Ty Segall – Sleeper (Drag City)
Ty Segall es un pesado. Si me permitiera la licencia, diría más bien que es un «pesao«, que tiene más del cariño que le profeso. Pero no, es un cansino. Desde 2008, y sólo bajo su nombre, debe de haber sacado más de una decena de discos. Luego además están los que edita con Mikal Cronin, White Fence, los que firma como Fuzz, su nueva formación, o los que graba con otras bandas. En 2012 publicó tres LPs. Este año ya lleva dos.
Sleeper, que es el que nos ocupa, lo presenta en solitario y confirma lo que ya asomaba en Twins el año pasado: el músico de San Francisco, en su primer cuarto de siglo, se encuentra en el momento más alto de inspiración. Lejos de agotar su genio con tanta referencia, parece que el registro de su salvaje verborrea musical responde más a una necesidad de dar salida a canciones que a sacarle hasta la última gota a la esponja. Sleeper es el mapa de los sonidos de California; un disco que debería regalarse cuando cruzas la frontera para adentrarte en sus dominios.
Los más de 35 minutos de Sleeper son el hilo musical actualizado de la costa oeste norteamericana. Y posiblemente el disco más diferente de Segall, más reflexivo y etéreo de lo normal. Ahí está el tema que da nombre al disco y lo desvirga; «Sleeper», que avanza los arreglos de cuerdas y el tono onírico y acústico del resto del álbum («I wanna sleep all day with you«), es el anuncio de la pausa y el descanso después de la vorágine. Vorágine profesional y personal. La muerte de su padre («Crazy» o «The man man») y la difícil relación con su madre («She don´t care») parecen unos detonadores más que probables.
Segall aprovechó la ausencia de la mayoría de sus músicos habituales para hacer un disco distinto, reflexivo y purgador. Grabó casi todos los instrumentos, salvo algún violín, y construyó Sleeper a partir de un par de demos. Eminentemente acústico, y con el cuerpo vaporoso de un folk psicodélico que recuerda a Donovan o al fantasma de Tim Buckley tocando en Venice Beach, el disco tiene la luz de la California de finales de los 60. Aunque hay razones de sobra para creer que los mejores momentos de Sleeper llegan en la desposesión total de electricidad y garra («Sleeper», «The keepers», «She don´t care», «The west»), lo cierto es que funciona con el mismo encanto en la aceleración percutora de «Come outside», el duelo de guitarras en cruces de caminos de «6th Street» o en el ramalazo eléctrico del remache de «The man man».
Así (de bien) suena California cuando se duerme en el porche.