RTX – Moby Dick (Madrid)
Entramos en Moby Dick y poco antes de empezar el concierto no hay más de un centenar de personas que se dan cita en la madrileña sala para ver a RTX. Gafas de pasta, pelos alborotados y algún que otro roquero venido a menos es el público que asistió al concierto, sin olvidarnos de algunos graciosos lemas impregnados en camisetas como uno que rezaba “Emo sucks” (el emo apesta)
Antes de empezar vemos a Jennifer J. Herrera con una gorra calzada hasta los ojos que impide ver prácticamente su rostro, una especie de poncho y unos vaqueros raídos. El concierto comienza con una intro, sólo musical, para entrar en ambiente y nos encontramos en el escenario con la formación compuesta por guitarra, bajo, batería y cantante. Bueno, la verdad es que decir que Jennifer J. Herrera canta sería una auténtica ofensa hacia la gente que en el mundo de la música se intenta abrir un camino o hacia algunos cantantes ya consagrados.
Después de la intro apreciamos la inclasificable voz de la cantante, realmente no sabemos si lo que daña a su voz es un tremendo constipado que afecta a su garganta o descubrir si siempre es así en concierto o tal vez era cosa del momento.
Tras escuchar, perdón oír, esa voz tan especial intento concentrarme sólo en la música, cosa que me es harto difícil. Aunque el hard-rock puesto en escena por guitarra, bajo y batería resulta salvable la voz de su cantante echa por tierra el proyecto de la banda. Algunos de los asistentes, tras unas cuantas miradas cómplices y algún que otro comentario, deciden abandonar la sala en el tercer tema de la banda.
Ni un “hola”, ni un “que tal” ni siquiera un mísero saludo dejó salir de su áspera boca la única fémina componente de la banda norteamericana. La inexistente conexión entre los miembros de la banda hacía incrementar la frialdad y distancia entre ellos y sobretodo con el público.
Tanto guitarra, como bajo y cantante cigarro en mano miraban de vez en cuando su “set list” puesto a modo de chuleta en un papel fosforito que el guitarrista llevaba en el empeine de su bota derecha y la cantante pegado a la muñeca.
Intento abstraerme de nuevo de la voz de Jennifer pero cada vez me cuesta más. Cual es mi suerte cuando a la media hora de concierto parece que paran para volver en los bises. En ese momento pensé, por fin, descanso para mis oídos hasta que vuelvan a salir a escenario. Aunque justo cuando estoy pensando en los bises me doy cuenta de que el telón con la imagen de la sala se echa y se da por concluido el concierto.
No se si la palabra adecuada será estafa, tal vez tomadura de pelo pero desde que salí del concierto le sigo dando vueltas a la palabra que continúo sin encontrar. Después de una velada como la vivida en la sala Moby Dick la fatídica noche del 19 de febrero me voy de allí pensando que todo lo ocurrido ha sido un sueño y que todo eso no ha pasado y espero que no vuelva a suceder.