The Limboos (Sala El Sol) Madrid 18/05/2017
Fotos: Ignacio Tuset
Comenzaba el jueves con la noticia del repentino fallecimiento de Chris Cornell. Ya parecía un día irrevocable, no solo por la pérdida de una de las figuras más emblemáticas de la última década de los 90, sino por tener que asumir que, como viene siendo una constante en este último año y medio, me quedaré sin ver en directo a muchos de mis autores favoritos. Desventajas de haber nacido en los noventa: o llegas 30 años tarde al baile y ya ha perdido la vitalidad de su inicio o, directamente, el baile se cancela por bajas inesperadas.
Con esta premisa me presentaba al concierto que daba The Limboos en la Sala Sol de Madrid, cuna de La Movida, para presentar su segundo LP, Limbootica! (Penniman Records, 2017), dentro del ciclo SON Estrella Galicia. La banda ha obtenido un reconocimiento considerable gracias a su peculiar estilo, consistente en la mezcla de géneros sureños y latinos encauzados por el más puro R&B , y sobre todo, por su enérgica puesta en escena. En estos tiempos que corren, que una banda que no ha pasado por ninguno de los festivales más relevantes de España para promocionarse haya obtenido distinguida repercusión, gracias fundamentalmente al buen boca-oreja provocado por la frescura de sus directos, convertía a la velada en un plan interesante, cuanto menos.
Sale el grupo ante un recinto abarrotado y afligido, quizás por la rapidez con la que cada integrante se coloca en sus puestos. Roi Fontoira (voz y guitarra) da la seña y comienza la eufonía. Con “Keep your hands” y “What I´m Saying” advierten que, independientemente de que suenen bien o no, la sensación de alegría que emanan otorgan una atmósfera propicia para el contoneo y la sonrisilla.
Con el variopinto público ya en el bote, Sergio Alarcón cambia la guitarra por las maracas y Jordi Costa, colaborador en el disco, hace su entrada para darle a la noche el característico toque latino con “Early In The Morning”, el tema con el que comienza la etapa más distintiva de la actuación. A ritmo de guitarras, saxos, percusión y contrabajo se unen güiros, shakers y congas, para que composiciones como “Nervous”, “I´m a Fool” o “Big Chef” justifiquen el pago de la entrada e inhabiliten temporalmente cualquier problema que cada asistente tenga fuera de la sala.
“Crazy Rumba” marca el interludio de una primera parte apoteósica que ensalza la labor experimental del grupo con géneros de ayer y de hoy y con músicas de, a priori, zonas tan idiosincrásicas como Cuba, Jamaica o Brasil, lo que explica por qué hay gente de todas las edades y estilos.
El segundo tramo mantiene el ritmo del primero, pero hace hincapié en temas más secos de su primer elepé, Space Mambo (Penniman Records, 2014), y el efecto progresivo pierde fuelle. La linealidad notable se mantiene, pero el desconcierto de la primera parte ya se ha convertido en un rasgo inherente del recital. La batería de Daniella Kennedy en “Calypso Drunk”, el dúo vocal de Daniella y Roi en “Tell Me Pretty Baby” y el apoteósico “Jambalaya Walk” cercioran la energía de la más de hora y cuarto de concierto para, tras la desfasada y absurdamente predecible despedida -como resalta Sergio- antes del bis, el grupo cierra con “Space Mambo”, su niña bonita y, por petición popular, el “Manisero”, la única canción que el grupo canta en español de forma paródica, pero sin dejar de lado su vivacidad.
En resumen, una hora y media de bailoteo y buen rollo gracias a un grupo que tiene personalidad y fuerza para certificar por qué la música es algo nimio, pero indispensable, y que hacen preguntarse a este redactor, tras llegar a casa y leer que la muerte de Chris Cornell ha sido por suicidio, cómo es posible que alguien que tiene el poder de transmitir tanto pueda estar tan vacío.