The Smashing Pumpkins – Oceania (EMI)
No engañamos a nadie si animamos a olvidar la errática carrera de Billy Corgan la última década. Si MACHINA/The Machine Of God (2000) fue un trabajo fallido, su aventura paralela llamada Zwan (2003) no terminó de convencer y mucho menos su disco en solitario, The Future Embrace (2005), donde el norteamericano tocó fondo. Dos años después, con Zeitgeist lo volvió a intentar, saliéndole algo mínimamente digno.
No sabemos si a la quinta irá la vencida, ya que como pudimos observar en su reciente visita a nuestro país, la cura de humildad le ha venido bastante bien a un Corgan rehabilitado. Oceania, séptimo disco de The Smashing Pumpkins, es un trabajo marcado por un halo de coherencia y contención, que devuelve parte de la credibilidad perdida en una banda que tocó el cielo a mediados de los 90s y hoy no es más que una sombra de sí misma, más aún tras la definitiva salida de Jim Chamberlain en 2009.
El nuevo disco de Billy Corgan y sus (todo hay que decirlo) efectivos mercenarios, forma parte de su megalómano proyecto Teargarden by Kaleidyscope (los famosos 11 EPs con 44 canciones) siendo la parte central del mismo. Trece canciones que se abren con un guiño al pasado («Quasar» nos remite sin contemplaciones a «Cherub Rock») y poco a poco se adentra en una serie de temas más melódicos que contundentes, donde hay espacio para sonar con brío (“Panopticon”, “Glissandra”), poperos (“My Love Is Winter”, “One Diamond One Heart”), románticos (“The Celestials”, “Violet Rays”, “Pinwheels”) haciendo más de una concesión a las guitarras (“The Chimera”, “Inkless”), a los parajes más etéreos (“Wildflower”) o recuperando odas de casi 10 minutos (“Oceania”).
No es que estemos ante un trabajo redondo, pero al menos podemos decir que The Smashing Pumpkins (o como quieran llamarles) siguen vivos y han recuperado una pequeña parte la credibilidad perdida. Lo que podría ser una buena noticia.