Lushlife – Cassette City (!K7 Records )
La reveladora forma en que la portada del disco insinúa entre sus costuras el perfil inconfundible de una funda de cassette nos hace sospechar que quien lo firma viene de chuparse muchas horas escuchando las cintas de sus hermanos o primos mayores. Luego uno le da la vuelta al disco, lee quienes colaboran y se frota las manos de puro gusto; no solo le interesa el pasado sino que el tipo no se pierde una de la escena más actual.
Al principio fue el verbo, dicen por ahí. Quizás Lushlife, un americano de origen filipino y pinta de nerd llamado Rajesh Haldar, opine que al menos en el Hip-Hop fue el beat. Y seguramente en su cabeza el ritmo se acompaña de melodías deliciosas sacadas en su mayoría de canciones soul, funky y disco de los setenta y ochenta; negritud asegurada, desde luego. Aunque en medio de tanto color, también se deja sentir la alargadísima sombra de Brian Wilson. A pesar de ser su disco debut, deja que la rima se acompase con fuerza, claridad y seguridad, y tampoco se le siente temblar el pulso en ningún momento. Quizás una de las críticas que se le puede hacer sea que ha intentado darnos demasiado, que estaba tan ansioso por gustarnos que nos ha empachado. Quizás, se diría, debería haber dejado su talento como compositor de pasajes instrumentales para un alter ego consagrado al ambient. Pero todo esto lo dirían los que no les ha gustado el disco, por supuesto.
Las bases son todas excelentes, seguramente lo mejor del disco. No solo los samples que están escogidas con todo el cariño y la sabiduría, sino que los propios arreglos que Lushlife ha hecho son muy adecuados. Se le nota de lejos la formación que ha tenido, no solo la autodidacta, si no la más académica, la que le otorgó sus estudios en el conservatorio.
Y, bueno, entonces están los invitados que no solo aparecen por ello de dar un empujón a su carrera porque son amigos y tal. La verdad es que saben llevar sus estilos de tal manera que en alguna parece que sea el propio Lushlife el que colabora con ellos. Primero aparecen los Camp Lo, la mejor sorpresa de todo el disco. Y a poco que uno recuerde algo de esta gente, se cae en la cuenta que Lushlife aparca el coche en el mismo garaje que ellos, por decirlo de alguna manera. La revisión de ese período a caballo entre los setenta y los ochenta ya lo abordaron ellos hace ahora unos cuanto años cuando esa época era una peste de la que todos huíamos. Posiblemente esta sea la mejor canción del disco y es que este barro es de alguno de esos lodos. Después viene uno de los niños bonitos de la actual escena de la costa este americana, Ezra Koenig, líder de los aclamados Vampire Weekend, que se dedica a dejar mensajes subliminales pero muy bien escogidos. Tampoco se le puede pedir que sirva para un roto y para un descosido. Otro que se apunta a un bombardeo es Greg Saunier, de los indomables Deerhoof, que se presta a aparecer en la canción más arriesgada del disco. Finalmente aparece uno de los modernos desheredados que sobreviven a pesar y gracias a estos tiempos modernos de bandas anchas y aldea global: Ariel Pink. El judío del millón de canciones pasa de puntillas por su canción ya que no se le nota su aporte personal, aunque en verdad uno no se atreva a otorgar marquesados en este sentido.
En definitiva, excelente debut ideal para los amantes del Hip-Hop más arty, elegante y complejo. La gran variedad de niveles de escucha lo hacen ideal para un montón de situaciones y estados de ánimo. Quizás el disco decae un poco en su segunda mitad pero sin duda se presenta como un tipo al que seguirle la pista. No estaría de más una gira sin demasiados alardes para, dentro de unos años, poder decir: yo estuve allí.