Interpol – Palacio Vistalegre (Madrid)
De los grupos que conforman el revival post punk tan de moda hace apenas un año, Interpol son quizas los terceros en cuanto a éxito mediático tras The Killers y Franz Ferdinand. Por ello, no es de extrañar que prácticamente llenaran el Palacio Vistalegre y que, un hora antes de que ocuparan el escenario, Surfer Blood, sus teloneros, tocaran ante más de media entrada.
Surfer Blood, la enésima banda estadounidense bendecida por Pitchfork, sobrevivieron a un sonido deficiente (tocaron solo con parte de la potencia de sonido), para ofrecer una interesante y californiana regresión a los 90 más guitarreros y sucios. Sin embargo, salvo en «Swim» y a pesar de los bailes y diatribas de John Paul Pitts (vocalista), adolecieron de chispa. De todos modos, sin duda se merecen otra oportunidad en condiciones.
Interpol, sin tanta etiqueta y corbata como antes era habitual, salieron a un sencillo escenario a presentar su cuarto y homónimo disco, pero terminaron haciendo una acertada mezcla de sus últimos temas con los mejores de su pasado, sobre todo de sus dos primeros discos. David Pajo (bajista, entre otros, de Tortoise) y Brendan Curtis (teclista de The Secret Machines), las nuevas incorporaciones del grupo, demostraron que la fuga de Carlos Dengler ha sido un contratiempo fácilmente superado.
Comenzaron muy sobrios con «Success», la canción que abre su último disco, y continuaron contenidos con «Say Hello To The Angels» (Turn On the Bright Lights, 2002) y «Narc» (Antics, 2004), para elevar un poco el ritmo con «Summer Well» y empezar a romper la noche con la infalible «Slow Hands» (Antics).
Entre canción y canción Paul Banks aprovechaba para demostrar su perfecto dominio del castellano y confesar lo importante que es Madrid para Interpol, ya que, durante los años que vivió en la capital de España (de los 11 a los 16), definió sus gustos musicales.
Tras este primer momento de euforia, «Untitled» (Turn On the Bright Lights) y «Barricade» sirvieron para calmar los ánimos, permitirnos mencionar el tópico de los «muros de guitarras», y volver a abrir un nuevo ciclo ascendente rematado y celebrado esta vez por «Lights» y «PDA».
«Not Even Jail» (Antics) cerró la primera parte del concierto, que se reanudó con una lenta y emotiva «The Lighthouse» (Our Love to Admire, 2007). A continuación, «Evil» (Antics) sirvió para recuperar velocidad y acelerar hasta un apoteósico y bailable final protagonizado por «The Heinrich Maneuver» (Our Love to Admire).