The Joy Formidable – The Wolf´s Law (Warner)
Recibo el nuevo álbum de The Joy Formidable. Ilusión. Su anterior álbum, The Big Roar (Warner, 2011) me encantó. Le quito el precinto, lo pongo en el reproductor de CDs, y por los altavoces truena «The ladder is ours», una canción que ya había salido como single en 2012. Está bien, mantiene esa épica, esa energía que recarga baterías y retuerce entrañas. Sigo escuchando, y algo me mantiene intranquilo. No sé si es que «Cholla» también me resulta conocida, o si son esos guitarrazos que suenan exactamente igual que en la canción anterior. La intranquilidad me persigue hasta el final. Siento que algo no va bien, pero no sabría dar más explicaciones.
Tras varias escuchas creo que he encontrado el problema. En The Big Roar había una épica contenida que de repente se desataba, había matices, había negrura a ratos, había estallidos de emoción. Todo ello al servicio de grandes temas. Aquí parece ser al revés: las canciones no están demasiado cuidadas (muchas se parecen entre sí, o recuerdan a otras de sus anteriores álbumes) y todo parece concentrarse al servicio del «cómo», en lugar del «qué». El ruido por el ruido, la épica como fin en sí mismo… no tiene por qué ser malo, y hay incluso subgéneros enteros basados en ese concepto, pero de The Joy Formidable esperaba más.
Canciones como «Little blimp» representan bastante bien esa inquietud que me domina. En mi crítica de su anterior álbum dije «son la más grande luz, la más grande sombra». Sin embargo en la mencionada «Little blimp», o en temas como «Bats», «Maw Maw song» o «Forest serenade» (esta arrasaría en Eurovisión), parecen haber extirpado con una precisión quirúrgica todo rastro de oscuridad, de retorcimiento, de sombra. Por no hablar de esa especie de balada acústica que es «Silent treatment», que a mí, particularmente, sólo me transmite sopor. El subidón y el estallido de «The leopard and the lung» ya lo he oído al menos cuatro o cinco veces, y ni siquiera estoy seguro de si ha sido en este disco, en el anterior, o en alguno de sus EPs. «The Turnaround» parece una balada típica de Roxette, ya no digo más.
The Joy Formidable han dado un paso adelante. Eso sí, no sé en qué dirección. Seguramente ellos sí lo saben: tal vez busquen heredar el trono de Arcade Fire, o llenar estadios como Muse. Pero estoy seguro de que a sus más antiguos fans, los de más largo recorrido, les invadirá la sensación de que algo falla y el desasosiego tanto como a mí al volver a escuchar el disco mientras escribo estas líneas.