St. Vincent – All Born Screaming (Total Pleasure)
Para su séptimo álbum de estudio como St. Vincent, Annie Clark avisaba de un cambio de tercio hacia derroteros más próximos a la crudeza del rock que a las sinuosas curvas funk que caracterizaron sus últimos pasos. Cortes como “Broken Man” la muestran abrazando dicha senda, con su hipnótica cadencia tan PJ Harvey circa To Bring You My Love (Island, 1995), destripando las entrañas hasta llegar al hueso.
Es tan sólo una muestra en un conjunto caracterizado por su agradecido eclecticismo dentro de sus coordenadas estilísticas y que arranca sin prisas, mecido por la seductora parsimonia de las ceremoniales “Hell Is Near” y “Reckless”, que reserva para su parte final un mordisco de épica progresión anticipo de lo que vendrá después. No faltan las colaboraciones estelares: destacan las de Dave Grohl en la mencionada “Broken Man” y en “Flea”, mutante ejercicio rock sintético que sin ser de lo más inspirado del lote, sí puntúa entre los números que impactan sin rodeos y Cate Le Bon en la final “All Born Screaming”, tour de force imprevisible que exprime las posibilidades de este encuentro entre teclados amenazantes y coros celestiales que recrean un clima de tenebrosa extrañeza.
Clark asume las tareas de producción por primera vez en su carrera marcando distancia con la plasticidad que Jack Antonoff aportó al sonido de sus dos anteriores entregas, incluso en los momentos más etéreos (véase la balada con vestigios trip-hop “The Power´s Out” o esa delicia de desarmante desnudez con la voz en primer plano que es “Violent Times”). “Sweetest Fruit”, por su parte, homenajea a la polifacética artista dance-pop SOPHIE, cuya muerte tan prematura dejó un gran vacío entre sus múltiples seguidores, convirtiéndose en un acierto por lo trascendental de su letra y lo adictivo de su melodía.
En el capítulo de singles, “Big Time Nothing” condensa con brillantez las virtudes atesoradas a lo largo de este vibrante trayecto. Un beat machacón arrastrado por un bajo saturado marcan el paso mientras las capas de voces y las guitarras se abren paso. El aderezo que aportan las percusiones tribales alimenta un groove incuestionable que salpica también al exótico ramalazo jamaicano de “So Many Planets”, ejemplo perfecto del ambicioso espectro musical abarcado en este exultante ‘All Born Screaming’, su disco más rotundo desde el homónimo de 2014 y que ratifica una vez más a St. Vincent como una compositora inquieta y en continua búsqueda.