Fernando Rubio – 20th Century (Perdición)
El otro día le comentaba a mi admirado Txema Mendizabal, precisamente en referencia a Fernando Rubio (y también a él, por qué no), que hay músicos que trascienden los géneros que cultivan, la corriente artística o el contexto en que se incardinan o la edad que tengan. Solo importa la honestidad, la desnudez de alma con la que afrontan el acto musical. Es algo que les sitúa por encima de todo y todos. Les confiere esa tan inalcanzable cualidad que es la atemporalidad.
Y es una pena, porque no todo el mundo sabe verlo. Yo no me considero especial, pero sí abierto de miras. Y eso es vital para aproximarse a este tipo de músicos. Si no, te lo pierdes. Porque como en casi todo, el quid de la cuestión está en los matices. Para apreciarlos es necesario que el o la oyente olvide si está escuchando americana, punk o Rap. Lo que importa es la música y cómo la afronta y nos la transmite quien la produce en cada momento. Y para eso hay seres humanos, como es el caso de Fernando, especialmente dotados para comunicarse a través de melodía, armonía y ritmo.
Lo sabe cualquiera que haya tenido la suerte de verle tocar en directo con cualquiera de los proyectos en los que ha intervenido (Bantastic Fand, Ferroblues…), pero especialmente es cuando toca sus propias canciones cuando la cosa resplandece. Con esa voz despreocupada pero de modulación perfecta que sutilmente se desliza guiada por su maestría a la guitarra. A base de eso ha ido construyendo un cancionero totalmente seguro de sí mismo, cantado en inglés y que, al contrario de muchas y muchos valientes que toman ese camino, puede mirar con la cabeza bien alta a cualquiera de los grandes popes foráneos.
Quizá por eso Fernando se sabe tan ajeno a modas y tendencias que ha tenido la osadía de reivindicar el pasado siglo -un siglo más encarnizado pero menos precipitado para el arte que el presente, seamos honestos- en el título de su nuevo álbum. 20th Century, además, tiene la complicada misión de servir de relevo al inmenso Cheap Chinese Guitar, un trabajo que trajo a su autor no pocos elogios por parte de la prensa especializada. Aunque no los suficientes, en mi opinión.
No obstante, su condición de secreto a voces no ha hecho desfallecer al de Cartagena, que vuelve a la carga con un trabajo todavía más pulido que su predecesor y eso sí, quizá un poco más orientado a la melodía. En esto, no lo duden, este álbum es un auténtico campeón. No hay más que escuchar “It won’t take too long”, que lo abre. Es resplandeciente, lo inunda todo de luz. Y es que para nada es este un álbum que busque la introspección ni la sesuda reflexión. Lo vuelve a demostrar la magnífica “I let it out”, entre Petty, Byrds y Dylan, con esas guitarras cristalinas y armonías vocales que todo lo pueden. Aquí lo que hay es disfrute, hedonismo en estado puro por parte del que toca para los/las que le quieran escuchar.
El triunfo, en ese sentido, es ya rotundo cuando uno llega a la tercera pista. “Eastern wind”, de nuevo con la sombra Dylan muy presente, resume a la perfección ese amalgama de sonidos americanos -blues, soul, rock and roll, folk, gospel- que él tiene interiorizados de tal forma que le salen naturales, como si hubiera nacido allí, o mejor, como si naciendo aquí, entendiera a la perfección su cómo y su porqué y lo aplicara a su propio ámbito. Que es, creo, lo que realmente sucede cuando se escucha atentamente a su música. Porque sí, por ejemplo la sencillamente sublime “Last night I dreamt of you” tiene mucho del Van Morrison más crepuscular, pero su autor le otorga su propia sabiduría. No sé, no hace falta ser el más sensible del mundo para sentirse totalmente lleno ante algo así y olvidar referencias. Es de una belleza sencillamente sublime, punto. Y está hecho aquí. Si estuviera hecho allá, probablemente estaríamos hablando de uno de los discos del año en su liga. Y no, no se trata de un tuerto en un país de ciegos. Repito que Fernando puede mirar directamente y sin complejos a cualquier grande que se precie. El resto de este álbum deja eso perfectamente certificado. No hay desperdicio. “20th century”, “Self pity”, “Wondering aloud”… canciones perfectas y perfectamente registradas. Una delicia de principio a fin. Un banquete gourmet que espero sinceramente que cualquiera que se atribuya buen gusto musical se tome el tiempo de degustar como merece. Háganme caso, no se arrepentiran.