Julia Kent + Santiago Latorre – Centro Joaquín Roncal (Zaragoza)
Nueva parada de la edición invernal del ciclo Bombo y Platillo que ya va llegando a su fin, tras acercar a Zaragoza las actuaciones de Nat Baldwin, Norman Palm, Mag o W.W. Lowman entre otros. La nueva exquisitez seleccionada por los responsables de la iniciativa resultó en esta ocasión duplicada, con el protagonismo del cartel compartido por Julia Kent y Santiago Latorre.
Este último inauguró la velada presentando su álbum Eclíptica (Foehn Records, 11), con una actuación que sobrepasó con creces el concepto clásico de concierto hasta acercarse al complejo arte de la performance. La propuesta del músico no es sino una obra completa distribuida a lo largo de ocho piezas, donde es trabajada conceptualmente incluyendo inicio, inquietante desarrollo y final. El artista actualmente afincado en Londres partió de su portátil para merodear ante la penumbra que invadía el escenario entre loops y un personalísimo uso del saxofón, mientras la selección de imágenes proyectadas completaba el impacto de la escena. Las puntuales interpretaciones vocales en temas como “Si El Sol No Calienta” resultaron además dotadas de una extrema delicadeza, si bien predomina el valor del conjunto durante la particular puesta en escena con el fluir de una banda sonora de apariencia ambiental e hiriente esencia.
Por su parte, la violonchelista Julia Kent se presentaba como miembro activo de la trouppe de Antony & The Johnsons, además de colaboradora habitual de músicos como Devendra Banhart o Rufus Wainwright, si bien en esta ocasión presentaba su disco en solitario Green And Grey (Important, 2011). Partiendo del tradicional clasicismo de su instrumento, la norteamericana aprovechó electrónica y tecnología para desarrollar el lirismo de sus intenciones en plena sobreposición de capas de sonido cuya función es concretar con detalle la forma imaginada para la composición. Una invitación de incuestionable mérito y amplio calado emocional que sin embargo arrastra evidentes limitaciones en cuanto a variedad se refiere, subsanando la pérdida de intensidad aparecida con el paso de los minutos gracias a la colaboración del propio Santiago Latorre. Así, durante los últimos tres temas de la actuación se unieron las melancólicas interpretaciones de saxofón de éste con las indudables virtudes de la neoyorquina.
Sentido y sensibilidad en otra tarde ciertamente interesante servida bajo la fiable impronta de sus organizadores, y degustada con la comodidad y siempre espléndida acústica del Centro Joaquín Roncal.