Rauxa – Dins d´una peixera (Música Global)
En principio, no tengo nada en contra de la fusión o el mestizaje musical. Los productos que derivan de tal amancebamiento, de un tiempo a esta parte, no suelen ser plato de mi gusto, pero no tengo nada contra el hecho en sí. No sería coherente conmigo mismo siendo amante del rock que, a pesar de ser tantas veces alabado y puesto como ejemplo de lo “puro” y “auténtico”, surge del mestizaje entre el country y el blues. Otra cosa bien diferente es la fusión o el mestizaje como coartada intelectual, progre, moderniqui y “cool”. O simplemente como coartada, vamos. El mestizaje no se impone, se va desarrollando naturalmente con el tiempo. Así, sin forzar, nacen y nacieron en su momento subgéneros musicales como la rumba catalana.
Sin ser un gran conocedor del estilo, sé que su génesis hay que buscarla entre los gitanos catalanes de mediados de siglo. Se desarrolló en contacto con los ritmos latinoamericanos, la impulsó el mítico “Pescaílla” (más tarde marido de Lola Flores), la popularizó el no menos mítico Peret, y la llevaron a las listas de éxitos gente como Los Amaya. A lo largo de los 80 vivió un cierto declive que se intentó subsanar aprovechando las Olimpiadas del 92, pero aquello de Los Manolos, el “All my loving” y el “Amigos para siempre” fue, en mi opinión, más la puntilla que el salvavidas. Para colmo Gato Pérez, soplo de aire fresco llegado de allende los mares, había fallecido meses antes. Desde entonces los éxitos rumberos han sido pocos y tangenciales: Estopa, cuyo mérito consiste en haber dado a conocer la rumba a la chiquillería aunque en forma de pachanga poligonera, contribuyendo así a su desprestigio entre la crítica; Los Del Río con “Macarena”; Las Ketchup con “Aserejé”; tal vez la Fundación Tony Manero, aunque estos abarcan diversos géneros.
En los últimos años, sin embargo, parece haber revivido cierto interés por la verdadera rumba catalana, la de los orígenes, la que se fusiona con ritmos mediterráneos porque nace y crece al borde del Mediterráneo y no por impostura perroflautista. A ello ha contribuido la actitud de diversos sellos discográficos que, en los últimos tiempos, han venido escarbando en archivos tanto propios como ajenos y trayendo hasta nuestra época pequeñas gemas de los 60 y 70. En este sentido quiero destacar los recopilatorios “Achilifunk”, totalmente recomendables para quien desee bucear un poco en el gypsy-soul y la rumba de aquellos años. Hasta Las Grecas se han convertido en un grupo de moda.
Bueno, pues tras esta larga introducción hay que hablar del disco que me trae aquí. Dins d´una peixera (2010) es el tercer álbum de los sabadellenses Rauxa, uno de esos grupos que, en los últimos años, están contribuyendo al renacer de la rumba catalana (sin dejar de lado el mestizaje, según ellos). Con canciones en castellano, en catalán y (algunas partes) en francés, el disco suena relativamente cohesionado y sincero, aunque lamentablemente muchos de los tics que tanto detesto se hacen presentes con cierta frecuencia. Cuando se centran en un determinado estilo (la rumba de “La Plaga” o el ska de “Uiuiui”) es cuando más disfrutables me parecen, pero en general buena parte de las canciones suenan frescas y bailables. Demasiado, a veces: algunos momentos parecen demasiado calculados para su exaltación en verbenas de extrarradio (no muchos, afortunadamente), lo que me lleva a pensar que, como tantos otros, Rauxa es un grupo diseñado principalmente para ser disfrutado en directo. En esta época en la que se venden pocos discos, por no decir ninguno, no se les puede culpar por ello.
Sin ser un disco que vaya a escuchar muchas veces más, ni un grupo cuya trayectoria vaya a seguir con interés, si que al menos agradezco que sus referentes más reconocibles sean los nombres clásicos mencionados más arriba y no Ojos de Brujo, por ejemplo.