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The Movielife – Forty Hour Train Back To Penn (Drive-Thru Records)

La historia del tercer álbum de The Movielife es la historia de un accidente de furgoneta. En el disco se reflexiona, (sobre todo en la canción titulada “Jamestown”), sobre el accidente que sufrió la banda en el año 2000 cuando estaban presentado su anterior álbum: “This time next year”. El accidente tuvo lugar en Dakota del Norte y las cuarenta horas en tren del título del lp hacen referencia a las horas que tardaron en regresar a la estación de Penn, en Nueva York, desde el lugar del accidente. Afortunadamente, los daños ocasionados no llegaron a ser mortales, pero psíquicamente lo ocurrido en la gélida Dakota del Norte afectó en cierto modo a la carrera de la banda.

Quizá por la cercanía de la muerte su sonido se ha suavizado en esta nueva entrega y han ralentizado el ritmo aunque no la intensidad de las canciones. Decimos quizá, porque no sabemos si realmente tiene algo que ver con la evolución del sonido de la banda. Lo que sí sabemos es que ya no tienen la dureza de su primer álbum, ni tampoco la velocidad y rabia del segundo, y que nos encontramos en este tercer álbum, de nuevo producido por Brian McTernan, con una perfecta comunión entre la melodía y el rock vitaminado… para todos los públicos.

Sí, seguro que muchos pensarán que son el típico grupo que se ha vendido y que busca a ese público mayoritario que consume video-clips en las televisiones musicales, pero se equivocan. Porque nadie puede poner en duda que The Movielife ha llevado una carrera coherente durante los últimos años y que este tercer disco no es más que el remate a una comprensible evolución. Tengan o no tengan, al final, discos de platino colgados de sus paredes.
Es indudable que las canciones de “Forty hour train back to Penn” tienen todo lo necesario para gustar al gran público y para que éste se entregue en los conciertos cantando todos los estribillos mientras saltan como posesos. No es música sesuda, no es post-… , es simplemente rock music. Música sin más pretensión que la de entretener y divertir; y, sin duda alguna, esto lo consiguen con creces.

Canciones como “Face or kneecaps”, “It’s something”, “Kelly song”, “Jamestown” o “Ship to shore” hacen que no puedas parar de mover los pies y que, de inmediato, te sorprendas cantando a voz en grito sus letras llenas de tópicos sobre el desamor y la desazón adolescente. Porque, a pesar de la frivolidad que derrochan algunas de sus letras, estamos ante canciones estupendamente interpretadas y compuestas con esa rara maestría de los que llevan años en el negocio: estrofas brillantes y directas + estribillos coreables + puentes bien trabajados = receta de éxito para los que la desarrollan de manera honesta. Para aquellos cuyo único propósito es divertir a sus seguidores por encima de cualquier otra cosa.

Vinnie Caruana, el cantante de la banda, tiene, además, las cualidades necesarias para ser un frontman de primera división: salta, gesticula, corre por el escenario, vuelve loco a sus fans y, además, canta con una destreza envidiable y grita con la convicción de los grandes. Todo esto sumado a la efectividad con la que ejecutan las canciones los dos guitarras, el bajo y la batería, convierten a The Movielife en uno de los grupos de ahora mismo con más posibilidades de cambiar de escalafón. A pesar de que los movimientos del mercado musical sean tan inescrutables como la dirección exacta de las tormentas.

En definitiva, “Forty hour train back to Penn” es sólo un disco de rock más o menos acelerado, melódico y sin pretensiones; el eslabón perdido entre The Get-Up Kids y Jimmy Eat World. Comida rápida pero de primera calidad.

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