MAD Live! By Sony – Barclaycard Center (Madrid)
Matt Berninger, cantante de The National, es el nuevo y flamante personaje, ídolo pop, que cautiva todas las miradas y emociones en el mundo del rock independiente. El nuevo Julian Casablancas, el Kurt Cobain cuasi formal, el nuevo Jack White.
Su carisma, ese halo misterioso, taciturno, su voz de tenor, sirven como la mejor batuta ondeante para orquestar la maquinaria que se esconde en los recovecos áridos y nada sencillos de la música de The National. El último gran grupo independiente de esta década. El que resultaba el gran reclamo de la noche, llegó y triunfó elevando hasta los topes el público que pocas horas antes ya había agotado todas las entradas de este minifestival de un día, que con sólo un escenario en el Barclaycard Center (Palacio de Deportes de Madrid) trajo el colorín musical al otoño de la capital.
The Kooks, Mando Diao, Cycle, Grises, The Orwells, y así durante ocho horas de retales de actuación que terminó cosiendo a la fuerza bruta el bueno y desatado de Matt con la compañía, claro está, de las guitarras de los hermanos Dessner. Desde Brooklyn con amor y más en concreto desde la publicación de High Violet (2010), los americanos han logrado posicionarse en el corazón de todos gracias a unas melodías nebulosas y ese gemir tan certero que arrastran las letras de sus canciones. La elegancia negra del pop. Elegancia que no duda en perder los papeles para quemarse la garganta al grito de «Squalor Victoria». Pena que su sonido fuera el más insoportable y peor construido de toda la noche. Cuando arrancó su concierto las caras eran de perplejidad, habiendo disfrutado de momentos tremendamente claros en cuanto a sonido con algunas de las anteriores actuaciones. La nota de color dentro de los claroscuros de The National, la dio el genio de Sufjan Stevens que como timonel de las teclas engrandeció temas ya de por sí muy solventes en directo como por ejemplo «Ada». Y ya para el final, habiendo el público recibido prácticamente todas sus canciones con idéntico entusiasmo, llegó el momento más esperado, ese dejarse querer entre el público mientras el bueno de Matt cantaba «Mr. November» o «Terrible Love».
Le fue imposible volver a escena como suele acostumbrar por el inmenso tumulto formado a su alrededor, pero el broche con la versión karaoke de una de sus canciones más brillantes «Vanderlyle Crybaby Geeks», hizo que llegado el fin, simple y llanamente gritáramos al unísono que les amamos. Los segundos espadas, que casi aglutinan tanto o más público que The National, fueron The Kooks esos eternos jóvenes llamados a ser los nuevos Arctic Monkeys y que sin lograr tanta proeza, hincaron bien el diente a su sonido, con un ruido cada vez más rockero y menos dado a la jarana ligera de los ritmos festivaleros. Incluso asomaron tímidamente ritmos negroides.
Por supuestísimo que «Naive» y «She Moves on Her Way» nos trasladaron por momentos al Festival de Benicassim, por poner un ejemplo, pero a juzgar por lo que vimos y oímos, creo que la madurez estilística está llamando a su puerta. Mando Diao vinieron a desplegar todo el efectismo pop que no se les recordaba, y dieron la primera gran actuación de la noche. De blanco, con un escenario customizado para la ocasión, no dejaron ni un pelo sin alterar con unos ritmos cada vez más bailongos, olvidando cada vez más ese inicio rocker con el que se les comenzó a oír fuera de su Suecia de origen. Pero si de algo pueden presumir ellos más que ningún otro de sus compañeros de cartel es de tener dos himnos contemporáneos, que como era de esperar con sólo oír los primeros acordes de «Dance with Somebody» y «Gloria», el público convirtió su concierto en la zona cero de la fiesta de este festival. Como anécdota se subieron a Zahara a cantar con ellos y se atrevieron con el español, un gesto que ahora que el populismo está tan en boga, les ayudó a conseguir puntos para alzarse con el segundo premio de la noche.
El premio de consolación les tocó a Cycle, la banda madrileña, con un lujo de espectáculo que incluía un ballet propio, coreografiado incluso, sonaron contundentes. Claro que David Kano, no es un cualquiera, pero también sus nuevas canciones andan perdidas entre un rock electrónico y una electrónica rasgada que no termina de encajarse en ningún asiento. Eso sí, si antes hablábamos de himnos, los de Madrid no se quedaron cortos al azotar al público con su enérgico y nada olvidado «Confusion» que desbarató la ya de por sí desordenada algarabía del numeroso público. Hubo más españoles sobre las tablas.
Pudimos acudir al concierto de Grises (antes llegaron Belako, la nueva sensación, pero desgraciadamente los problemas de movilidad de esta ciudad de Madrid nos impidieron llegar a tiempo para contaros su actuación). Sorprendentemente cambiados, Grises pusieron el acento en los ritmos de baile, más que en las seis cuerdas, desplazando esas querencias guitarreras, se aproximan cada vez más a la nueva ola de músicos que cada vez más buscan el efectismo del ritmo en los directos, sabedores de que se juega así a caballo ganador. Y de hecho no les fue del todo mal, de hecho, no les fue mal en absoluto, aunque echamos en falta poder terminar el concierto tarareando alguna de sus canciones, y eso que al menos «Animal» era conocido por un buen número de aficionados.
Demasiadas cosas sonando a la vez. Los que pudieran resultar prácticamente unos auténticos desconocidos The Orwells, en realidad tienen a sus espaldas ya unos años de carrera, que entendemos se basa más que en la fórmula de la Coca-Cola, pues su música resultaba convincente pero totalmente random, su fama se asienta en tener un frontman de lo más variopinto, a medio camino entre Mick Jagger y una New York Doll.
Desde Chicago, potentes, convincentes pero hasta el momento, poco memorables.