Optimus Primavera Sound 2013. Asistimos a la cita portuguesa
Intro
La versión lusa del festival barcelonés repetía cita en el mismo recinto que la edición anterior, manteniendo el nivel de artistas y superando en organización (y ya era difícil con el nivel del año pasado) y calidad ofrecida a los asistentes al evento.
Estuvimos los tres días y te lo contamos aquí.
Jueves 30 de mayo
Con la hora justa de ver el concierto de The Breeders llegaba al increíble Parque da Cidade, un entorno magnifico de bosques, paseos, praderas e incluso un lago, aunque el lado de este último no entra dentro del recinto del festival.
Así a primera vista, pude observar que este año 2013 la organización en colaboración con la marca Optimus, continuaba regalando la que, sin duda, se ha convertido en un símbolo de identidad del festival; la clásica bolsa de Picnic que se transforma en mantel, coloreando de color naranja las praderas del mencionado parque. The Breeders estaban a punto de comenzar su actuación en el escenario principal; el Palco Optimus, congregando a multitud de fans en primeras filas dispuestos a cantar entero el que fuera su mejor disco; Last Splash. Y así lo anunciaba Kim Deal en básico Portugués, antes de comenzar con «New Year» y «Cannonball», para regocijo de los admiradores de las hermanas Deal. Un sonido más que aceptable y la entrega total por parte del público no fueron suficientes para que The Breeders ofrecieran una actuación apasionada o, como mínimo, creíble. Las constantes paradas interminables entre tema y tema y cambios de instrumentos dieron al traste lo que podía haber sido una actuación memorable. Y es que no siempre la nostalgia lo tapa todo.
Si hay algo de lo que se pueda acusar a los australianos Dead Can Dance no es precisamente de no ser eclécticos, su música, para bien o para mal, luce un crisol de influencias, raras veces vista sobre un escenario, y más en un festival al aire libre. El caso es queLisa Gerrard (vestida como si fuera a una ópera) y Brendan Perry consiguieron llenar la explanada del otro escenario activo (en la primera jornada sólo había dos escenarios funcionando) de incondicionales que parecieron estar en éxtasis durante todo el concierto. Su música nada convencional y sus formas barrocas consiguieron un imposible en otros lugares; que la gente estuviera en silencio durante todo el tiempo que ocupó un concierto de esas características, con la única salvedad de un pequeño grupo de tres o cuatro integrantes que fueron increpados por cierto sector del público al no parar de hablar al comienzo del set. ¿Os imagináis la nacionalidad de estos? Lo dejo que lo penséis.
El contrapunto necesario a Dead Can Dance lo puso su compatriota Nick Cave y sus Bad Seeds en el escenario principal. El australiano cumplió todas las expectativas con creces y ofreció uno de los conciertos más impecables de todo el festival. No tuve más remedio que recordar una crónica leída hace unos días, en la que se relataba que Cave suele salir bebido a escena. Poco conoce el cronista firmante al australiano, solo que en directo es un animal de escenario consagrado al Rock & Roll, a la altura de iconos como Iggy pop o Lux Interior. Pero hablando de su concierto en Oporto, el set comenzó tranquilamente con «We No Who UR», para seguir con «Jubilee Street», y fue a partir de los últimos compases de esta que se convirtió en una auténtica salvajada , tanto por los temas, como por la fuerza desplegada por Nick Cave, o la actitud, siempre al borde del colapso, de su inseparable Warren Ellis que no paró en todo el concierto de machacar instrumentos diversos, haciendo especial hincapié en el violín que utiliza como una metralleta sonora. Salvajes, elegantes, certeros… Nick Cave & The Bad Seeds.
Uno no puede ocultar su simpatía hacia el desgarbado Bradford Cox al frente de sus Deerhunter. Su trayectoria discográfica les avala, además, como una de las bandas primordiales del actual Indie Rock Usa (perdón por el uso de tan manida etiqueta) a la vez que sus directos suelen ser vitaminados y llenos de ilusión. Pero era inevitable no acordarse de la barbaridad vista hacía escasos minutos en el otro escenario y pensar «¿Qué demonios hago yo aquí?». Obviando retortijones mentales de un servidor, Bradford y los suyos ofrecieron un concierto más que correcto, algo frio en ciertos momentos, y con escaso público enfrente. Aunque con temas como: «Revival», «Dream Captain» o «Sleepwalking», como armas, pueden salvar la noche a cualquiera, eso lo sabemos todos, hasta la inseparable guitarra Vox Phantom de Bradford.
Una vez metido en el foso del escenario Optimus para hacer unas fotos al último artista del jueves, James Blake, y ver enloquecer a las fans con cualquier movimiento del susodicho, uno se pregunta por el sentido crítico de cualquier fan acérrimo, sea del cariz que sea, y se plantea ciertas cosas. En lo estrictamente musical, el joven James Blake ofreció un concierto correcto dentro de los parámetros que cabían esperar de él, sacando partido a grandes temas como: «I Never Learnt to Share», o «To the Last», así como al truco de hacer loops con su voz, para alborozo de las fans. No obstante no es un artista adecuado para cerrar una jornada de festival, lo miremos por donde lo miremos.
Viernes 31 de mayo
En la segunda jornada del Optimus Primavera Sound los cuatro escenarios ya estaban echando fuego desde hora muy temprana, por los dos escenarios grandes ya habían pasado: la banda lusa Memória de Peixe y Neko Case y un servidor se disponía a dar buena cuenta del concierto, en el escenario All Tomorrow´s Parties, de Daniel Johnston, artista que ya no necesita de presentación. Los niveles exigibles a otros artistas no se le pueden pedir al norteamericano, la atmosfera que se respira en el Planeta Johnston no es la misma que se pueda respirar en el universo de cualquier otro. Y, ojo, que no hago esta introducción porque se le pueda achacar algo al concierto, porque si hay que buscar un adjetivo para el mismo, este sería: bonito, ni más ni menos. Arropado por una banda más que solvente, Daniel Johnston dio un concierto sincero, sin artificios, entrañable, luchando contra ese temblor de manos que prácticamente le hace no poder sujetar el micro, disimulándolo como podía con el movimiento de su cuerpo.
Casi al final del set, decidí irme al escenario principal para ver si me daba tiempo a ver algo lo que todos se empeñan en ver como la gran «esperanza blanca» del Indie norteamericano; Local Natives. Craso error, sólo me dio tiempo a llegar a constatar su poder de convocatoria y la última canción, es lo que tienen las coincidencias en los escenarios en los festivales.
Justo al lado comenzaban a calentar los neoyorkinos Swans, liderados por el carismático Michael Gira. Estos tipos están majaras, sólo así se explica que comenzaran su concierto con «To Be Kind» a un volumen tan atronador como si hubieran acordado la intención de rompernos a todos los tímpanos. La intensidad que destilan Michael Gira y los suyos en directo es directamente proporcional a los vatios que sueltan por sus amplificadores, y así lo demostraron con un set sin tiempo para las paradas ni concesiones al «buenrollismo». La doble percusión es algo que te martillea tanto, especialmente en temas como: «She Loves Us», que al final del concierto no sabes si tomarte una aspirina o irte a otro escenario más amable. Brutales.
Como no era cuestión de parar, me decanté por la segunda opción y mis piernas me desplazaron al Escenario Pitchfork, donde tenía lugar el concierto de Melody´s Echo Chamber; el proyecto en solitario de la encantadora cantante francesa Melody Prochet. Space Pop luminoso con reminiscencias Psicodélicas y Folkies para un concierto sobrio y simpático a partes iguales. Empezar el set con píldoras pop como «I Follow You», «Endless Shore», «Bisou Magique», o una de las joyas de su debut; «Some Time Alone, Alone», claro que ayuda, desde luego, pero el oficio que tiene Melody, a pesar de su juventud, sobre las tablas, no es nada desdeñable. Cuando nadie se acuerde de Tame Impala la recordaremos a ella.
El Escenario Optimus acogía ahora la propuesta neo folk de los neoyorkinos Grizzly Bear, en primera fila un joven agitaba sus manos con una camiseta muy ingeniosa que rezaba el juego de palabras Grizzly Beer, en la que un oso mordía una botella de cerveza, más tarde me enteraba de que dicha camiseta estaba patrocinada por Super Bock. Anecdotario aparte, el cuarteto de Brooklyn ofreció su lado más Pop y menos experimental con un set basado prácticamente en en su último álbum; Shields, a excepción de algún tema de álbumes anteriores como: «Cheerleader» o «Ready, Able». El resultado final, desde mi punto de vista, fue que el escenario grande les vino eso, grande.
Mientras el recinto del Parque da Cidade iba acogiendo al más amplio número de almas que haya podido absorber en cualquiera de sus días, incluyendo el año pasado, me daría tiempo a ver parte de dos conciertos de dos bandas, que, respectivamente, esgrimen el Rock musculoso como actitud vital. Por una parte Metz, uno de los últimos fichajes del histórico sello Sub Pop. Si el año pasado fueron los Black Lips los encargados de poner patas arriba el único recinto techado, en esta edición fue el joven trio el que asumió ese papel, siempre tan necesario en los festivales, de gamberrismo e inmediatez Punk, propiciando que algunos de sus fans acabasen en el foso entre el escenario y las vallas de contención, o en manos del personal de seguridad. Los han comparado con Shellac, Pixies o Refused, los llaman Noise, Indies, Neo Grunges… pero son Rock & Roll por los cuatro costados, tanto a nivel musical como en actitud. Atentos a ellos.
Y por otro lado, en el Ecenario ATP, a los míticos Meat Puppets, que, con los hermanos Kirkwood a la cabeza, dieron un concierto muy parecido, en cuanto a la elección del setlist, al que pudimos ver en Madrid el año pasado. Los de Arizona demostraron, ante un público más numeroso del que habitualmente va a verles a las salas cerradas, porqué su nombre es mencionado por grandes bandas como referencia. Imprescindibles.
Y efectivamente llegaba la hora del cabeza de cartel indiscutible de la jornada, o si se prefiere uno de los cebos mediáticos (porque no decirlo) de esta edición del Optimus Primavera Sound; Blur. El director del festival ya había comentado en alguna entrevista el presumible número de abonos que se habían vendido en el Reino Unido gracias al concierto de los británicos, y así fue; muchos fans venidos de las Islas esperaban ansiosos la salida a escena del cuarteto. Como profesionales del Show Business que son, Blur no se anduvieron por las ramas y echaron mano de su extensa maleta de éxitos, como no podía haber sido de otra forma. Así; «Girls & Boys», dio el pistoletazo de salida para lo que sería toda una noria de temazos incontestables entre los que no pudieron faltar: «Beetlebum», «Coffe & TV», «Country House», o «Parklife».
Damon Albarn y los suyos ya hace tiempo que se pueden permitir llevar una sección de vientos incluida, y un coro de góspel para la mayoría de los temas, que no restan ni un ápice de dinamismo a las canciones, y así lo demostraron con un concierto que pone patente su buen momento de forma. ¿Volverán a grabar juntos? Para los bises se dejaron otra batería de temas imprescindibles: «Under the Westway», «The Universal», «For Tomorrow» y la inevitable y previsible «Song 2».
Después de vibrar al ritmo de Blur lo mejor era ver la propuesta del dúo de Oregon; Glass Candy, a los que siempre es difícil tomare en serio, no hay más que ver su puesta en escena o su empeño en reivindicar el «Italodisco» a golpe de cadera de su cantante Ida No, o a ritmo de Soft Techno Pop del maestro de ceremonias Johnny Jewel a los mandos de teclados, samplers y otros avances sonoros de la técnica. Concierto simpático y con muchos más admiradores de los que hubiera imaginado.
Sábado 1 de junio
Llegaba la última jornada del festival, repleta de bandas veteranas y otras a descubrir. En lo tocante al escenario Optimus los primeros en estrenarlo esta vez serían los barceloneses Manel. La pregunta estaba clara ¿Habría alguien interesado en verles, aparte del público español en el festival? La respuesta fue evidente al ver a unos pocos de cientos de personas de pie ante el escenario con el resto del público sentado en la pradera y en la montaña de enfrente. Con todo y con eso Manel dieron un concierto con un sonido impecable y una ejecución de las canciones que ya quisieran si mismos muchos. Pocos admiradores pero lo suficientemente escandalosos como para cantar a grito pelado todas las canciones, en especial con la que se despidieron; «Teressa Rampell».
A pocos metros ya se preparaban para salir, con una puesta en escena y un estilo radicalmente opuesto a los catalanes, los australianos The Drones. No hubo más que fijarse en el cantante y guitarrista Garet Liddiard y su empeño en soltar un «Fuck You» con todo fotógrafo que se cruzaba en su camino, y en escuchar los primeros compases de «I See Seawed», para saber que estábamos ante el concierto «difícil» de la jornada. Dicho y hecho, The Drones dieron un recital enérgico, cargado de mala uva, áspero y nada asequible, acercando las delgadas líneas que unen el Garage y el Punk con el sello inequívoco de calidad que suelen portar las bandas de las Antípodas. Geniales.
Como no era de recibo irse de Oporto sin visionar alguna de las bandas lusas que había en el cartel, me acerqué al escenario ATP para disfrutar de algún tema de la formación portuguesa de Post Rock; Paus. El cuarteto se notaba que jugaba en casa y, arropados por sus compatriotas, empezaron a repartir cera sónica desde el primer minuto de actuación con dos baterías al frente de la formación.
Llegaba la hora de una cita ineludible para el que esto suscribe; J Mascis al frente de sus Dinosaur Jr, una banda, me atrevería a decir; infalible en directo, como lo volvieron a demostrar en su cita portuguesa. Con un setlist plagado de guiños al pasado y con un J Mascis siempre parco en palabras (su guitarra habla por él) los de Massachusetts no desperdiciaron ni un solo minuto de actuación en detalles superfluos que no fueran machacar a la audiencia a base de bajo saturado, batería metralleta y guitarra killer. J Mascis siempre rodeado de esa pila de amplis Marshalls (la mitad de attrezzo, por cierto) atacó canciones ya inmortales como: «Out There», «Feel the Pain» o «Budge» mezclándolas con otras nuevas como: «Watch the Corners». Desmadre generalizado al homenajear a The Cure (como casi siempre hacen) con «Just Like Heaven» y con uno de sus primeros hits; «Freak Scene» y pogo masivo en primeras filas para finalizar, con su versión de la banda de hardcore primitivo The Last Rights, haciéndose acompañar por el cantante de Fucked Up. Bestial es poco.
Ni cincuenta metros separaban a los norteamericanos de Los Planetas, el mismo J se ha declarado admirador de Dinosaur Jr en más de una ocasión, y así lo demostró no perdiéndose ni un minuto de actuación de estos. Los de Granada (Graná para los amigo) tenían la difícil tarea de actuar en el otro escenario principal a una hora en la que toda la jornada estaba ya en marcha, y después de una maquina apellidada Mascis. Pero tenían como garantía tocar uno de sus grandes discos; Una Semana en el Motor de un Autobús, y ante una audiencia mayoritariamente española, no nos engañemos. Con una puesta en escena impecable muy por encima de la media, y muy original, con unos visuales que iban desarrollando una historia, los «granainos» comenzaron con «Segundo Premio», metiéndose, al primer toque de batería, al respetable en el bolsillo. El resto ya lo sabéis; el disco entero de principio a fin. Dos únicos peros: el sonido no les acompañó y fue algo deficiente si te alejabas un poco del escenario, y en los bises (de las pocas bandas que los tocaron) se decantaron por su vertiente de raíces con «Ya no me asomo a la reja». J, tío, que tenías a un público enfrente con ganas de algo más nostálgico.
Explosions in The Sky se han ganado a pulso eso de ser un referente en el Rock instrumental alternativo, tanto por sus discos como por sus conciertos incendiarios. Para la ocasión, los de Austin también echaron mano de visuales en las pantallas y el escenario, que hacían de complemento ideal para canciones de belleza difícil de cuantificar como: «Postcard from 1952» o «Your Hand in Me». Todo un regalo para los oídos de los amantes de las luchas de guitarras.
Había oído hablar mucho de las londinenses Savages como herederas del Post Punk británico de finales de los setenta/principios de los ochenta y no decepcionaron ni musical ni estéticamente. Aunque es inevitable acordarse de Siouxie, cuando ves y oyes a la cantante, no hay que negarlas su propio toque personal que imprimen a sus canciones cortas y directas. No han descubierto nada nuevo ni van a salvar el devenir de la historia de la música, pero unas jóvenes punkies siempre son bienvenidas.
De unas practicantes de Post Punk, a unos ex de esta disciplina estética y musical, me refiero a los neoyorkinos Liars, que han dejado por el camino la música que les cobijó al nacer como grupo y se han lanzado a la pista de baile sin paracaídas ni nada que los frene. Su actuación fue poco más que una tomadura de pelo sin pizca de gracia, aunque siempre habrá quien diga que fue minimalista y pura.
Nurse with Wound ejecutan desde hace años musical experimental, y ya hay quien les ha calificado de «Surrealismo Sonoro». Pero para surrealista las caras de algunos despistados que se dejaban caer por el escenario ATP a la hora de su concierto. Para entenderlos con tiempo y sin prisas.
Llegaba la hora de otros cabezas de cartel del festival, el caprichoso Kevin Shields y sus My Bloody Valentine, he de reconocer que me enfadé bastante cuando a poco de empezar su actuación, se anunciaba en la zona de prensa, la negativa rotunda por parte de la banda a ser fotografiados o filmados. Tanto es así, que el personal de seguridad y voluntariado había sido apostado por todo el recinto para impedir que cualquiera pudiera tomar fotos. Pero es empezar a escuchar «I Only Said» y «When you Sleep» y a uno se le pasa todo. Concierto impecable el de My Bloody Valentine, en su vertiente más (increíble) cristalina y limpia, lo cual no fue óbice para que se despacharan a gusto con algunos momentos de noise marca de la casa como: «You Never Should», «Feed me with your Kiss» o la apoteósica «You Made me Realise», me hubiera podido quedar a vivir en ese bucle sonoro de casi diez minutos que se marcaron en mitad del tema. Odiosos y encantadores. Grandes.
El Primavera luso tocaba a su fin y, como al reo condenado que sabe que se le acaba el tiempo, decidí acabar con algo que me volara la cabeza, aunque sólo fuera por unos minutos. En el escenario ATP me dio tiempo a ver los últimos coletazos del concierto de Titus Andronicus, poderosos quinteto de Punk de New Jersey que no paran de moverse por el escenario en un ejercicio complicado de mantenimiento de equilibrio y cordura musical.
Y ya para finalizar, los últimos minutos de la descarga de Fucked Up en el escenario Pitchfork, con un Damian Abraham, al que ya vimos en acción con Dinosaur JR totalmente desatado pegándose la paliza entre el público. La organización del festival ha hablado durante los días posteriores de la edición de la consagración del Optimus Primavera Sound, no es de extrañar, la afluencia de público ha sido mayor que el año pasado y no sólo se ha mantenido el nivel de organización, se ha superado, con unos pluses que muchos festivales no pueden o no quieren permitirse. El festival de Oporto está siendo llamado a ser una de las grandes citas europeas entre el circuito de festivales, al tiempo.