Tórtel – La Gran Prueba (Gran Derby Records / El Volcán Música)
Matt Le Tissier jugó toda su vida en el Southampton. Y no por falta de ofertas. Allí, a pesar de que se hinchaba a cerveza antes de algunos partidos, le llamaban Le God. En efecto: de entre todo su muestrario, Dios eligió ese cuerpo para jugar al fútbol en Inglaterra; lo que Le Tissier hacía sobre el césped así lo certificaba. Pero, por encima de todo, la mayor virtud de Le God residía en hacer sencillo lo que, en realidad, era de una virtuosidad escandalosa.
Tórtel es Matt Le Tissier.
De hecho, Tórtel es más Le Tissier de lo que jamás podrá serlo cualquier futbolista. Desconozco qué opina Jorge Pérez de la cerveza, las hamburguesas y los puros, pilares de la filosofía vital del exfutbolista británico, pero comparte sin duda la esencia del fenómeno Le Tissier. Y La Gran Prueba es, en efecto, la redundante gran prueba. Ya lo hizo con Entusiasmo (El Volcán Música, 2012), y ahora repite el mismo milagro cotidiano con su nuevo trabajo: fabricar buenas canciones parece sencillo si escuchas un disco de Tórtel. El buen pop nunca debió dejar de ser esto.
Le Tissier hacía lo que quería con el balón, Tórtel domina el arte de hacer discos. El talento es inimitable, pero funciona mejor en unas manos que en otras. Por eso nos hace tan felices recibir estos discos de vez en cuando. Porque los recibimos muy de vez en cuando.
Diez canciones otra vez. Ni muy cortas, ni muy largas. Otra vez. Una portada fantástica otra vez. En La Gran Prueba vuelven los productos de pop perfectos, de producción exquisita y letras que caminan entre encontrarse a Martina Klein en la panadería y salir en pijama a las seis de la mañana a pasear al perro. La Gran Prueba regresa a la fuente de la vida del pop, y bebe de la mejor tradición del pop hedonista pero no abiertamente estúpido. Tórtel vuelve a subir las persianas y a abrir las ventanas, y todo vuelve a ser brillante («nunca vi una luz del sol como esta que me alumbra hoy«). La pequeña gran orquesta ambulante del músico valenciano ejecuta a la perfección cualquier tipo de escenario. Los ritmos latinos de «Queríamos más» y «Canto oscuro, canto claro», la ciencia-ficción artesanal de «Segundo intento de detener la historia» («eres el centro de una gran victoria«) y «El rayo mortal», el pop subacuático de «El baile extraño», o el hit de la vida que es «La gran prueba» («no es nada interesante hablar de mí«); todo tiene esa pátina de virtuosismo humilde, esa sensación de haber recuperado la pasión de repente.
Le Tissier revalorizó la magia del balompié. Tórtel, el pop.