Lanuca – Tibia turbia (Infinito Discos)
De Lanuca, el proyecto musical de la valenciana Ángela Bonet, conocíamos hasta ahora dos discos breves y delicados, Pómulo (2013) y Gran Mandíbula (2015), con canciones etéreas que parecían, al igual que la voz aniñada de Ángela, que se iban a deshacer como unos azucarillos si las escuchabas con demasiada intensidad. Eran discos que recordaban a Joanna Newsom, principalmente, también a Aries (Isabel Fernández Reviriego), o en menor medida a Lidia Damunt. Una lírica tímida expandiendo un universo muy particular que sigue presente en este Tibia Turbia (2017), pero con matices.
Matices que se hacen evidentes nada más arrancar “Es por amor”, la canción que abre el disco. ¿Qué son esas guitarras distorsionadas, hirientes, que suenan durante casi un minuto? ¿Y ese recitado inicial de Ángela? Si el disco sigue este rumbo habrá que pensar en tachar a la Newsom de la lista de influencias obvias y sustituirla por Ainara LeGardon, o quizás incluso por Lou Reed o el Neil Young de Le Noise, la referencia que veo más cercana y, en mi opinión, evidente. Cierto que en sus obras anteriores la guitarra de Manolo Bertrán (Doctor Divago) estaba muy presente, pero aquí parece desatada y dispuesta a cobrar su parte de protagonismo. Compartido con el cello de Vanessa Juan y el teclado de Ana Santos, otros dos instrumentos que brillan y convencen, además de la guitarra acústica y la excepcional voz de Ángela, claro está.
Las canciones, por tanto, se alargan más que en otras ocasiones, serpentean, se ponen en marcha perezosamente mientras se acicalan con arreglos instrumentales. “Pétalo de abismo” ofrece tantos contrastes musicales como los que se extraen de su título: ahora es el cello el que nos mece suavemente, ahora es una guitarra eléctrica desquiciada la que nos empuja al precipicio. La versión de “Mirando al mar” de Jorge Sepúlveda es una maravilla, un prodigio estético en el que una inteligente producción evita el caos que se roza por momentos, con tantos instrumentos dialogando. Y así una tras otra: “Besos tormenta”, “Revólver”, la instrumental “BBB”, la hipnótica “Tibia turbia”.
La sensación al terminar es la de no haber entendido bien qué ha pasado. ¿Hemos estado en un recital de Nico con la Velvet? ¿En una colaboración entre el Alex Chilton más experimental y Laurie Anderson? No, ni falta que hace. Hemos estado en el tercer álbum de Lanuca, y eso ya es mucho decir. Y volveremos, claro, una y otra vez.