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Mick Harvey & Amanda Acevedo + Moves (16 Toneladas) Valencia 16/05/24

Nada es lo que parece. Esa premisa, si la siguiéramos y no nos empeñárams en tropezar, como buenos seres humanos, en la misma piedra, serviría para mucho. Por ejemplo, para no crearse expectativas, que es justo lo que me pasó a mi al encarar este concierto de Mick Harvey en mi ciudad, Valencia. Veamos: músico australiano (para mi, algo muy importante, no sé para ustedes), legendario como pocos, sideman de Nick Cave, productor de PJ Harvey, reputado amante de Serge Gainsbourg, afinado revisionista de las canciones de otros, musicazo… Demasiadas cosas son esas como para no crearse expectativas ¿No creen? Pero, puñeta, en esta vida nada es lo que parece.

Y yo debería haber seguido esa premisa, pero el caso es que no lo hice. Y encima me empeñé en buscar setlists de conciertos pasados, vídeos de lo mismo, todo tipo de información. Y debí haberlo dejado correr. Haberme ceñido a que sus discos están ahí para escucharlos, entre ellos uno de hace un año junto a la persona que venía a acompañarle, la mexicana Amanda Acevedo, y otro que salió hace unos días a su nombre y bajo el título de Five Ways To Say Goodbye, como siempre con algún que otro original y un buen puñado de versiones, muchas de artistas australianos, como él.

Si me hubiera ceñido a eso, no hubiera esperado una banda. Si no me hubiera fijado en el cartel previo al concierto, no me hubiera sorprendido de encontrar unos teloneros no anunciados en el evento, si me hubiera dejado de monsergas, no hubieran habido expectativas. Pero las había. Y eso me provoca sentimientos encontrados.

Para empezar, los teloneros. La banda Moves, de Barcelona, a los cuales en ningún lado vi anunciados previamente, venían con formato reducido, que incluía a la guitarra a mi muy, muy admirado Vicente Maciá, alias Pigmy (háganse un favor, busquen su música), a presentar su nuevo disco The Challenge. No formaban parte de mis expectativas, y claro, me costó algo entrar en su show. Pero acabé haciéndolo gracias a su perseverancia, defendiendo unas canciones que a buen seguro ganarán en gran formato, pero que aquí supieron aderezar a base de guitarras afiladas, las que tocaban Maciá y Matías Segovia, el teclado de Freddy Forner y, por supuesto, la personal voz de Jacqueline Seligmann, la holandesa a medio camino entre Ute Lemper, Marianne Faithful y Nico, que nos llevó a su terreno con una poderosa presencia escénica y su intensa interpretación.

Gran y adecuada, aunque inesperada, apertura, que sirvió de aperitivo a lo que estaba por venir, que, cuál no sería mi sorpresa, no tenía nada que ver con lo que esperaba. Yo esperaba banda completa acompañando al dúo formado por Harvey y Acevedo y no, para nada. Me encontré con un cuarteto de cuerda -además, de “la terreta”, como decimos por aquí, nada menos que escogido entre el alumnado de la Berklee de Valencia- que acompañaba a un Mick Harvey de cara siempre fresca e ingeniosa, enmarañada cabellera blanca, que blandía una guitarra acústico-eléctrica Fender y empezó, sin Amanda, a desgranar el repertorio de su ultimísimo disco.

Con una actitud entre despreocupada y campechana, pero sin el más mínimo resbalón, el australiano comenzó a musitar “Heaven’s gate”, pieza que nos sitúa perfectamente en ese contexto, de nuevo inesperado, y que sin embargo, comenzó a cuajar con plena facilidad, gracias a esos arreglos de cuerda tan bien ensamblados con un disco que en cuanto a instrumentación ofrece mucho más. Sin embargo, nada daba la sensación de que faltara algo. He ahí la maestría de un músico (y no lo olvidemos, productor) que se las sabe todas para llevar cualquier canción a su terreno, en cualquier lugar y situación.

Lo mismo sucedió con la bonita “When we were beautiful and young”, otro de los originales escritos por él en el disco,  en la que recuerda a gran parte de las personas de su pasado, como Rowland S. Howard, o Anita Lane, y que ya no están. Emotivo pasaje, que dio entrada a otro recordatorio: “Photograph”, una de las canciones que integraban A Little Madness To Be Free, fantástico disco publicado en 1984 por The Saints, la mítica banda del también recientemente desaparecido Chris Bailey, a quien Mick Harvey dedicó esta interpretación.

Llegó el momento de dar entrada a la compañera escénica del cantautor, una Amanda Acevedo enfundada en vestido azul muy brillante, que con su languidez y voz de timbre grave e imponente conquistó rápidamente un escenario que empezaba a entrar en calor. “Milk and honey”, una de las piezas centrales del disco que hicieron juntos el año pasado, Phantasmagoria In Blue, fue la escogida para iniciar un set de duetos que siguió con la original de Lee Hazlewood “Dirtnap shores”, “Phantasmagoria in 2” y su curiosa adaptación de la muy ochentera “Love is a battlefield”, de Pat Benatar.

Muy bien todo, pero no pude evitar tener a estas alturas cierta impresión de “planicie” en el show, al que, sí, las cuerdas aportan elegancia, el porte de Mick y Amanda es indiscutible, las canciones son buenas, pero todo suena igual, sin altibajos, sin sorpresas. Y así seguiría, con esa correcta tibieza, mientras transitábamos por otras adaptaciones, como “A suitcase in Berlín”, que cantara originalmente Marlene Dietrich, o las muy celebradas versiones llevadas al inglés del “Unicornio azul”, de Silvio Rodríguez o el “Al alba” de Aute, que aquí, como supondrán, fue coreada hasta la extenuación.

Especialmente bonita sonó “We had an island”, de la poco conocida banda alemana Fatal Shore, como también lo hizo “Setting you free”, del nunca suficientemente reivindicado David McComb, que capitaneara una de las mejores bandas australianas que se pueden descubrir y escuchar, The Triffids. Esto precedió al turno de bises, que fueron iniciados con una sorpresiva versión de Mano Negra, “Out of time man”, un momento muy pop a dos voces que fue seguido por la obvia elección de Gainsbourg, músico al que el australiano ha dedicado nada menos que dos álbumes enteros a lo largo de su carrera, del cual sonaron “La chanson de Prévert” (aquí “Pervert’s song”) y, claro, un “Bonnie and Clyde” que puso esa obligatoria guinda coreable  al pastel. Un pastel que, la verdad, no sé si debido a esas malditas expectativas o qué, no terminó de saberme tan dulce como esperaba. En todo caso, ya hemos visto a Mick Harvey. Espinita desclavada y tal. Ya podemos pasar a otra cosa.

Fotos Mick Harvey & Amanda Acevedo + Moves: Susana Godoy

 

 

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