SOS 4.8 – Recinto La Fica (Murcia)
El pistoletazo de salida para los festivales de música de verano lo acaba de dar el festival murciano, que adelantándose incluso a la estación que le tocaba ¡vaya calor para ser primavera! ha sacado cabeza al resto de competidores posicionándose el primero en el calendario junto al Viña Rock (aunque juegan en ligas diferentes).
Un sol de justicia arreó a propios y extraños en la que posiblemente haya sido una de las mejores, sino la mejor, edición de este joven festival. Según los datos de la organización alrededor de 70.000 amantes de la música nos dimos cita para comprobar que como en el chiste, un inglés (Morrissey), un americano (The National) y un español (Lori Meyers) fueron los indiscutibles ganadores de este divertimiento y espectáculo musical. Un festival fácil, amable y barato, con un cartel muy potente y además bien organizado; no hay colas, ni hay cloacas, de esto deberían aprender otros hermanos mayores como el Primavera Sound. Pero el SOS sigue manteniendo el mismo talón de Aquiles, bueno, más bien dos talones de Aquiles. Por un lado la evidente escasez de alojamientos, los pocos hoteles que hay rondan una media de 200 – 250 euros el fin de semana, bastante paradójico si contamos con que el precio medio del abono ha sido de 50 euros; y por otro lado un paupérrimo sonido que en el caso del Escenario Radio3 (sí, también bastante paradójico) era ya de reclamar a Consumo. Salvando estas dos distracciones, estamos posiblemente ante uno de los eventos mejor llevados del territorio nacional y sin duda de los más completos.
VIERNES
El Viernes recién aterrizados desde la estación de tren nos dirigimos con pereza a la otra punta de la ciudad, de hecho más bien a las afueras de Murcia, al estadio de atletismo Monte Romero, en la ciudad universitaria, donde se ha emplazado el nuevo camping del festival. Con todas sus plazas agotadas desde hacía varios días, ante los evidentes problemas para encontrar alojamiento a precios populares en la ciudad, como venimos diciendo. Prácticamente el mismo tipo de instalaciones que existían en su emplazamiento original, en el estadio de la antigua Condomina. Sólo que esta vez desplazarte hasta el camping suponía que tenías que hacer encaje de bolillos entre taxis, autobuses y tranvías, mientras que desde la antigua Condomina te plantabas en el recinto del festival en tan sólo cinco minutos a pie. Por lo demás poco que objetar, más allá de las típicas peculiaridades de este tipo de alojamiento en los que por encima del insoportable calor destaca más el buen rollo, el colegueo y la empatía que se respira entre los asistentes. La vida funcionaría mejor si la consideráramos un festival de música. Verdad absoluta.
A la hora del aperitivo nos acercamos a la Plaza de la Universidad donde se habían programado una serie de conciertos gratuitos para amenizar la espera. Pero en esas horas tempranas la gente estaba más atenta al comer y a reencontrarse con los amiguetes, por lo que aunque la idea es excelente, la realidad es que todo este tinglado se queda algo desangelado, al menos en el único concierto del que fuimos testigos a eso de la cuatro y media de la tarde.
Nuestra entrada al recinto coincidió con el dj set de Virginia Díaz, locutora de Radio3, cuya selección de temas imprimía carácter a la inauguración del festival con una estupenda sesión de hits de la radio-fórmula más indie, si es que algo así existe. Prácticamente calcado a los podcast de su programa de radio, la jefa, como la llamaba el respetable, resultó una entradilla efectiva y colorida, ideal para que todos compartiéramos la alegría de poder comenzar de una vez el festival. Había ganas y bastante gente, a pesar de llevar los pitillos absolutamente incrustados en la pierna debido al sometimiento del bochornoso calor. El ambiente no podía ser más relajado y acertado. Gente holgazaneando en el césped y un buen nutrido grupo dándolo todo desde tempranas horas en la plataforma instalada frente a la cabina del Escenario Club, punto de referencia para la mayoría de los DJ´s programados en estas dos jornadas.
El primer grupo que tuvimos la oportunidad de disfrutar fue Perro. Con más ganas de fiesta aún que su propio público, fusilaron enérgicamente su único largo hasta la fecha, Tiene Bacalo, Tiene Melodía (2013). Con actitud sobrada y energía bien controlada, cercana al punk, o un punk cercano, como se quiera ver, Perro ofrecieron un perfecto aperitivo, una corta actuación que regaló todo lo que se le pide a estas horas tempranas y desagradecidas de un festival. Y claro, es que cuentan con un temazo tan incontestable como «La Reina de Inglaterra», así que cuando le tocó el turno en el concierto ya no hubo títere con cabeza, ni pie con tobillo.
Tras Perro nos fuimos a hacer tiempo en el set de Second Djs y pudimos comprobar como el recinto iba cogiendo color mientras el tipo de música que esperas escuchar ad nauseam en este tipo de eventos no se paraba de bailar, endiablados ritmos guitarreros que se abrían paso a empujones entre los ritmos más electrónicos.
De allí al concierto de Luna, (que no nos llevó a la ídem precisamente). Se les suponía uno de los delicatesen del cartel y a juzgar por lo que vimos me temo que su gira de reunión no va a dejarles mayores titulares que los que ya lograron con el anuncio de presentación. Para empezar gran culpa la tuvo el desastroso, patético y casi inaudible sonido del escenario Radio 3, a lo que no ayudaba nada las ya de por sí pausadas y lánguidas melodías de la banda. Su actitud de ensimismamiento no encontró lugar ni cabida entre un público que sólo tenía ganas de despegar de un momento a otro, y claro, cuando Xoel Lopez arrancó su concierto en el escenario Estrella Levante con un potencia sonora y además abriendo con su mayor éxito de la época de Deluxe «Que no», no pudimos más que abandonar a Luna y comprobar la solvencia del gallego en directo. Soy de los que opina que Xoel tras su paso por Latinoamérica compone más pensando en el otro lado del charco que aquí, y eso se nota, a pesar de su buen hacer, de su técnica y de su sonido abierto (él tuvo más suerte), uno no podía dejar de pensar que todos los que andábamos por allí estábamos más al calor de un buen equipo de música que a la música que nos estaban dirigiendo. No obstante, sería ingrato decir que dio un mal concierto, el problema es que lo que ofrecía, por muy bien presentado que estuviera, se aleja cada vez más del público de un evento de estas características y se acerca más a esas salas de cantautores tan en boga en los noventa. Y no, no seré yo quien lo compare con Ismael Serrano, aunque parte de razón tienen…
Tras Xoel Lopez, ya teníamos ganas de disfrutar de un concierto en el que añadir alguna dosis de entusiasmo y esto llegó con el infalible concierto del maño más internacional (que me perdone Bunbury). Bigott presentó un espectáculo arruinado en parte por el indecente sonido del escenario Radio3, en el que hasta el público tuvo que gritarle desde las primeras filas que no se oía, pero él creyó que estaban bromeando y continuó como si nada. Más allá de la fila veinte el sonido era lejano y podías mantener una charla tranquilamente con cualquiera a cinco metros de ti sin tener apenas que elevar la voz. Sin embargo su repertorio y su constante chascarrillo hacen que un concierto de Bigott por melodías y ritmos sea uno de los mejores acicates para recibir la noche que empezaba a venírsenos encima. Un repertorio cuidado y bastante equilibrado entre todos sus discos, sin olvidarse de ninguno de sus temas más conocidos, como «Find a Romance» o «Cannibal Dinner,» consiguieron afianzar a un público que crecía por momentos, a pesar de tener que competir en horario con Supersubmarina en el escenario Estrella Levante, uno de los platos fuertes para la chavalería esa jornada. Pero decidimos quedarnos a arropar al maño. Para nosotros fue el primer concierto reseñable del festival.
Las ansias por ver a Morrissey nos hicieron acercarnos al escenario principal casi con una hora de antelación sobre la hora en la que estaba prevista la actuación del mancuniano. Tuvimos que prescindir de comprobar en directo si está justificado el hype patrio de Hinds, pero no nos arrepentimos en absoluto. De las 35.000 personas que se suponen se acercaron aquella noche al festival, fácilmente 30.000 estuvieron pendientes de ver al mítico artista (se rumoreaba que había sido una exigencia suya que cerraran los puestos que ofrecían carne y que no hubiera más conciertos en ese momento). Con puntualidad británica el histriónico, el mordaz, el látigo de la monarquía, el excesivo, y uno de los mejores compositores de música popular de nuestros días, apareció en escena. Media sonrisa irónica desdibujada en la cara y vestido como un gitano rumano. La gente se desató con los primeros acordes de «Suedehead», locura transitoria que sólo se aplacaba cuando le tocaba el turno a las numerosas canciones que sonaron de su último álbum, el notable World Peace is None Of Your Business (2014). Aunque incluso para las nuevas canciones hubo honrosas excepciones como «Kiss me a Lot», que ya casi se celebra como un clásico del artista o «The Bullfighter Dies» que contiene la broma de mencionar (no para bien precisamente) unos cuantos nombres de ciudades españolas, entre ellas la propia Murcia, por lo que todo el mundo esperaba el momento para desgañitarse con aquello de «no mercy in Murcia«. Lo cierto es que Morrissey como personaje y como intérprete (y autor) sigue siendo igual de fascinante. Se ganó a pulso los titulares de la jornada, dando el mejor concierto del viernes. Las pocas quejas que se oían se basaban en el repertorio, pero tiene mucho mérito defender un concierto en una gira de presentación de un disco que ya no está disponible en tiendas físicas ni online y aun así salir airoso y por la puerta grande (que me perdone Moz el símil). Además un setlist en el que se encuentran «First of The Gang to Die», «Stop Me If You Think You´ve Heard this Before» de The Smiths o la tremendamente dolorosa «Meat is Murder» (con más doloroso video aún), «Everyday is Like Sunday», «Irish Blood, English Heart» o «Speedway» no es un setlist que se merezca varapalo alguno. Morrissey vino y triunfó como solo los artistas de su calibre saben hacerlo, a lo grande, acallando odios y ganando adeptos en cada silaba arrastrada. Esa pose de estrella imposible y esas maneras que lo ensalzan y visten de gloria, y que algún día muchos se arrepentirán de no haber disfrutado en directo. Larga vida al crooner.
Tras la tempestad que supuso el gran concierto de Morrissey, el indiscutible triunfador, llegaba el turno de bajar a terrenos más pedregosos de la mano de las nuevas generaciones, así que aunque nos quedamos con ganas de ver el disparatado concierto que según nos contaron dieron Palma Violets, tras un merecido descanso post-Morrissey, nos volvimos a plantar en el Escenario Estrella Levante para disfrutar del concierto de Metronomy. Y estos hicieron lo de siempre, un sonido agradecidamente nítido para unas melodías simplonas y rampantes, pero efectivas y pegadizas. Grandes pantallas y audiovisuales para completar la experiencia y que el respetable disfrutara de lo lindo con «The Bay» o se exaltara a lo locuelo con «The Look». Mucho tienen que trabajarse sus nuevas canciones para que Metronomy no pasen a ser considerados flor de un día, ya que las canciones de su último álbum pasaron sin pena ni gloria. Un set que a pesar del disfrute venía ya marcado con antelación por sus dos grandes éxitos. Ni más ni menos.
Ya íbamos terminando la jornada, o al menos hasta donde nos alcanzaron las neuronas, ya que pronto llegaría la hora «oscura» más electrónica de todo festival que se precie. Con The Vaccines se desplegaron todos los tópicos de un festival, jovenzuelos guitarra en mano y ¡hale! a cantar, a saltar y a gritar, que la vida son dos días. Pero es que se lo pueden permitir al grito exaltado de temazos tan redondos y contundentes como «Post break-up sex» o «Handsome», «Teenage icon» o «Wrecking» que evidentemente estuvieron más que celebrados. No podemos pedirle gran presencia escénica, ni siquiera podemos criticar que su cantante Justin, se quedara muchas veces por debajo de lo esperado, para gorgoritos ya están otros, pero en su papel de grupo indie inglés son unos maravillosos alumnos de los Arctic Monkeys, en versión «wannabe». Dieron un concierto altruista, divertido, hedonista y con olor a rock and roll, ¿qué más se les puede pedir?
La fiesta se alargó hasta bien entrada la mañana en un after oficial bien engalanado para la ocasión, situado relativamente a poca distancia del recinto (desde luego más cerca que el camping) en un preciosa sala en lo que se conoce como el Off SOS y en el que entre otros se programaba a DJ Amable. Pero esto señores, es otra historia y debe contarse en otro momento.
SÁBADO
Debe tener algún tipo de explicación científica, que yo desde luego desconozco, pero no dejo de sorprenderme al comprobar una y otra vez cómo cobra vida el desfile de zombies (hola Mecano) que inundan durante las horas diurnas las ciudades donde se celebran los festivales de música. Por mucho cadáver andante que veas por el día, arrastrando pesadamente los cuerpecitos de jota por lo vivido la noche anterior, viene siendo matemático que nada más cruzar la entrada del recinto en cuestión, la misma persona que hacía minutos era un despojo humano, empieza a dar botes como si jamás hubiera pisado el recinto, y eso que muchos de ellos hacía escasas horas que lo habían abandonado.
Con el calor nuevamente como la Santa Compaña decidimos empezar la jornada del sábado en el mismo lugar que la del viernes, bailando. Disfrutando a los platos de un estupendo Julio Ródenas, locutor del recomendable programa Turbo3 de Radio3, que disfrutaba de su tarea tanto o más que los asistentes. Entre el público algún que otro zombi se había despertado de más y nos deleitaron con un improvisado espectáculo de marionetas construidas con calcetines usados. Y es que la jornada prometía. La primera visita la dedicamos a cotillear la charla-coloquio que Victor Lenore, Tomás Fernando Flores y Marc Gili de Dorian entre otros, estaban dando en el Auditorio. Justo llegamos a tiempo para ver como una chica del público incomodaba a Tomás Fernando Flores, director de Radio3, preguntando por la cancelación del antiguo programa «Carne Cruda» La respuesta digna de cualquier otra que dieran nuestros más odiados políticos no merece ser ni reproducida, ya sabemos que los malos siempre son los demás. Así que decidimos salirnos a la luz del día y disfrutar de la música viendo como Juventud Juché despertaban los ánimos de la tarde en el Escenario Jägermusic. Su concierto nos gustó bastante más que el último que les vimos unas semanas cuando ejercían como teloneros de Nueva Vulcano en Madrid. Entre otras cosas porque la potencia desbocada de aquella ocasión esta vez fue más comedida y mejor dirigida. Mucho mejor sonido, y aunque el repertorio prácticamente no varió, su música se percibía de una manera más comprensible. Son un grupazo con muchas ganas de hacer ruido y lo hacen con valentía y entusiasmo, más que suficiente para un grupo con tan poco recorrido hasta el momento, ya habrá tiempo de exigirles más.
Nos dio tiempo también a asomarnos a la propuesta popera de Murciano Total en el escenario Radio3 y pudimos comprobar que son unos buenos sucesores de ese sonido naife del que los desaparecidos Klaus&Kinski hacían gala, aunque Murciano Total con algo más de fuerza y gancho de primera. Tras disfrutar de unos cuantos temas, decidimos que el dudoso honor de ser el primer concierto completo que veríamos el sábado le correspondería a Mi Capitán. Lo pensamos nosotros y lo pensó tres cuartos de la entrada de ese momento del festival, porque fueron los que de lejos más gente convocaron a esas horas. A priori parecía una apuesta sobre seguro, ver a esos grandes músicos en directo se supone que era apostar a caballo ganador, vienen de Standstill, de Egon Soda, de Love of Lesbian, y además su disco de estreno está funcionando muy bien en el boca-oreja. Son los nuevos León Benavente. Pero señores, en el mundo del directo nada es ciencia cierta y aunque el arranque fue todo lo pulido que uno esperaba de estos grandes, la cosa se estropeó por culpa de unos desajustes, que no sé yo si tuvieron origen de culpa en los propios músicos o debemos juzgar a los Electroduendes. El caso es que dos de los temas tuvieron que cortarse a la mitad y un tercero a punto estuvo también de ser desahuciado del setlist, sino fuera porque se trataba de uno de sus temas más reconocibles «Es Suave la Voz». Una pena que no se pudiera aprovechar la ocasión para dejarnos a todos con mejor sabor de boca. Pero aun así hay ánimo de sobra para seguirles la pista por un tiempo más.
El Último Vecino orgullosos pueden estar de ser la propuesta más creíble del festival. La reencarnación bestial de Hidrogenesse Un moderno de a pie que tiene en su haber grandes canciones, de una sencillez sonrojante. A medio camino entre La Mode y Leonardo Dantés. Al público hincó su calidad (hola Alaska). Vestido como cabría esperar, de espantajo modernista y haciendo todo tipo de bailes espasmódicos y muecas imposibles, su electropop creció desorbitadamente en directo. Un concierto que nos gustó y que gustó mucho y que chocaba enormemente con los primeros ecos de las letras pueriles de Dorian que ya se escuchaban al fondo.
En el mismo escenario que los malogrados Mi Capitán, se escenificaba la propuesta de corte recto e imperial de Dorian. Su pop edulcorado no es el que más emoción arranca de mis nervios, pero su propuesta de música blanca, como una bandera, que acicalaron con la compañía de unos violines consiguió vestir de solemnidad las canciones. Canciones que nacieron de experimentar con progresiones de acordes en su local de ensayo y que ahora se cantaban celebrando éxito tras éxito, que ya tienen unos cuantos. Con una estupenda simpatía, consiguieron sonar bien, agradar y gustar, tanto si los amas como si eres de los que prefieres ignorarlos. Está claro que la banda está creciendo, aunque no terminan de arrancarse esa costra infantil que se les adhiere por culpa de sus letras.
Los que desde luego no tienen nada de pueril son Los Punsetes,que juntaron a muchos fieles en el temido escenario Radio3. Grandes castigados por su sonido y por la cabezonería de Ariadna de seguir con el mismo numerito de no mover ni una ceja en todo el concierto. Cada artista expresa su arte como quiere, ¿quiénes somos nosotros, pobres mortales, para criticarles? Pues mira, sí, somos su público y como tal me veo con todo el derecho de encumbrarles y vilipendiarles y le culpo a ella de todos los males del concierto, que también es cierto que no fueron muchos. Pero me da pena ver como tremendas canciones con unas inteligentísimas letras se ven diluidas por la nefasta idea de presentarlas de una manera tan poco lúcida. Supongo que a Los Punsetes esto les importará poco, pero a juzgar por el público, creo que el público empieza a cansarse ya de este postureo desfasado. Cada vez resultan mucho más disfrutables en disco que en directo y es una pena, porque tocar, saben tocar e incluso saben cantar. Además no faltó ni uno solo de los temas que veníamos a escuchar, ni uno solo «Maricas» «Me Gusta Que Me Pegues» «Amigos» «Opinión de Mierda», etc.
De Temples sólo pudimos disfrutar de pasada, por motivos que tampoco aportarían nada de ser aquí expuestos, pero desde luego que de lo poco que pudimos escuchar nos pareció un buen ejemplo del saber hacer bien las cosas sobre escena. Así se vende un disco que ya de por sí resulta de lo más interesante. Nos quedamos con la espinita de poder contaros y haber disfrutado más de ellos.
Y de repente aparecieron grandes y triunfadores los primeros vencedores del sábado. Desde Granada, con todos ustedes… Lori Meyers. Lo voy a dejar bien clarito, supongo que nadie se atreve a decir que fueron los grandes protagonistas de todo el festival porque eso supondría rebajar un escalón al mismísimo Morrissey y a los otros grandes triunfadores, The National. Pero si me obligas a decir la puritita verdad, ningún concierto se disfrutó más que el de los granadinos. Que sí, que vale, que es el mismo, o casi el mismo concierto de siempre pero ¡corcholís!, es que tienen canciones tan certeras, tan clásicos pop de la música española y tan redondas que es casi imposible resistirse a sus encantos. Aunque no es una música apta para monoculistas, eso está claro. Como un amigo diría, sus canciones son de primero de parque en clases de guitarra, pero esto no les resta contundencia a la hora de presentarlas. Porque de brío y contundencia van sobrados y de seguidores ni te cuento. No cabía ni un alfiler en la explanada. La personalísima voz de Noni, junto al impecable sonido y el colorín de unos visuales tan poco elaborados como efectistas hicieron del concierto un jolgorio y un disfrute sin parangón en las 48 horas de festival. Podría enumerar gran parte del repertorio, pero si has ido a un concierto de ellos te lo sabrás de memoria y si no has ido, tocaron justo todo, todito lo que te hubiera gustado oír. Así que imagínate qué sensación de felicidad se vivió durante su concierto.
Y del color blanco y el salto, el colorín, la alegría y la felicidad de Lori Meyers en pocos minutos pasamos al hastío, al oscurantismo y a la potencia contenida de Matt Berninger y los suyos. Es decir el conciertazo que dieron The National. Sería perogrullada ensalzar lo bueno de sus composiciones, lo acertado de su sonido y la presencia enigmática del líder, aunque no es menos cierto que al tratase del concierto número n de su extensísima gira, la ausencia de factor sorpresa empieza a diluir un poco las emociones. Puede que por culpa de haberles visto ya durante esta gira hasta la saciedad, la intensidad con la que otras veces hemos percibido sus directos, haya bajado algún grado en la escala Richter. Ya sabemos en qué momento justo el cantante se tira al público, ya sabemos lo que pasa cuando intenta llegar de nuevo al escenario y ya sabemos que el micrófono y la botella de vino no terminaran bien parados. Pero también sabemos que su cancionero es de lo más alucinante que se ha grabado últimamente y que sus conciertos cada vez están más cotizados. Con razón. Nos sorprendió para mal la cantidad de gente que decidió abandonar el recinto tras la finalización del concierto de Lori Meyers para ir a hacer botellón y perderse sin duda uno de los acontecimientos del festival. Lo bueno de The National es que la calidad de sus canciones es tan indiscutible que escojan lo que escojan como repertorio, pues como del cerdo, todo se aprovecha.
Antes de exhalar el último aliento todavía tuvimos fuerzas para bailar desaforados con Digitalism, que se nos antojaron mucho más divertidos y frescos que los eternos ganadores, los simpar 2ManyDjs que venían a pinchar continuación. Tal vez esto se deba a que los alemanes no están tan vistos por estos lares, o tal vez se deba a que su propuesta musical resulta un poco más actualizada, el caso es que el disfrute y el baile fueron una estupenda penitencia para ir pensando en finalizar un fin de semana que estaba resultando perfecto para alejar los males de la vida cotidiana. Y por si esto fuera poco, después llegaron 2ManyDjs algo más oscuros de lo habitual pero con la maleta cargada de los mismos tics de siempre, no faltó la referencia a Chimo Bayo, que no por manoseada deja de ser divertida y un buen invento. Y así con todo el subidón a ritmo de la mejor música electrónica europea le decíamos adiós a un festival que nos ha traído muchas alegrías y que nos deja con las ganas de continuar con la gira de los grandes festivales de 2015.