Telekinesis! – Telekinesis! (Merge Record)
Escuchar el disco de Telekinesis! por primera vez es recordar el momento en el que cada uno descubrió la música indie: cómo nos enfrentamos por primera vez a la magia del desencanto, a una letras cotidianas acompañadas por sonidos sucios, urgentes y brillantes a la vez, todo compactado en dosis de tres minutos. Emoción y distorsiones, como si eso fuera posible. Lo es, se llama indie, y este disco nos invita a volver a sus bases, recordar esos grupos y rememorar esos discos.
Telekinesis! es la banda de Michael Benjamin Lerner, natural de Seattle (dónde si no), alumno aventajado de la horda indie que ha azotado el mercado musical durante esta década y la persona responsable de escribir e interpretar las once canciones de su disco de debut, desde la batería (su instrumento natural) hasta la voz y la guitarra. Un disco que nos fue presentado poco a poco a través de su myspace, que ha aparecido en la casa Merge Records (nada más y nada menos), en el que Chris Walla, firmando la producción, da algunos de sus toques mágicos y que fue grabado y mezclado a canción por día, método que prima la espontaneidad sobre la perfección y que ha conseguido capturar de maravilla la esencia de sus canciones: frescura y diversión.
Tras empezar el disco jugando al despiste con «Rust», donde un Lerner contenido se nos presenta sólo con su guitarra en el que podría parecer el enésimo disco de chico-se-graba-en-su-cocina, saltamos al single «Coast of Carolina», en el que tras los primeros segundos de calma damos la bienvenida (¡por fin!) a un torrente de guitarras briosas sobre una potentísima batería. Y por supuesto, la almibarada voz de Lerner en una melodía que sabemos que vamos a estar tarareando medio año. A partir de ahí, es un no parar de power pop, de más guitarras, de más ritmos trepidantes, de parapás, de laralás, de estribillos y coros y de la alegría de redescubrir el purito indie pop que tenemos ya metido en algún lugar de nuestro corazoncito musical.
Un disco lleno de canciones directas, concisas y potentes como «Foreign room» o «Look to the east» (ojo a los dos temazos); alegres, luminosas y divertidas como «Tokyo» o «Imaginary friend»; con espacio para mezclar el sonido playero de Beach Boys con el estilo lluvioso made-in-Seattle como «Awkward kisser»; con momentos para cierta melancolía como «Great Lakes» o para recordarnos a los popes del indie americano como en «All of a sudden» (si ahí no suenan Death Cab for Cutie, que venga dios y lo vea) o «I saw lightning». Stuart Murdoch escribiendo melodías para Weezer.
Un disco adictivo, perfecto para tararear, bailar y disfrutar. Y un bofetón en todo el rostro a esas bandas con discos demasiado pesados, demasiado pretenciosos o demasiado épicos.