Especial: 25 años del debut de Slash
Se cumplen 25 años del primer disco en solitario de Slash. El debut en solitario del guitarrista de Guns n’ Roses se tituló y salió bajo el nombre de Slash’s Snakepit, dando cobijo a la banda que le acompañó, un grupo de músicos de primer nivel para un músico de primer nivel. Sin embargo, todo fue decepcionante.¿Qué ocurrió?
Todavía resulta difícil explicar qué ocurrió con It’s five o’clock somewhere. No era un mal disco, había buen material ahí y el productor fue Mike Clink, el mismo que había atendido el parto del todo poderoso debut de Guns n’ Roses. Slash supo rodearse de muy buenos músicos con los que tenía feeling, la disquera Geffen apoyó el lanzamiento y “Beggars & hangers on” fue un primer single muy llamativo. Pero por alguna razón la chispa no prendió. ¿Qué fue mal? En realidad nada. Tal vez es que las cosas tenían que ser así y que el disco era como era.
En 1995 Guns n’ Roses se encuentran en un hiato indefinido. Su última gira había sido muy controvertida, concluyendo hacia dos años. La banda estaba internamente rota pero hay que recordar que se encontraba en su apogeo. Habían estado llenando estadios por doquier hasta que decidieron parar, no se trató de un aterrizaje brusco, de hecho estaban muy por encima de las modas que suelen agitar los mercados. Piensa en los Rolling Stones, que imperen los sonidos que imperen siempre llenan. Eso habían sido Guns n’ Roses hasta el parón y Slash decidió divertirse. Sin embargo, la sombra de los Guns era alargada, cualquier cosa que sacara el guitarrista iba a verse comparada con los más formidables discos del grupo. Era inevitable. Así, cuando It’s five o’clock somewhere salió a la venta no resistió a la comparación con Appetite for destruction ni con los Use your illusion. Y hasta cierto punto era justo. Es decir, Slash había decidido jugar en la misma liga que Guns n’ Roses. No salió con un disco de blues, o con uno acústico, sino que se fue a hacer lo que le apetecía pero también lo que se esperaba de él. Probablemente sin quererlo, subió a It’s five o’clock somewhere al ring frente a Appetite for destruction, disco de los Guns al que su debut era más próximo. Los fans, incluso si no querían, iban a realizar la comparación.
Tampoco se podía decir que It’s five o’clock somewhere fuera un disco sin pretensiones. Su producción sonaba cara y, como hemos visto, la discográfica lo dio todo para publicitarlo. Sin duda, el enfoque perjudicó al disco sin que nadie quisiera que eso fuera así.
Luego estaban las canciones, lo que importaba. Pese a la imagen icónica de Axl Rose y Slash, Guns n’ Roses eran un colectivo. Las composiciones del guitarrista Izzy Stradlin y el bajista Duff McKagan eran fundamentales, incluso la química entre los miembros del grupo era única. Hasta cuando uno de ellos firmaba una canción a solas, la personalidad de los demás quedaba marcada. Buen ejemplo son los singles “Estranged” y “November rain”, piezas de Axl Rose pero de las que son parte indisoluble la guitarra y personalidad de Slash. El hecho de tener a un solo componente de Guns n’ Roses escribiendo no garantizaba genialidad y por eso It’s five o’clock somewhere quedaba cojo, de la misma manera que quedaría años después Chinese democracy.
Slash encontró en el ex Jellyfish Eric Dover un cantante potente y de bajista trincó a Mike Inez, de Ozzy Osbourne y Alice In Chains. Además, contó con colegas de Guns n’ Roses como Mat Sorum (una garantía a la batería) y Gilby Clarke. Tanto Dover como Clarke sabían escribir muy bien, de hecho este último había editado el año anterior Pawnshop guitars, lleno de canciones colosales, y obviamente Slash era el autor de riffs míticos, pero nada de ello aseguraba que fuera a darse una química tan única como la de Guns n’ Roses. Y no se dio. Las canciones de It’s five o’clock somewhere eran buenas, no había ninguna que diera vergüenza ajena ni que pudiera considerarse siquiera mala, pero la sensación escuchando el disco era la de una habitación mal iluminada. Había energía, pero energía en la penumbra. El tono de las canciones era de puro rock and roll pero despreciando la diversión y dando cabida a temáticas oscuras. ¿Influencia de la dominancia mediática del grunge? A lo mejor sí. Pero esa pátina afectó a la vitalidad del disco, apagándolo por momentos.
Todo unido explica por qué It’s five o’clock somewhere sigue siendo a día de hoy ese disco que está ahí pero a la vez no está, que invita a ser redescubierto pero que siempre acaba echando un poco para atrás. Quizá necesite más tiempo.
un coñazo de tío que flipas