King Gizzard and the Lizard Wizard – Nonagon Infinity (Heavenly Recordings)
Nonagon Infinity ha llegado como un huracán. El octavo disco de estudio de King Gizzard and the Lizard Wizard ha arrasado, sin quitar ni un ápice de mérito a sus anteriores trabajos, con todo lo que los de Melbourne habían hecho hasta ahora, y se ha postulado arriba del todo en forma de eneágono infinito. La psicodelia, el garage, el heavy y hasta tintes de progresivo se reúnen en una mezcla marciana que atrapa todos los sentidos como una telaraña tejida a través de 9 temas enlazados entre sí.
Desde “Robot stop” hasta “Road train”, Nonagon Infinity constituye un delirio constante que se repite una y otra vez, como un bucle frenético con los matices justos para que no sea una mezcla repetitiva o monótona, pero sí un conjunto con una misma base e idea. Los temas se enlazan uno tras otro de forma imperceptible e hipnótica, sin respiro, en un torbellino de sonidos. No es una lista de canciones, es un trabajo complejo, único, perfectamente engrasado y pulido que desgrana cada una de sus pasiones: el garage agresivo y crudo, el hard rock de riffs marca Black Sabbath o un poco de psicodelia espolvoreada por algún rincón.
Nonagon Infinity es una receta apabullante. Un mejunje de energía guiada por una voz distorsionada, guitarras sucias, gritos y locura, como los 9 círculos del infierno de Dante, que llegan retorciéndose hasta morderse la cola al final y volver al principio. “Mr. Beat” es lo más parecido a un interludio, con un ritmo más funky y con una pausa mucho más notoria antes de “Evil death roll”, que recupera el sonido crudo, agresivo y algo extraterrestre de la primera mitad. Sigue más hacia delante con “Invisible face” y “Wah wah”, con unos cambios de ritmo que nos dejan flotando por delante de las narices ese aire tan fantástico de rock progresivo.
Stu Mackenzie y compañía han creado un álbum infinito. Es más: un álbum infinito que no cansa, luchando contra su propia naturaleza. Cada una de sus piezas es perfectamente disfrutable por sí sola, pero es con el conjunto completo cuando la experiencia sensorial alcanza su culmen. ¿Es su mejor trabajo hasta la fecha? Sin duda. Aunque visto su grado de calidad dentro de un imparable ritmo de producción (8 discos en 4 años), no sería raro que le saliera un rival en poco tiempo.