Paraíso 2019 (Campus de la UCM) Madrid
Paraíso Festival se presentaba en su segunda edición con una clara intención de expandirse y afianzarse. A ello ayudaba un cartel que no escatimaba en grandes nombres y, a la vez, en la inclusión de otros nuevos del panorama musical. Su apuesta polimórfica y a la vez cohesionada por el rico y siempre inquieto paraguas de la electrónica nos traería dos jornadas excitantes en las que moverse entre escenarios, llegar al recinto y utilizar sus instalaciones se realizaba con total comodidad huyendo de una masificación que termina en ocasiones lastrando la experiencia.
El viernes la propuesta de primera hora de la tarde suponía una de las primeras disyuntivas difíciles: elegir entre el deep house estimulante de Maribou State o el future garage, ideado por el sacrosanto Burial, traído de la mano por el canadiense Jacques Greene para este Paraíso Festival. Apreciando de refilón las evoluciones de los británicos Maribou State, al final elegí la segunda opción y me acerqué hasta el escenario club. Un live con cierto aroma de sesión que se fue creciendo poco a poco e invitó a los primeros bailoteos de la jornada con una propuesta que, posiblemente, hubiera sido más agradecida al amparo de la noche.
Y sin tiempo de respiro casi, otro de los shows que más ganas tenía de ver: el de la inglesa IAMDDB, una fusión rica de R&B contemporáneo, cloud rap, soul, trap, una amalgama postmoderna que funciona dentro del contexto sin problemas y en la que, obviamente, el oyente tiene que empatizar. SI quieren acercarse a su propuesta, les recomiendo su nuevo disco para este ejercicio 2019, Swervvvvv.5. Disfruté su energía, desparpajo y entregada audiencia joven, si bien los veteranos prefirieron decantarse por la opción en el escenario principal de Bob Moses. Tom Howie y Jimmy Balance defendieron una propuesta que mezclaba acústica y electrónica, una suerte de fibroso synthpop con dosis instrumentales orgánicas. Me resultaron interesantes a ratos, intrascendentes a otros. Quizás es cierto que mi ansia por ver a Chvrches por primera vez en directo me hizo mella durante el concierto del dúo canadiense.
Y allí estaba, en primera fila, listo para disfrutar del trío escocés. Lauren Mayberry llegó como un ciclón, rebosante de carisma escénico y acompañada por sus fieles escuderos Iain Cook y Martin Doherty tras los sintetizadores. Un batería integrado aportaba músculo y hechuras de banda grande a Chvrches, algo que ya apuntaban sin atisbo de duda con Love is dead (18). Un concierto conciso, sin fisuras, directo a la yugular, abrigado por un sonido contundente y elástico que dejó para la posteridad interpretaciones tan intensas como “Bury it”, “Miracle”, “Forever” o “Clearest blue”. Mención especial para el conmovedor final, una emocionante “Never say die”, electrónica cantando al (des)amor, sonando crepuscular y maravillosamente trascendental. Es cierto que eché en falta alguna de las canciones cantadas por Ian y una duración algo mayor, pero eso no evitó encontrarme con uno de los conciertos del año ante una banda que no nos damos cuenta de lo que son, para mí, sin temblarme el pulso les digo que me parecen los Depeche Mode del siglo XXI. Descomunales.
Tiempo para cenar, digo seguir bebiendo, y listos para el huracán Cerrone. Bastante en boga por la inclusión de su “Supernature” en la muy disfrutable última gamberrada fílmica de Gaspar Noé, Clímax, nos topamos con una afluencia de público máxima para disfrutar del mítico creador francés. Acompañado por unos potentes audiovisuales y convencido de aportar la fiesta que ya demandaban esas horas, gozamos con un live set de altura durante una generosa hora y cuarto.
Pitando al escenario club para una de las visitas más esperadas, la de nuestro internacionalísimo DJ John Talabot. Las expectativas quizás eran muy altas para este DJ set, el más deseado para quien les escribe junto al que el siguiente día ofrecería el francés Laurent Garnier, y debo decir que me dejó algo frío. No me encontré la chispa y la sorpresa que anhelaba en la sesión, algo encorsetada, pude dejarme llevar en determinados momentos, pero siendo franco, me esperaba más.
Mejor me lo pasé con el búlgaro KiNK; un directo expansivo y frontal para esas altas horas de desfase, esgrimido a través de una conjugación casi perfecta de tech house, donde no faltaron esquirlas de acid combinadas inteligentemente con destellos IDM.
Grandísima jornada.
Raúl del Olmo
La segunda jornada del festival de electrónica comenzaba con el típico sol madrileño que nada tenía que ver con ese frío polar que se adueñó del campus de la UCM de Madrid la noche anterior.
Los hermanos de Figueras tomaban el escenario Club para enseñar lo que han estado gestando en este último año. North State, el proyecto de Laia y Pau Vehí, por fin materializaba su potencial lanzando su álbum debut el viernes. La presentación de Before the silence llega después de más de un año de actuaciones en festivales.
El dúo va perfilando su pop electrónico con una puesta en escena deslumbrante. Las voces que empastan entre ellas con una naturalidad abrumadora se mezclan entre los beats fuertes con esos contrastes acentuados marca de la casa. Temas como “Can’t forget you” y el hit “I know you” se intercalaron en un viaje que acompañaba a temas nuevos como la poderosa “PC Age” y a esos los ritmos afrobeats de “Chimes”. “Es un gustazo volver a Madrid” decía Laia, pero en realidad, el gusto es nuestro. Volver a ver al dúo encima de un escenario cerciora su talento innato y les posiciona como una de las bandas de electrónica pop de nuestro país a seguir.
Casi solapándose, la banda de indie pop inglesa SUPERORGANISM formada por siete u ocho miembros (el número varía según el concierto) aparecían con todo su arsenal de colores y formas. Durante estos dos años han estado haciendo lo que mejor saben, permanecer con ese halo de misterio que les ha hecho tener relevancia.
SUPERORGANISM es música pop, un collage de un conjunto de sonidos que encajan perfectamente en esa estética cibernética tan cuidada. Los británicos sorprenden con su ecléctica puesta en escena: luces, sonidos y destellos de originalidad se mezclan en el escenario proyectando una dosis de positivismo y frikismo a partes iguales.
“Everybody wants to be famous”, “Something for your M.I.N.D.” y “The Prawn Song” sonaban entre colores y formas. En sus visuales se pueden ver todo tipo de flores, gatos, langostas, gente surfeando en internet y todo ello con una estética de Windows 98. La multiculturalidad del grupo viene dada por la procedencia de sus integrantes, ese toque exótico que les convierte en una banda única. “Me voy a emborrachar esta noche y espero que vosotros también”, la líder de la banda, una pequeña rebelde, conseguía con su humor una enamorarnos a todos.
Rhye supuso el cambio de tercio el sábado y la apuesta más diferente para ver, oír y dejarse llevar. El proyecto de R&B electrónico del canadiense Mike Milosh (ahora sin su compañero Robin Hannibal) se consolida con su último trabajo Spirit, un álbum más introspectivo y de un tempo mucho más pausado.
Poco tiene que ver la música de estudio con la forma en la que suena en directo, en el que se añaden más matices gracias a los componentes en el escenario que acompañan y amplían el sonido. Vemos un violín, un violonchelo, guitarra eléctrica, bajo, piano, órgano, batería y la increíble y sensual voz de su líder Mike.
Lo más característico de Rhye quizás sea esa voz, esa forma de cantar tan suave, delicada, penetra en tus oídos como un ligero soplido, te atrapa y te funde con sus notas melancólicas. “The Fall” uno de los temas más coreados, cubrió de un halo especial el atardecer de la jornada, donde las delicadas “Open”, “Please” y “Taste” brillaron con luz propia. A pesar del imprevisto cuando una cuerda de la guitarra se rompía justo antes de la intro de “Phoenix”, Rhye seguían adelante con uno de sus temas más potentes. La forma de alargar las canciones, agregando sonidos en el escenario enamora, cada tema parece crecer de cero a cien, un viaje que fluye desde el despertar hasta volver a cerrar los ojos.
Y de pronto, un aire francés llegó a Madrid. Charlotte Gainsbourg es un torbellino. La británica-francesa hija de Serge Gainsbourg y Jane Birkin es directora, actriz y cantante y lo que le eches; además, posee esa luz propia de una mujer fuerte que no tiene miedo de probar cosas nuevas. Su trabajo publicado en 2017 Rest, es un álbum íntimo y doloroso que saca todos los demonios que ha llevado consigo durante los últimos años. En directo, Charlotte parece sobrevolarlos todos.
Además, está bien rodeada, la banda que le acompaña formula un pop electrónico con una puesta en escena impactante. El escenario se cubrió de unas estructuras de leds por donde la francesa se movía a sus anchas. Apenas gesticulaba, pero sus gestos delicados, tranquilos, calmados, embellecían el espacio. Con unas palabras en perfecto castellano nos presentaba su set donde no faltaron los hits “Sylvia Says”, “Deadly Valley” y la potente “Bombs away”, entre otros. También la vimos tocar el piano acompañando a su tema más polémico “Lemon incest”. Charlotte, fue sin duda, la gran sorpresa del sábado.
En el escenario de detrás, una belleza asiática enternecedora se apoderaba de todo el público que empezó agolparse en el reducido espacio. Peggy Gou se ha convertido en muy poco tiempo en una de las referencias del techno de todo el mundo. La coreana residente en Berlín tiene la fórmula para triunfar: beats de techno con matices disco y una gran personalidad a los platos.
Cuando suena su hit “It Makes You Forget (Itgehane)” es inevitable no moverse, su brillante EP ha obtenido un éxito rotundo desde su publicación y es el tema más conocido y más bailado en sus directos hasta la fecha de la coreana. También nos acompañó su último single “Starry Night”, en el que la podemos escuchar cantando en su idioma natal. Esta vez Peggy tiró de fuerza en un set de techno intenso que bien nos recordó al del Primavera Sound de tan solo hacía un par de días, por no llamarlo idéntico. La de Seúl desplegó todo su swag en un espacio que se quedaba corto para tanta gente que quería disfrutar de su sonido.
De allí nos desplazamos al escenario principal donde, con más de media hora de retraso por motivos técnicos, Mount Kimbie hacía su aparición y el público que esperaba ansioso poco a poco iba abandonando el espacio. Los que nos quedamos a verlos instantáneamente supimos que mereció la pena. Dominic Maker y Kai Campos se hicieron un hueco en la escena dubstep de Reino Unido hace más de una década y así han seguido cosechando éxitos hasta ahora. La culminación de su éxito llegó con “Love what survives” en 2017, un trabajo en colaboración con los talentosos James Blake y King Krule, entre otros.
Su ‘post-dubstep’ es visceral, la mezcla de la electrónica con sonidos exóticos con un toque de jazz y hace que la música de Mount Kimbie sea tan especial. Experimentan con distintos sonidos y matices electrónicos que se funden dejando de lado al clásico indie. La combinación explosiva de su música con las luces y visuales hizo que el directo de los ingleses fuera especial.
La jornada llegaba a su fin con varias apuestas diferentes, Pional y Mano Le tough ponían el toque de color y mientras Antal destilaba ritmos disco bajo una bola de cristal, el legendario Laurent Garnier hacía de las suyas en el escenario Paraíso.
El productor de música techno y dj francés asiduo a los festivales y fiestas de electrónica de nuestro país no podía faltar a esta cita ineludible en la capital. Durante más de 30 años su deep house, techno y trance ha hecho bailar a medio mundo.
A pesar de la bajada de volumen a altas horas de la noche, el festival despedía un segundo año exitoso, despuntando ya entre los festivales de nuestro país y asegurándose una larga trayectoria con la reciente sinergia musical con el Sónar.
Fátima Conde
Fotos: Fátima Conde / Nabscab Live Music Photography/ Rodrigo Mena Ruiz (Paraíso)
Un festival maravilloso. Me encantó
Madrid ya tiene su Sonar. Una gran noticia
Cojonudo el festival, me gustó el recinto, el entorno, la comida y por supuesto la programación. Esperando la próxima edición