Mark Lanegan Band – Blues Funeral (4AD)
Aunque muchos han querido ver un volantazo de estilo en Blues Funeral (4AD, 2012), el flamante nuevo disco de Mark Lanegan tras ocho años sin entregar un álbum con su propia firma, no hay nada en sus doce nuevas canciones que no haya sido el resultado de un lento giro estético. El viraje hacia la electrónica como adicional herramienta expresiva había comenzado en Here Comes That Weird Chill (Beggars Banquet, 2003), el fabuloso EP que avanzaba Bubblegum (Beggars Banquet, 2004), último álbum hasta la fecha, y continuó de forma intermitente durante su posterior, abultado y ecléctico goteo de colaboraciones con otros artistas.
Blues Funeral viene, pues, precedido de un buen número de pistas que nos permitían adivinar hacia donde se encaminaba el sonido de ese ir y venir de músicos invitados que conocemos como la Mark Lanegan Band, liderada por el siempre enigmático cantante de Seattle. Asi, a lo largo de la presente década, Lanegan había puesto ya su hondo estilo vocal al servicio de Soulsavers, proyecto electrónico conducido por los ingleses Rick Machin e Ian Glover, al tiempo que dejaba caer alianzas efímeras con UNKLE o Bomb The Bass, a menudo en forma de canciones aisladas.
Ahora, este histórico del rock alternativo amplia y perfecciona un lenguaje en el que parece sentirse cada vez más cómodo. Y lo hace renovando su confianza en el productor y multiinstrumentista Alain Johannes, quien ya se había encargado de dibujar en “Bubblegum” un oscuro paisaje poblado de baterías electrónicas, sintetizadores y loops. Texturas similares a las que ahora constituyen el armazón sobre el que se sostiene el disco, un trabajo significativamente compuesto en su origen con el teclado y no con la guitarra como viga maestra.
Por lo demás, ya lejos del rugido grunge de Screaming Trees, su banda de juventud, Mark Lanegan ha editado un álbum que está en perfecta sintonía con su anterior y ya dilatada discografía en solitario. Bajo su impresionante uso de ciertos elementos sintéticos, Blues Funeral no constituye sino un brutal tratado de blues-rock oscuro, denso y sin grietas, que podríamos entender como la culminación de su estilo.
Cierto: en su nueva colección de canciones hay pequeños shocks iniciales. Así podemos entender su improbable acercamiento a la pista de baile en “Ode To Sad Disco”, cimentada sobre una referencia explícita al score que el músico danés Keli Hlodversson compuso para “Pusher II”, película que el hoy laureado Nicolas Winding Refn rodó siete años antes de la omnipresente “Drive”. O hallazgos de producción que parecen citar a Flood, el hombre que en calidad de productor, músico o ingeniero de sonido ayudó a dar forma a discos clásicos de Depeche Mode, Erasure, PJ Harvey, Nine Inch Nails o Nick Cave.