John Vanderslice – Romanian Names (Dead Oceans)
John Vanderslice es un tío majo. No lo digo yo, lo dice todo aquel que ha tenido el placer de hablar alguna vez con él. Y eso se nota en sus discos, en los que el cantautor nos habla con naturalidad de su vida, sus problemas y sus historias a ritmo suave y tranquilo. Son discos agradables, a ratos sarcásticos o irónicos, pero siempre majos, como él. Pero suelen tener un problema, y es que esconden el grano entre mucha paja.
Qué grano, señores, ¡de calidad superior! Pero claro, a veces es fácil perder el hilo del disco, a pesar del innegable talento compositivo y del buen hacer de John en el estudio, y es fácil que se escape un bostezo en ciertas partes monótonas e interminables. En este Romanian Names, Mr. Vanderslice consigue evitar, o mejor dicho, consigue minimizar, ese problema y, tras una inmersión en el trabajo de Beatles, Of Montreal y Grandaddy (como él mismo confiesa) durante la composición de las nuevas canciones, el de San Francisco ha decidido dar un paso más hacia el pop: acelerar el ritmo y acortar la duración de los temas.
Y eso, claro, se nota porque el disco pasa agradable y velozmente, mantiene el interés y consigue que lleguemos al final con ganas de volver a escucharlo, y sin haber desconectado ni una sola vez (casi). Si hay que resumir en una canción este pequeño giro estilístico, «C & O Canal» es el ejemplo perfecto: ágil y breve, la canción pasa en un suspiro, dándonos el tiempo justo de disfrutar de ese sonido envolvente que Vanderslice consigue grabando en analógico y del precioso juego de doble voz, pero acabando en el momento preciso. Inspirada y preciosa, melódica y rítmicamente, como se podía esperar de sus mejores temas.
Y así, con ritmo, podemos encontrar unas cuantas, desde la estupenda «Sunken union boat» (que vendría a ser la “Exodus damage” de este disco) hasta «Carina constellation» (que hará las delicias de los fans de los mejores Crowded House). «Oblivion» es una perla que respira Beatles en cada nota y que bebe de la dulzura más ácida y lisérgica de los ingleses. Justo como «Summer stock» que parece compuesta por el mismo Beck y tal vez sea la menos Vanderslice del disco. Y es que talento tiene el tío. Es un compositor que, cuando se pone, es capaz de canciones increíblemente bonitas. De esas que si se juntaran todas en un recopilatorio sería para mear y no echar gota. Lo esperamos con ansia. Eso, o el disco que lo confirme como se merece entre los grandes de los grandes.