Estado Temporal – Fase Solar (Lunar Discos)
El caso de Estado Temporal, por génesis y propósitos, debería tenerse en cuenta por todas aquellas bandas que pretendan publicar su música como y cuando el destino lo decida, sin más guía que su propia intuición artística ni más norte que el marcado por las condiciones logísticas y vitales de sus miembros. Fase Solar, la nueva pequeña colección del dúo sevillano, no es estrictamente hablando la continuación, ni siquiera la segunda parte, de aquella otra titulada Fase Lunar con la que hace un año abordaban el pop desde diferentes esquinas, sino que es una forma particular de dar salida a unas cuantas canciones que se fueron uniendo entre sí, entre ensayos, encuentros y composiciones. Al darles sentido y coherencia, se toparon con los mismos referentes, es decir, con nombres como Echo & The Bunnymen o Bauhaus en lugar destacado, y con el post punk más tecnificado como base inspiradora.
Oscuros y armoniosos casi a partes iguales, el tinte noventero persiste en las raíces sonoras de Francisco Naranjo y Fernando Zambruno, productor reputado en su Sevilla natal este último por haber aparecido en los créditos de discos de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba o Maga, sin bucear más en una trayectoria ampliamente reconocida. La veteranía de ambos cuenta con el apoyo a las percusiones de David García, otro músico de largo recorrido y amplias prestaciones. A la lírica larga y profunda de algunos temas como “Contra las masas”, sumergiendo mensajes necesarios entre capas de beats y efectos varios puede adjuntarse la reflexión crítica de “Horizonte de sucesos”, controlada en su desarrollo por el timón del rock indie en el que se manejaban a placer gente como El Niño Gusano o, en otra dimensión, los mismísimos Planetas, medio homenajeados en clave acústico-atmosférica en “Saldrá el sol”. La desesperación intrínseca, apuntada por unos arreglos electrónicos y unas programaciones ajustadísimas los anclan al pop sintético de los ochenta en “Hagámoslo de nuevo”, un pequeño himno de melancolía encantadora, al igual que la afilada “Me da igual ser feliz”, en la que abrazan la luz desde las sombras, en una especie de refugio contra las falsas apariencias y el cuestionamiento del valor de las posesiones inútiles. Todo debe ser el resultado de las cortas ambiciones de la banda, que aborda cuestiones filosóficas desde un punto de vista más personal que colectivo en “Hombre y Dios” y añade metáforas astronómicas acerca de la provisionalidad de la propia existencia tal y como lo hizo en su momento el nunca bien ponderado Carl Sagan. Otra referencia, sí.
Se ignora aún si habrá más fases en la evolución artística de Estado Temporal, ni si estas seguirán remitiendo a astros más o menos influyentes en nuestro espacio y ánimo, pero lo que parece evidente es que de un disco pensado y grabado bajo los preceptos de la autonomía propia sólo se pueden extraer grandes enseñanzas. Aquí hay muchas, y la más importante es que se puede y se debe disfrutar de unas cuantas canciones valiosísimas.