The New Raemon + Invisible Harvey (Sala But) Madrid 08/11/18
Leyendo el otro día una entrevista a The New Raemon, Ramón comentaba las conexiones con Francisco Umbral acerca de su último disco. Justo ahora me encuentro yo sumergido en la lectura de Mortal y Rosa, el estupendo ensayo trufado de prosa poética del escritor. Y hoy mismo, en el metro, leo textual en el libro «A la mierda con todo«, el verso concluyente que el catalán reitera en su nuevo tema «Cielos estrellados». Libre asociación la mía, y me incluyo en ella con ambos, no por talento, sino por afinidad, por su cotidianidad ventricular lírica y valiente.
La lluviosa noche madrileña servía como antesala al lanzamiento un día después de su nuevo disco, el profundo y cuidado Una canción de cuna entre tempestades (18). Y, como no podía ser de otra forma, el inicio del concierto estuvo centrado en él.
Ramón salió al escenario luciendo su ya famosa gorra de los belgas dEUS y acompañado de una banda fiel en la que volvió a lucir de manera sobresaliente Marc Clos, si bien el resto de músicos ejercieron una labor perfecta. The New Raemon sonaron más banda que nunca: pétreos, eléctricos, con enjundia… una máquina muy bien engrasada que dotó de lustre un cancionero nuevo destinado a fortalecerse más aún sobre las tablas.
Así, destacó la hondura de «En el centro del baile», la belleza de «Wittgenstein», el lirismo crítico de «Cíclope» y la conmoción de «Charlestón (flores y dolores)», primer arreón al lacrimal de la noche para quien les escribe.
Posteriormente, el combo se centró en el que hasta ahora era su último disco, Oh rompehielos (15). Y el rescate de sus temas atestiguó la grandeza de dicho trabajo, a día de hoy uno de los mejores de su carrera sin dudarlo. Así lo demostró una dupla conmovedora hasta el infinito que fue la que engarzó «El yeti» con «Mientras sea un intruso». Emocionantísima asomó también «Quimera» y «La reina del Amazonas» fue interpretada con brío y vehemencia.
Esta vez no hubo mucho sitio para los chistes o interludios. La situación no está para andarse con gilipolleces en ningún ámbito social. Y así fue. El grupo sonó serio sin renunciar a la simpatía y a la cercanía. Profesionales, rigurosos y entregados. Por desgracia, la garganta de Ramón no estaba para muchos trotes tal y como nos confesó poco después, lo que llevó a acortar un pelín el show y dejar fuera clásicos tan brutales como «Por tradición» o «Lo bello y lo bestia» anunciados en la hoja del set list.
Aun así, hubo tiempo para descubrir el temarral con mayúsculas que es la cara b de hace unos meses «Una belleza propia» o volvernos a embriagar por la nostalgia con esa media sonrisa triste y a la par acogedora dibujada en nuestras caras mientras sonaban clásicos como «La cafetera» y «Tú, Garefunkel» para poner broche a un concierto de altura, no apto para aquellos consumidores de ligerezas recalcitrantes contemporáneas.
Antes, Invisible Harvey, con sus siete miembros sobre el escenario, habían defendido una propuesta muy acorde y solvente, en la que los arreglos de cuerda fue lo que más me gustó, junto a temas como «Águilas en sus versos» y la canción que da título a su nuevo trabajo, No es justo que llegues ahora (18).
Fotos: David Valentín