Discos

M.I.A. – Arular (XL Recordings)

Ruido y furia, en las artes, siempre ha habido, siendo sólo unos pocos los que han gozado del perdón de las revistas y la industria. Quienes antes criticaban a, por ejemplo, Fun Da Men Tal, hoy elogian a M.I.A, más pasota que aquellos, que siempre promovieron sin ambages la clásica toma de poder, por parte de los pobres (apoyan a Hugo Chávez). Por tanto, las razones que llevan a las revistas a ensalzar a la bella Maia Arulprasagam y a denigrar a otros, se nos escapan. Pero las podríamos hallar, sobre todo, en su tono expresivo, que representa el verdadero choque de culturas, con toda la carga de confusión que ello crea y que tan atractivo resulta para quienes tienen de todo. No, la necesaria interculturalidad no es la aldea feliz para el inmigrante. Tampoco es un peligro, como azuzan los fascistas.

Así, a lo largo del disco, ella explica sus razones –de peso- para expresar lo que expresa y con la rabia con que lo expresa. La figura del varón anglosajón prepotente (el típico cowboy, a secas), que circula por el mundo como si el Sexto de Caballería estuviera detrás suyo, queda dissecionado en toda su cruda verdad. En este sentido, el tema “Hombre” resulta significativo al retratar al turista sexual, generalmente un hombre de negocios (sic), que se cree el amo del mundo (genial la burla de “nos vemos en M.I.Ami”). Y casi todos las canciones aluden a la guerra de este macho global y las legítimas defensas que se han alzado en su contra. La portada lo anuncia: es un amalgama muy fresco de arte cingalés tamil e ideas post-modernas, de vanguardia, creado por ella misma, que ya trabajó en el último cover de Elástica. Es un “Ave César, los que se están muriendo –los pobres- te saludan”.

El trallazo “Galang” que cierra el disco fue su tarjeta de presentación en forma de EP. Y cabe decir que la linealidad de Arular no le va a la zaga, aunque quizás resulte un poco monótono (pero de esa clase de árida monotonía que Public Enemy también tenían). Hay que decir que M.I.A recoge elogios en base a unos ritmos ya utilizados por Roots Manuva (pobre, siempre le roban la idea). Minimalismo percutivo a cara de perro, que resulta estimulante e invita a practicar esos bailes caribeños tan de moda hoy. Con conciencia política, eso sí. Una especie de reguetón distorsionado via Roland, cortesía del Big Dada DJ Diplo. Alegra saber que no sólo de la Iglesia Evangélica vive este ritmo.

La voz crispante de Maia, profusa en gallos, es ante todo agridulce. Y sus recitados son certeros. Lo tiene todo para entrar de improviso en las discotecas de aquellos que generalmente no saben nada de lo que ocurre ahí fuera, y además les importa un carajo (justo lo que quieren los evangélicos, vaya). ¡Pues que despierten! Como siempre, esto llena las portadas de las revistas fashion , y el veto de los grandes medios de difusión está asegurado, pese a que sería deseable verla ahí, para despejar el panorama de vulgares J-Los.

Esperaremos a ver cómo lo monta en el Sónar para valorarla en su justa medida. La revolución sin la mujer no es revolución.

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