Fangoria – La Riviera (Madrid)
Los tiempos han cambiado al menos en la capital, la primavera ya no la anuncian los grandes almacenes, en Madrid el inicio de la primavera la marca el ya clásico concierto que por estas fechas y no más lejos de San Isidro, Alaska y Nacho Canut dan en la ciudad. La excusa, para bien, era la presentación en directo de esa edición especial del Cuatricromía (2013), llamada Policromía (2013).
Tanta retahíla de colorines se dibujó de manera literal en un escenario de La Riviera que se cubrió de escandalosos trajes ajustados de color flúor, imagen viva de esa amalgama de sonidos discotequeros que son sus últimos discos. A veces difíciles de digerir, pero fáciles de catalogar en alguna época indeterminada entre el final de los ochenta y los desordenados comienzos de los noventa.
Fangoria, la banda de Alaska y Nacho Canut hacían su obligatoria parada anual en la capital. Dos días consecutivos con todo el papel repartido, en un tiempo vertiginoso, es motivo más que suficiente para pararse a pensar, cómo es posible que cuanto más en entredicho están sus creaciones musicales mayor es el éxito de público. Que viven una tercera etapa de vino y rosas es innegable, después de la época dorada de los ochenta, la aclamada trilogía de Carlos Jean, y ahora esta nueva etapa post reality MTV ha conseguido que sus discos entren holgadamente en las listas de superventas y sus conciertos cuelguen de manera casi espontánea el todo vendido. A ellos, a Fangoria, nada tontos se les supone y aunque reacios a reconocerlo, son muy conscientes de que en el pasado están sus mejores virtudes, así que firmes en sus convicciones esa noche presentaron todas y cada una de las nuevas canciones de la edición especial. Para mitigar daños morales arrancaron el concierto con uno de sus platos fuertes «No sé que me das», sabedores de que a continuación vendrían de un tirón las cuatro canciones nuevas de la edición especial que en directo nadie les hubiera pedido tocar jamás. Si bien es cierto que resultaron sorprendentemente solventes y divertidas «Ni Dioses ni Monstruos» y especialmente la muy Dinaramariana «Cómo pudimos ser tan idiotas».
Pasado el mal trago de presentar lo que nadie moría por oír, la fiesta llegó. Llegó, se desató y se desparramó. Y llegó como lo hacen todos los conciertos de Fangoria, con esa versión tan personalísima de hacer y deshacer a su antojo, a sabiendas que ni un euro de las entradas fue pagado sin unas ganas locas de disfrutar de hora y media, de grandes éxitos del pop español. Allí estaban las inmortales «Bailando», «A quién le importa» o «Ni tú ni nadie» para gozo y disfrute del gallinero. Pero ojo, que sólo en este último año, han creado dos himnos imprescindibles de su repertorio, la inmensa «Desfachatez» (gracias Milkyway) y la contestataria «Dramas y Comedias».
Allí sobre el escenario, Alaska la tía simpática y lista que todos quieren conocer, la amiga de España, la Montiel del s. XXI (no, esta vez tampoco faltó «Absolutamente» para disgusto de muchos). Y detrás en las sombras Nacho Canut, con su apellido de estirpe musical madrileña. Dos joyas de la corona del pop español, que nadie debería tomarse en solfa. Aunque ellos se empeñen, y aquí no sabría decir si voluntaria o involuntariamente, en quitarle seriedad al asunto, con esa puesta en escena multicolor de sabor amateur, su Ballet Fantasía, sus amigas por doquier y sus «coreografías DIY».
Tal vez hasta para eso sean mucho más modernos de lo que el resto jamás soñemos ser. Pero señores y señoras el espectáculo está servido, hervido y en ebullicón ¡Y qué espectáculo señores, qué espectáculo! Se saben ustedes aquello de la anécdota de Lola Flores debutando en Nueva York «no sabe bailar ni cantar, pero no se la pierdan señores». Pues tal cual.