todo abierto, así que simplemente bajábamos el volumen, se ponía los cascos y yo grababa. Y creo que esa fue, sin quererlo, una gran escuela para él. Luego, claro, también hemos visto muchas pelis, series, hemos ido a conciertos y conocido gente. Todo eso forma parte de su aprendizaje.
Y por cerrar, quería preguntarte por tu propia educación artística. Porque muchas veces, para escribir, pintar o hacer música, hace falta tener detrás una familia que entienda el arte no como un hobby, sino como un trabajo (aunque sea un trabajo difícil). ¿Cómo fue en tu caso?
Te entiendo perfectamente. Esa fue la eterna pelea en mi casa. Al final, la educación cultural tiene que ver con el amor a la cultura que hay en tu familia. En mi casa se oía música, se veían pelis, se leía, se debatía… Toda mi cultura viene de eso.
Mis padres no estaban en contra de que fuera músico, pero sí les parecía una vida poco segura. No era que no les gustara la idea, era que querían algo más estable para mí. Por eso me alegra que mi hijo, cuando trabaja, no tenga que justificar que hace música: ya se entiende que es un trabajo, sin más.
Cada generación tiene sus rarezas. Ahora los padres tienen que asimilar que sus hijos quieren ser influencers. En mi época, ser músico era parecido: te decían “vete a hacer algo serio”.
Toma nota de las fechas de Iván Ferreiro
8 de mayo de 2026 – Bilbao, Bilbao Arena Miribilla
9 de mayo de 2026 – A Coruña, Coliseum
14 de mayo de 2026 – Barcelona, Sant Jordi Club
20 de mayo de 2026 – Murcia, Plaza de Toros
23 de mayo de 2026 – Gijón, Gijón Arena
29 de mayo de 2026 – Murcia, Plaza de Toros
30 de mayo de 2026 – Valencia, Jardines de Viveros
6 de junio de 2026 – Sevilla, Cartuja Center Cite
20 de junio de 2026 – Salamanca, Enjoy! Multiusos
27 de junio de 2026 – Zaragoza, Multiusos
20 de septiembre de 2026 – Madrid, Movistar Arena
Entradas a la venta aquí.
Fotos Iván Ferreiro: Víctor Terrazas

