Entrevistamos a José Manuel Sebastián por ‘Rock & Revolución’ (Silex)
José Manuel Sebastián, una de las voces más reconocibles de Radio 3 (Que parezca un accidente) y Radio Clásica (Tercera Vía), debuta con su primer libro a través de la editorial Silex. Rock & Revolución es un pequeño ensayo que parte de una cuestión: ¿Cuál fue el papel político del rock and roll en el siglo xx? y de la contundente respuesta que le dio el músico Elliott Murphy al respecto: Todas las revoluciones se hicieron en su nombre.
A partir de ahí, nos encontramos con poco más de cien páginas que ejercen de guía básica para repasar el nacimiento y desarrollo del género musical fuera y dentro de nuestras fronteras, y buscan respuestas a las afirmaciones de Murphy. Para conocer las motivaciones de su autor, nos sentamos con él e indagamos en en la trascendencia (o no) del rock en los movimientos sociales del pasado siglo.
«Al final, la música elitista, contrariamente a lo que tenía que haber sido o lo que fue en su inicio, es el rock and roll y no la clásica»
¿Todas las revoluciones sociales del siglo XX se hicieron en el nombre del rock?
Pues yo creo que no. Y ese es el punto de partida del libro porque realmente el rock como muchos movimientos culturales y sociales, tiene un primer momento rupturista y tal, pero dura poquísimo. Luego hay algunos repiques, como es el punk, por ejemplo o el grunge, que en cierto modo, durante 30 segundos fue también algo rupturista. Pero en general el rock creo que es contrarrevolucionario.
O sea, que está ahí mientras hay algún cambio social, no necesariamente político, y a veces se hace eco, pero no siempre.
A veces está en contra, incluso. Cuando llega Elvis, que es como Jesucristo dando la buena nueva, hace la prédica por Estados Unidos de la nueva nueva del rock and roll, pero lo mandan a la mili. A partir de ahí, el rock es mercancía capitalista, es mercancía comercial. Afortunadamente siempre ha existido en el rock el underground, lo independiente y eso es lo que siempre nos ha convertido a los fans del rock en gente que podemos seguir viviendo con dignidad (risas). Pero teniendo en cuenta que lo que digo en el libro, que Dylan haya actuado frente al Papa, ¡qué poco rockero es!
¿Esa entrevista con Murphy te da pie a escribir el libro ya directamente, o te pones con un artículo y lo vas expandiendo?
No, esa entrevista con Elliot Murphy la hice en enero de 2016. Y como a veces ocurre, se me quedó grabado lo que me dijo. Yo en principio estaba de acuerdo, luego me fui bajando de la burra y sobre todo me intrigaba ¿qué papel ha tenido realmente el rock? que es el movimiento artístico más popular del siglo XX, ¿qué papel político ha jugado realmente? ¿Ha jugado un papel a favor de las revoluciones, a favor del cambio del status quo, como muchas veces el propio rock se autodenomina así?, la gran ruptura. Esa pregunta estuvo germinando tres años hasta que en 2019 escribí el libro.
O sea libro lo escribes antes de la pandemia.
Sí, el libro en realidad ha sido más difícil publicarlo que escribirlo. Iba a sacarlo con Bandaàparte, fue una especie de encargo, pero la editorial cerró. Al final gracias a Toni Castarnado he podido editarlo en Silex. Cuando me dio el ok lo que hice fue corregir, quitar cosas, y sobre todo, pulirlo.
Fue ese 2016 cuando sale la canción de C. Tangana y Rosalía, «Antes de morirme», y es cuando el trap y demás empieza a mostrar un cambio de paradigma que luego no ha sido tal porque mira, C. Tangana ha terminado haciendo un disco de rumbas. Ahí parecía que el rock and roll iba a dejar de ser lo dominante y puede ser que algo haya sido, pero no tanto. Eso pensaba al menos cuando escribí el libro. En él se refleja mucho de lo que opinaba por entonces, pero hay cosas que ya no estoy tan de acuerdo.
¿Si ahora pudieras reescribirías o reformularías?
Matizaría, sobre todo, matizaría el tema de que el rock ya no tiene nada que hacer. Que es una cosa del pasado ¿Por qué te digo esto? Pues por lo que te he dicho antes, ¿no? El post-punk español básicamente me ha demostrado que los chavales siguen haciendo música de guitarras y que puede ser moderno, relevante, o contemporáneo
Claro, es que parece que el rock tiene que ser el motor del cambio, pero no necesariamente.
Sí, ahí hago un poco de trampa, porque puedes pensar que el rock es todo lo que aparece a partir de la era rock, que es cuando Bill Halley llega al número 1 con «Rock Around the Clock», en el año 1955. Ahí podemos meter el soul, podemos meter muchas cosas.
En el libro al rock lo identifico como algo blanco y occidental, y anglosajón, sobre todo. Pero… ¿por qué no decir que Battiato es rock? Battiato es Bowie, es el Bowie italiano.
Me gusta cómo reivindicas a Battiato cuando mucha gente no le conoce. Un tipo que en sus inicios comparaban con John Cage.
Y más bestia, la etapa setentera de Battiato es fascinante. Cosas como M.elle le Gladiator (1975), ese disco es una rayada, pero mucho más que cualquier disco de krautrock o de Pink Floyd. O Clic (1974), otro disco rarísimo. Que de pronto como hizo Bowie después de la trilogía berlinesa y el Scary Monsters (1980), dijo, venga, pues ahora voy a ser un artista pop, y es el artista pop más grande de Italia Con éxito en España también, y en Francia, y en la Europa no anglosajona.
Mezclando rock y política, hace poco se publicaba aquí el libro sobre las implicaciones políticas de Joe Strummer, que venía a dudar de su militancia quizá más propia del postureo tan habitual de los artistas.
El rock es postureo desde muchos puntos de vista. Bueno, acuérdate que en el documental de Julian Temple dejan claro que él quería ser famoso desde que era joven, que quería ser una estrella del rock desde que estaba en The 101’ers. A mí me gusta el rock y esa gran simulación que son las estrellas de rock me hace gracia, pero no podemos considerar que ellos vayan a cambiar el mundo, porque no lo han cambiado desde mi punto de vista.
Luego hay artistas, no necesariamente rock, que tienen una seria militancia. Las redes sociales de Massive Attack o las pantallas de sus conciertos son un espacio de denuncia y a favor de la justicia social.
Sí, ahora que está tan de moda definir la justicia social como violenta e injusta, como dice el idiota de Milei. Lo curioso es que el rock casi siempre ha sido cosa de gente rica y en su caso no fue así, vienen de ese gran momento del rock británico de finales de los años 70 y principios de los 80 con Paul Weller y esa gente del ska, que era extremadamente política porque venía del pueblo y ellos tenían la suerte de que existían las escuelas de arte. De ahí te salen The Beatles y de ahí te sale el post-punk que va más allá del post-punk y tiene una conciencia social indirecta, porque viene de la clase obrera. Massive Attack surge en el Bristol de finales de los años 80 y surge un poco de esa levadura, de esas semillas que se plantan en Inglaterra que pretender cambiar el mundo a través de la música popular.
Además absorben que Bristol sea puerto de mar, la influencia jamaicana, la inmigración…
Hay un vídeo en Youtube, un debate en la tele británica en los años 80 sobre Joy Division, y están varias personas, están Morrissey y George Michael. Y el que defiende a capa y espada a Joy Division curiosamente no es Morrissey, es George Michael, que también es un pobre desgraciado, hijo de inmigrantes griegos y tal que empieza en la música con Wham! siendo también muy política.
Tu libro al final, a pesar de ser breve, es una condensada historia de la música popular.
Todavía no lo he dicho y te lo voy a confesar a ti. Mi secreta ambición era hacer algo parecido a ‘El ruido eterno’ (2007), este libro supertocho de Alex Ross, el crítico de música clásica del New Yorker, que hizo una historia de la música del siglo XX que empieza con el estreno de Salomé en Graz en 1906, estreno al que supuestamente fue Hitler, y termina con Sonic Youth y el rollo del microtonalismo. Pues hacer algo así porque él también habla de las implicaciones políticas, sociológicas, de mucha música. A mí me pedía el cuerpo relacionar la historia del siglo XX con la música más famosa del siglo XX, o más exitosa del siglo XX. Me hubiera gustado haber referenciado más la historia del siglo XX, porque es fascinante, y haberla explicado, interpretado más…
Bueno, realmente puedes continuarlo.
Yo creo que es un libro que aunque es cortito, habla de muchas cosas y da el pistoletazo de salida para muchos otros libros. En el epílogo hablo de si es contrarevolucionario el rock, y eso da para mucho más. También hago el planteamiento sobre el reggaetón, sobre si se ha cargado el dominio anglosajón. Cuando sacaron disco los Stones también lo sacó Bad Bunny y el Saturday Night Live, el colmo de lo blanco, judío, heterosexual, neoyorquino, estadounidense… el que aparece es Bad Bunny, y Mick Jagger tiene un papel muy secundario. Es indicativo que el mundo anglo está siendo derrotado por el reggaetón. Parece que ha abierto la brecha para que ciertas cosas que se hacen en América Latina -y no necesariamente reggaetón- puedan empezar a conquistar terreno.
Pero en el reggaetón no se percibe nada de revolución ni de compromiso. Es acusado frecuentemente de machista.
Sí, es escapismo y a lo mejor autoafirmación. Hay reggaetón feminista que va por ese camino que es un poco sublimar el egotrip hip hopero y todo esto. El reggaetón como música, ni melódica, ni armónicamente tiene ningún interés, rítmicamente sí, obviamente. Eso es el gran fuerte y las letras pues tienen quizá el valor de reproducir el habla de la calle. Obviamente Bad Bunny no está ahora hablando de la guerra de Gaza, ni va a hacerlo. Ni siquiera Rosalía, ni nadie de estos. Pero es que el rock and roll tampoco.
Fíjate que cuando escribí el libro llegué a decir que no hay ninguna canción en contra de la guerra de Vietnam o que hay muy pocas y me he dado cuenta que sí que hay una canción de Black Sabbath, «War Pigs», pero es que no te vienen a la cabeza, porque luego siempre hablan de lo mismo.
Si ahora escuchas hablar a Los Planetas, no dejan de hablar del discurso político y revolucionario de su música. Me insistieron mucho en ello la última vez que les entrevisté y también lo decían en el reportaje que hicisteis en Radio 3 por el 30 aniversario de Super 8. Como si siempre hubiera sido así, pero yo creo que es algo más reciente.
Es que J es muy listo y ahora está reinterpretando lo que ocurrió en su momento. No tanto a nivel político, pero sí a nivel de mercado, el indie español de los 90 hizo algo muy meritorio, crear una escena propia, por muy minúscula que al principio fuera. De ahí se ha creado el fenómeno festivalero y todo lo que ha venido después. Pero tú yo yo estábamos ahí y lo sabes, la gran revolución no fue política, fue que bandas como Los Planetas llegaron y dijeron: «el mainstream español es una mierda». En el 90, 91, 92, los rescoldos de la movida se han ido a la mierda y toda esa excitación de principios de los 80 se ha ido fuera Y nosotros vamos a sonar, o vamos a intentar sonar como esos grupos que le gustan a la gente a la que le gusta la música. Sin Spotify, sin apenas prensa musical, si acaso con Radio 3. Te llegaba un disco de Mercury Rev o de Sonic Youth y de repente los identificabas con estos nuevos grupos que además cantaban en español. Eso nos salvó a muchos de nosotros abocados a una escena bastante aburrida y con un público que casi no existía. Se vendían discos, pero apenas había conciertos.
Ahora se venden pocos discos hay demasiados conciertos y los precios son un escándalo.
El otro día lo hablábamos en la redacción. Hace 100 años, hace 50 años, la música elitista era la música clásica. Ibas a la ópera y había que pagar un pastonazo y hay que seguir pagándolo. Pero no es como ir a ver a Springsteen o a Taylor Swift por 150€. Hace un año o así me fui a ver Pasión de San Mateo a 30 pavos, al ladito del escenario. Había 40 músicos en el escenario. O sea, al final, la música elitista, contrariamente a lo que tenía que haber sido o lo que fue en su inicio, es el rock and roll y no la clásica.
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