Toundra – Joy Eslava (Madrid)
Mientras iba camino de ver a Toundra, pensaba en que los últimos conciertos a los que había asistido en menos de un mes eran bandas de una hegemonía eminentemente instrumental: Obsidian Kingdom, Cult of Luna, Sigur Rós y Mono. Los vacíos que la desconfianza, la vergüenza y el desaliento de este sistema infecto contra el que luchamos, hace tiempo que quizá la palabra no logre llenarlos.
Toundra eran el broche de oro. Merecido lleno hasta la bandera de una sala premio al trabajo bien hecho: serio, apasionado, constante y estimulante a la par. El carpetazo definitivo a la indulgencia que en este país antaño ha tenido el amateurismo cutre del «todo vale» vestido de ñoñez y tontería supuestamente inteligente.
Es casi axiomático decir que no existe ahora mismo dentro del territorio nacional una banda tan majestuosa y excitante en vivo que Toundra, capaces de deslumbrar de una forma meridiana. Las conquistas de III (12) dentro y fuera de España son un logro justo e inapelable.
Para tan singular ocasión se hicieron acompañar en algunos pasajes de mimbres tan sólidos como teclados, un cuarteto de cuerda, una llegada de coros y viento puntual, acústicas y la presencia de algunos miembros de la banda telonera The Hardtops.
Fue irrumpir con «Ara Caeli» y «Cielo Negro» y vislumbrar con claridad las fuentes atronadoras de las que bebe el combo; por un día dejémonos de prefijos «post» y hablemos del metal a lo Mastodon o el hardcore a lo Envy, por ejemplo, o de ese vivificador sludge metal de pasajes atmosféricos que nos está trayendo grandes sorpresas como el nuevo trabajo de Light Bearer.
Una actitud escénica vitalista y sencilla, lejos de las solemnidades inherentes al género, unido a una fascinación por el logro conseguido, eran la manera de corresponder Toundra la predisposición de un público agradecido y jaleante.
Y muchos momentos para el recuerdo: la ultraviolencia de «Zanzibar», la inmensidad de «Magreb», el bellísimo juego de luces con la mirrorball cuando asomó el remanso de paz relativa de «Requiem», la dedicatoria a Sergio Picón de un inesperadísimo «I believe in miracles» de Ramones con el vocalista de The Hardtops participando, escuchar mi tema preferido «Lilim» sonando tan perfecto o el asombrarnos con el pilotaje tocando de estos tíos con la interpretación fascinante de «Bizancio».
Toundra ya no pueden crecer, Toundra sólo pueden consolidar lo que son: una banda de referencia contemporánea sin discusión posible.