Lagartija Nick + Doctor Divago – Sala Wah-Wah (Valencia)
Después del esperpento que provocaron unos pocos en el concierto de El Hijo en la Wah-Wah, se preveía algo muy diferente para el cierre de los conciertos conmemorativos de los felices siete años de Vinilo Valencia. La sala se llenó de calor humano, lo cual se agradecía en la noche más siberiana del año. Y, lo que es más importante, se llenó de gente que quería ver dos conciertos, y que dieron una lección de cómo vivir un directo.
Abrieron la noche Doctor Divago ante una sala bastante llena ya minutos antes de las 23h, lo que dio un poco más de brillo al concierto de la mítica banda valenciana. Liderada por Manolo Bertrán (fan de sus camisas), el quinteto repartió su setlist entre incunables y temas nuevos que aparecerán en el próximo disco de los valencianos (“después del verano”, según dijo Bertrán).
Con un sonido tan compacto como de costumbre y la harmónica de Antonio Chumillas dándole cierto aroma a Dr. Feelgood, sonaron, entre otros, aciertos indiscutibles como “El asesino tocaba la armónica”, “La habitación de Charo”, “Taxista de memoria fotográfica” o la magnífica “Frunciendo el ceño”. En apenas una hora de concierto, Doctor Divago refrendó lo que viene haciendo en sus más de dos décadas de existencia con religiosidad: actitud y rock de quilates.
Tras ellos, la guinda. Lagartija Nick se presentaba en el escenario en forma de trío: Juan Codorniu, Eric Jiménez y Antonio Arias, luciendo su sombrero clásico. “Hemos venido un poco Bauhaus, Echo & The Bunnymen,… Un poco punkies”, avisó Arias antes de desatar uno de los comienzos de concierto más contundentes que yo recuerdo. Y sí, el aviso tenía su fundamento: venían con el punk subido.
Claro que, si la reunión y la gira que han puesto en marcha es para recrear su primer disco, no es de extrañar que aquello sonara como sonó; Hipnosis, junto a Inercia y Su, tenía en su tuétano el ADN punk. No hay que perder de vista que el nombre de la banda granadina sale de una canción de los propios Bauhaus. Dicho ésto, el recital de enérgico punk-rock que dieron Arias, bastante suelto entre canción y canción (dedicó una canción a Joe Strummer), Jiménez y Codorniu no lo dan bandas con la mitad de años a sus espaldas y el doble de hambre.
“Estas son las típicas canciones que escribes y piensas que no las volverás a tocar. Y han tenido que pasar 13.000 años para tocarlas otra vez”, dijo Arias al comienzo. A partir de entonces se sucedieron los trallazos rock: “No lo puedes ver”, “Satélite”, “Hipnosis”, “Déjalos sangrar”, “Policía detrás”, “Disneyworld”, “Satélite” y “Algo cínico” (la preferida del cantante y bajista) fueron las más celebradas de la noche por un público con una fe ciega en su banda desde el principio.
La entrega del público desde el minuto 1 fue quizá la responsable la naturalización de ese burocrático expediente en el que se han convertido los bises. El trío se marcó dos tras la insistencia de la masa, que si no hizo un pogo esa noche no lo hará nunca. “Debéis ser masocas, y nosotros unos sádicos”, dijo Arias, que luego rectificó: “los sádicos sois vosotros”. Para los extras se dejaron, entre otros, bayonetazos punk como “Mi chófer psicodélico” o su deliciosa versión de “Nacidos para dominar”, de los nunca suficientemente bien ponderados Parálisis Permanente. Un viaje al pasado finiquitado en 90 minutos sin más efectos secundarios que el de tener que volver a la decadente realidad.