Le Noise – Camino a Casa (Noizpop)
La trayectoria de Le Noise parece dispararse como un cohete autopropulsado con su acertadísima participación en dos de los concursos más valoradas del panorama español: Proyecto Demo de Benicassim’07 y Villa de Bilbao’07; y es que en el primero acabaron semifinalistas y en el último mencionado fueron los ganadores.
El mayor acierto de este El camino a casa (Noizpop, 2008) consiste en recopilar a 8 músicos, hacer que graben un disco y lo toquen en directo sin ningún instrumento grabado, y conseguir no sólo que no sobre ningún instrumento, sino que no se note tanta variedad estilística en el disco. A eso se le llama oficio, y es raro en una banda que acaba de debutar en éste 2008 (aunque lleven desde 2001 tocando).
Siguiendo un tanto la estela de grupos nacionales como Manta Ray o 12twelve, los bilbaínos muestran su apego hacia los movimientos musicales más intrigantes, el post-rock, el free jazz o una siempre presente y alargada presencia cinematográfica.
El cine se convierte para Le Noise como una influencia tan grande como para otros grupos los Beatles (según ellos mismos), con el pesado calor del western castigando esas rasgadas guitarras que hacen evocar más calma hipnótica y rabia desfogada que felicidad placentera y facilona. También se recuerdan ese aire Tarantino tan característico que suele recoger para sus fantásticas bandas sonoras.
En el camino trazado en el debut de los de Bilbao predomina la intensidad sobre todos los aspectos, y la forma de conseguirlo ha sido introduciendo elementos típicos del rock (guitarras, bajo, batería, voces puntuales), del jazz (saxos, trompetas, órganos) o de concepción clásica (violines) entre otros. A través de tanto instrumento lo que consiguen es arrastrarnos con la misma fuerza por todos esos sentimientos que destila el disco: amor y fe contra odio, dolor y sufrimiento.
La introducción no podía ser otra que la tomada de la película La Noche del Cazador, y en la que Robert Mitchum (su doblador) nos presenta las dos caras más arraigadas del ser humano: amor y odio. La belleza tiene cabida en temas como Drivin’ late home o Adiós Gringo donde demuestran la destreza sonora que pueden adoptar un violín y un órgano en una banda de rock, y que puede recordar por momentos a Calexico, Yo la tengo o Low cuando sacan su cara más amable. En contraposición, en el cierre del disco Del miedo a lo innombrable y en Mantra se codean con esos épicos Godspeed you! Black emperor u otros grupos del sello Constellation. El dominio de ambos sentimientos suena casi a la perfección en Hey hey hey (mi vida sin ti) donde son capaces de posar sobre una base jazz una guitarra ondulante que parece llevarnos por una perfecta persecución cinéfila con sus correspondientes pausas, sin hacer uso del post-rock y aportándole mayor músculo al sonido, optando por la provocación más que por la evocación.
Esta variedad estilística les hace engrandecer una propuesta que suena sugestiva, y por la que merecerá la pena seguir su carrera hasta encontrar un final que esperemos sea feliz.