The Delines (Loco Club) València 07/09/23
Los Blue Nile yanquis. Esa idea, ese sonsonete, resonaba en mi cabeza de forma constante a lo largo de todo el concierto que The Delines ofrecieron anoche en València. Y es que, pese a que parten de planteamientos diferentes, hay algo de la eterna nocturnidad de los escoceses que se esparce también en la música de esta súper banda de Portland, nacida de las cenizas de los legendarios Richmond Fontaine.
Quizá sea por esas trompetas tan cinematográficas que cuela entre canción y canción el multiinstrumentista Cory Gray; por la voz vaporosa, madurada en barrica de buen whisky irlandés, de Amy Boone; o por las dramáticas canciones, dignas de un guión de Elia Kazan, que escribe el guitarrista Willy Vlautin. En todo caso, su sonido desprende la misma sensación de cobijo para el alma en horas de zozobra que uno experimenta cuando escucha a los de Paul Buchanan.
No obstante, diatribas y (odiosas) comparaciones aparte, The Delines are The Delines. Una banda especial, única, que es un regalo para los oídos y cuyo directo, tal como demostraron anoche, habla por sí sólo. Un espectáculo que, además, supo sobreponerse a la circunstancia de ser el típico evento de reunión post vacacional de muchas y muchos miembros de un público que, pese a ello, se mostró siempre respetuoso y emocionado de ver lo que estaba viendo. Un estremecedor despliegue de canciones construidas para servir de refugio a quien quiera meterse de lleno en ellas. Algo irresistible, por otro lado.
Para eso, además, no requieren nada especial. Amy Boone es, al igual que sus compañeros, una persona normal, carente, a simple vista, de ese tipo de glamour que sirve a otros para avivar el “rollo escénico”. Podría ser tu compañera de trabajo sentada en la mesa de al lado en la oficina. Pero da igual, porque cuando canta, pasa algo. Algo estremecedor, que sucede porque cada sílaba que entona la afirma como si fuera lo último que tiene que decir en la vida. Es una intérprete de tradición, de voz austera, en la línea de Lucinda Williams o Carla Torgerson, de The Walkabouts, pero con una capacidad de transmisión sencillamente colosal.
Y no está sola. Las canciones de Vlautin, un guitarrista más que solvente, disponen de un revestimiento en satén que hace que su linealidad no sea en absoluto óbice para una intensidad que no es que vaya in crescendo, sino que se mantiene a un nivel muy alto durante toda la actuación. Tanto la sección rítmica, como por supuesto, las trompetas y teclados de Gray, o la perfecta conjunción de las voces de todos en los coros, contribuyen al diseño de una atmósfera brumosa, sugerente, que hace que cada persona presente se introduzca de lleno en el concierto.
Hay algo hipnótico en ellos que no deja escapatoria. Las canciones del magnífico The Sea Drift (Jealous Butcher Records, 2022) sonaron tan superlativas como merecen, así como las de sus otros tres álbumes anteriores y alguna que otra del álbum que ya están preparando. Y es que todos sus trabajos describen una trayectoria muy cohesionada en cuanto a sonido, pero siempre ascendente, tal como se demostró en un set sencillamente impecable. Repertorio que también dejó espacio, por supuesto, para que la sinergia de la banda se expresara a gusto instrumentalmente, sin dar lugar a excesos y sin bajar, como decíamos antes, ni por un segundo una intensidad siempre en el cénit de posibilidades de un combo completamente cohesionado, que desgranó de manera exquisita canciones como “Lynette’s lament”, “The imperial”, “He don’t burn for me”, “Surfers in twilight”, “Holly the hustle” o “Roll back my life”, que asemejan novelas de Steinbeck, Dos Passos o Auster y retratan una Norteamérica que pocos quieren contar, pero que Vlautin, Moone y los demás convirtieron con su directo en un apasionante hilo narrativo, que tuvo su desenlace en la triada formada por “Waiting on the blue”, “Little Earl” y “Let’s be us again”, las cuales, todo a la vez, nos metieron en la parte más oscura del túnel y nos mostraron la luz que hay al final, para salir completamente renovados. Así da gusto volver al tajo.
Fotos The Delines: Susana Godoy