Hinds + El Último Vecino (Sala Apolo) Barcelona 11/11/16
Si no te crees todo lo que dicen en la tele ni que las Hinds arrasan allá por donde pasan, déjate caer por uno de sus conciertos tan pronto se te presente la ocasión. El viernes dieron el pistoletazo de salida a la última parte de su Leave Me Alone Tour, nada menos que en la mítica Sala Apolo de Barcelona, además de inaugurar el primer fin de semana post-Trump de la historia recién llegadas de su salvaje gira estadounidense. La pista estaba a reventar, lo que significa que, si alguien derramaba un poco de cerveza, había estadísticamente más probabilidades de que cayera sobre un par de Converse que en uno de listones del guarro y rallado parqué de la Apolo. La beatlemania aquella noche resucitaba y se actualizaba a los tiempos del poliamor que corren; de ahí que las chicas y los chicos pidieran a gritos y con igual convicción fanática casarse con Carlotta y sus dos coletas a lo Frank Zappa.
Los catalanes El Último Vecino se encargaron de abrir para las madrileñas más internacionales del panorama garagero patrio no con menor entusiasmo por parte del público, exceptuando a un par de autodenominados haters que los despidieron socarronamente al son de «adiós Morrissey, adiós». Dijeran lo que dijeran, la energía estaba alta, la gente se sabía las letras, y su entrañablemente perturbadora estética que, en palabras de mi colega Gisela, se queda en algún lugar entre The Cure y Chimo Bayo, seducía con éxito.
Ya sobre las 22:20 aparecen por fin, con clásica impuntualidad rockera, escuchándose el «You Sexy Thing» de Hot Chocolate y en un fondo de piel de leopardo identificador de la banda, Carlotta, Ana, Ade y Amber, cuarteto integrante de Hinds. Lo hacen con su habitual carta de presentación para directos, «Warning with the Curling», que en sus propias palabras representa la faceta menos sonriente del grupo; se trata de una pequeña descarga de mala leche y pasotismo encargada de llamar la atención de cualquiera que se hubiera distraído mientras afinaban.
La siguió el lejano «Trippy Gum», de aquellos inicios en los que todavía se llamaban Deers, y «Fat Calmed Kiddos», intercalados con un par de apuntes en catalán de una Ade que sabía hablarlo «un poquito» y una Ana que se animaba a aprenderlo con la noble misión de incitarnos a la bebida («que es viernes»), en la lengua de la Ciudad Condal. Entre «When It Comes To You», cover de los Dead Ghosts que grabaron hace unas semanas, «Chili Town» e «Easy», la audiencia se desató, y Carlotta, por coacción, le tuvo que dar una calada a un porro ofrecido por un amable samaritano de las primeras filas.
Se ve que, el día anterior, habían pasado por una tienda de plantas en Madrid para comprar… «Bamboo», y nunca una noticia tan trivial despertó tantas alegrías en tantos seres humanos. Tampoco se descuidaron de visitar su «Garden» de confianza, así como algún que otro granero en el que se las pudiera castigar si no se portaban bien (es decir, prácticamente nunca). Estaban a punto de irse cuando los fans pidieron al menos un bis. Las pobres tenían «mucha mucha prisa», y advirtieron a sus seguidores de que, con esta última, tendrían que «sentir cosas muy rápido». No hubo problema alguno; aceptaron el trato más que satisfechos.
La vida para Hinds es un gran escenario al que se suben prometiendo que te van a poner de buen humor. No cantan, no bailan y, como otra vez apuntó acertadamente mi colega, se marcan riffs de tanto en cuando que, por ideología punki a la que se adhieren, no les pegan mucho. Pero óyeme una cosa; ni se te ocurra perdértelas, que lo que prometen, lo cumplen con creces. Y si no te crees todo lo que dicen en las revistas de música, vete a verlas en uno de los próximos bolos que tienen por España antes de que sea demasiado tarde.