Discos

Tame Impala – Lonerism (Modular Recordings)

Os voy a confesar algo. No me gustan nada Animal Collective. Y, ya que estamos, tampoco los Radiohead del siglo XXI. Pero vamos a centrarnos en lo de Animal Collective. No les encuentro la gracia; me resulta más apetecible una tarde de acupuntura entre las uñas que escuchar dos canciones suyas una detrás de otra. Me parecen un invento a la altura de la batamanta. Y vosotros os preguntaréis por qué narices os estoy contando esto. Básicamente porque el nuevo de Tame Impala me parece un disco de Animal Collective hecho para mí.

Lonerism es como una barbacoa en casa de Roger Waters. Él y Lennon departen alegremente sobre el ludismo, mientras McCartney lee a Aldous Huxley en una hamaca y Syd Barrett flota tranquilamente boca arriba sobre una colchoneta en la piscina. Un choque frontal entre Beatles y Pink Floyd, un corte en la yugular de Pegaso de la que sólo brotan arcoiris. Lonerism es, en definitiva, un disco inflado de psicodelia en estado puro, sin cortar. Monolítico por momentos, pero también repleto de matices y luz, el segundo disco de Kevin Parker no deja de ser una alegoría de la modernidad en su eterna búsqueda de la aprobación a través de los discos de finales de los sesenta.

Aunque lo hace todo de forma algo embarullada. Lonerism es un disco grande, un desfile que involucra a personas y animales exóticos, por lo que a veces es complicado encajarlo todo para conseguir el aplauso del espectador. Con todo, el disco consigue una sensación de justa homogeneidad en la que, salvo el proyectil que es «Elephant» (¿canción del año?), cada tema encaja bastante bien con el resto al tiempo que consigue mantener su propia identidad. Aunque por momentos cuesta salir de la hipnosis en la que te sumerge tanto eco placentero (de placenta), una vez dentro del gigante, la cosa es diferente. ¡Hay canciones! Canciones buenas, como «Endors toi», «Apocalypse dreams», «Why won´t they talk to me?», «Elephant» y «Sun´s coming up»; y diferentes, como «Keep on lying», que empieza empezada, o «Mind Mischief» y «Feels like we only go backwards» (con un bajo para alucinar de verdad), que podrían ser de Black Keys si engordaran un poco y se metieran bajo el capó de un coche. Lo nunca visto, vamos.

El disco está grabado entre Perth y París, y la portada es una foto velada por el propio Parker. Sí, es todo tan grande como suena. Y tan guay como quiere aparentar. Para colmo, Lonerism está repleto de sonido ambiente grabado por el dictaphone del australiano; en «Keep on lying», por ejemplo, recoge conversaciones y risas a lo largo de todo el tema. Parker peca en más de una ocasión de sobrecargar el recorrido natural de cada canción, como en la maravillosa «Sun´s coming up» que cierra el álbum con el australiano al piano. El barroquismo y el placer autocomplaciente como forma de suicidio pedante.

Todo apunta a que Parker se gusta. La cuestión es que, en reglas generales, también gusta. Así, a lo bestia, sin el pronombre. La culpa la tiene esa combinación de sintetizadores, guitarras y batería trotona incubadas en un eco perpetuo y gestante, que da en buenas canciones y proporciona un aroma a trabajo importante que, sin embargo, puede ser acusado de perder el norte en alguna ocasión. Lonerism es un buen disco en su género, muy coherente. De lo mejor del curso, vamos; pero resulta quizá demasiado entusiasta consigo mismo. Espejito, espejito, ¿quién es el disco más bonito del lugar? No es un disco fácil que abra sus puertas con una suave brisa en cuanto pisas el porche; tienes que abrirte paso y tener cierto interés en entrar. Sin embargo, es esa clase de casa por la que cualquiera se hipotecaría, sólo para poder alardear en las reuniones sociales. Corre, Lonerism, bonito: eres carne de hipster.

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