Faraday Tardor – Auditori Eduard Toldrà (Vilanova i La Geltrú)
Buen estreno del hermano pequeño y otoñal de unos de los festivales que mejor han sabido conjugar la comodidad entre la audiencia con la calidad encima de los escenarios. En este nuevo formato, ubicado en el pequeño auditorio de la ciudad costera catalana, se ha podido disfrutar muy de cerca de una exquisita selección de algunas de las propuestas nacionales más interesantes del momento.
Como viene siendo habitual en sus programaciones, resultaría difícil cerrar un mejor cartel con un presupuesto tan ajustado y en donde la organización funcionase tan bien, hasta demasiado bien y todo para algunos de los asistentes en lo que refiere a cumplir estrictamente los horarios.
Empezaron el viernes el grupo de folk comunal Anímic basando el concierto en su último disco, “Hanna”, co-escrito con el cantautor norteamericano Will Johnson. Lamentablemente ya sin la presencia del texano tras su breve gira conjunta, el sexteto con su habitual compenetración casi telepática se regocijó en su frágil y cálido sonido. Los Anímic siguen firmando conciertos redondos y sin fisuras. Una propuesta en directo solidísima y en la que siempre saben ofrecer mucho más de lo que ofrecen en sus ya muy notables discos. Continuó la tarde un buen amigo de los Anímic, Pau Vallvé, por un breve periodo también conocido como Estanislau Verdet. Vallvé supo mantener el listón en su sitio y seguro cautivó a muchos de los asistentes que todavía no habían tenido el gusto de conocerle.
Vallvé, uno de los personajes más inquietos de la escena catalana, está tan metido en tantos y tan interesantes proyectos que a veces uno se olvida que ante todo es un grandísimo músico. Finalmente cerró la noche uno de los padres fundadores de la música moderna en catalán: Jaume Sisa. Sisa, que en los setenta escribió alguno de los discos en catalán más cautivadores y perturbadores de todos los tiempos, hace tiempo que sus directos mágicos los dejó olvidados en un cajón en la antigua sala Zeleste de Barcelona. Seguramente lleva años siendo más filosofo que músico y es muy posible que a él no le importaría demasiado esta crítica. Que su concierte lo entendiese quien pudiese y sobretodo quien quisiera. El camino hacia lo mágico está asfaltado de bromas pesadas.
Los mallorquines The Marzipan Man abrieron el telón el sábado. Rock psicodélico y reminisciencias garaje lastrados por un sonido de sala con algunas deficiencias. Actitud adolescente, para lo bueno y para lo malo, resultaron divertidos los momentos en que parecían querer tocar de espaldas al público. Buenas ideas pero mal llevadas al directo sobretodo porque en muchos momentos parecían estar más en un ensayo que ante el público. Luego llegaron una de las últimas incorporaciones al boom del indie folk en catalán, 4t 1ª, conocidos por su práctica de tocar en domicilios particulares.
Sabiendo estos antecedentes uno ya se imagina que sus canciones son hechas para ser cantadas entre las delgadas paredes de pisos modernos. Les faltó algo de garra y un poco más de audacia compositiva pero aún tenemos que verlos cuando se hayan quitado el corsé mental de tocar sin amplificadores. El siguiente en escena fue el esperadísimo Nacho Vegas, probablemente quién congregó más fans de todo el festival, y que no se olvidó de recordar que ya estuvo en el primer festival Faraday. Concierto en acústico, solo acompañado por Abraham Boba y Xel Pereda, Vegas solo tuvo tiempo de revisar su cancionero más reciente, especialmente La Zona Sucia, ejecutar una magistral “Ocho y Medio” y adelantar alguna de su inminente nuevo EP “Cosas Que Hacen Crack”. Concierto muy medido y sobrio y en el que el público agradeció muy bien un formato donde no suele prodigarse.
Cerrando el festival llegó el mejor concierto del festival. Astrud, acompañados por el Col.lectiu Brossa, un quinteto de corte más bien clásico, cerraban su última gira y por lo visto también suponía su último concierto como grupo al menos por los próximos dos años. Sin caer en la melancolía, haciendo gala de su agudo y mordaz sentido del humor y la ironía, Genís y Manolo repasaron alguno de sus mejores temas en una discografía que solo el tiempo sabrá poner en el lugar que merece. Se despidieron sin aspavientos cuando habían puesto en pie por primera vez en el festival a toda la audiencia. Aún los veías marcharse y uno ya los estaba echando de menos.