James Levy & The Blood Red Rose – Pray to be free (Heavenly / Music As Usual)
Siguen estando de moda los duetos mixtos, en plan La Bella y la Bestia, donde a veces la bestia es él (Mark Lanegan) y otras veces ella (Chrissie Hynde). En esta ocasión James Levy, hasta hace no mucho cantante de su propia banda Levy, se ha unido a su amiga Allison Pierce (The Pierces) para recrear aquella atmósfera de oscuridad, sensualidad, morbo y romanticismo que desprendían las canciones de Serge Gainsbourg o Lee Hazzlewood con cualquiera de sus partenaires femeninas.
Con una producción a cargo de Guy Berryman (sí, el bajista de Coldplay, que ya coprodujo You and I, el último álbum de The Pierces) muy cuidada y que recupera perfectamente el aroma añejo de los mencionados referentes, todo el disco es un homenaje al romanticismo, al enamoramiento, a la seducción, al encanto de las relaciones prohibidas. La voz profunda de Levy contrasta con la (supuesta) ingenuidad de Allison, creando un ambiente tenso, donde se palpa el acoso y derribo al que el maduro seductor somete a la (supuestamente) inocente jovencita. Canciones como “Sneak into my room”, o el explícito homenaje a Gainsbourg “Precious age of 13” (con partes cantadas en hebreo), no dejan lugar a la duda.
Los temas con mayor protagonismo femenino, como “Crying to the river”, o “Crying myself to sleep”, se encuentran a medio camino entre la típica balada folk-country y el indie pop bucólico de grupos como Camera Obscura. El resto, con Levy en primer plano, remiten a las “torch songs” de hace 50 años, y también a actuales recuperadores de brumas sesenteras como Richard Hawley o unos The Last Shadow Puppets que se dedicaran a rememorar el cancionero de Scott Walker.
Un álbum repleto de melancolía, ilusión, recuerdos, bajos deseos y temor. Como la vida misma.