The Wave Pictures + Rick Treffers – Sala Wah-Wah (Valencia)
A veces las cosas caen por su propio peso. A veces todo encaja. ¿Por qué, a lo largo de los últimos cinco años, los Wave Pictures han dado más conciertos en España que muchas bandas nacionales? ¿Por qué parece que viven aquí hasta que descubres en sus conciertos que sólo saben decir «gracias» en español? Explicaciones siniestras aparte, ahí va una importante: son muy buenos. Ahí va otra no menos capital, y más en estos momentos: pueden llenar hasta en su día más tonto. Hasta un domingo a las diez de la noche. Hasta en Valencia. Poco más que añadir.
Mientras tocaba Rick Treffers, el holandés detrás de Mist y El Turista Optimista, la Wah-Wah se fue llenando con la calma y la parsimonia con la que se hace todo un domingo. El semicírculo vacío que había delante del cantante, pertrechado únicamente con una acústica, era ficticio; la gente se agolpaba alrededor de la barra y esperaba a que Treffers terminara su concierto para situarse lo más cerca posible del escenario. De hecho, ni eso: en cuanto el de Amsterdam anunció su última canción, la masa se desplazó al hueco con una sincronía propia de Mengual y compañía, y con el descaro del delantero que huele la sangre a la espalda del defensa.
Tatttersall y Rozycki cruzaron el escenario desde la calle, directos al backstage, como si no fuera con ellos lo que había al otro lado del set. Con lo que iba a hacer después, cualquiera le decía a Tattersall que lo de la camisa de cuadros y la chaqueta de ídem, en principio no. Los primeros acordes de «Leave the scene behind» fueron redentores de cualquiera de los pecados cometidos durante las últimas 24 horas. La primera cuerda de su guitarra fue la ofrenda, de hecho; «afortunadamente no es la más importante«, anunciaba al final del primer tema, «puedo vivir sin ella«. Así que sí, Tattersall se pasó todo el concierto tocando con cinco cuerdas, previo acomodo tonal mientras Jonny Helm hablaba con el público.
Ese fulgor fue sólo el principio de casi dos horas de un setlist que los ingleses parecían diseñar sobre la marcha mirando a su líder. Ese era el patrón: introducción, cuerpo, solo dionisíaco y fin. En directo, a Tattersall le gustan más los solos que a un adolescente en el baño. Los horteras lo celebramos. Uno acababa por escuchar las canciones como el que hojea un libro sólo por las fotos. Si pasamos por alto esa filia y echamos un vistazo a la lista de canciones, se puede decir que el trío (cuarteto, ya que se acompañaron de un percusionista extra) acertó extrayendo con cuidado los chispazos de magia en la placentera previsibilidad de un concierto de los Wave Pictures. «Leave the scene behind you»: checked. «Strange fruit for David»: checked. Y ya está.
Tattersall y compañía presentaban disco, lo que ayudaba a hacerlo todo más divertido. La selección de City Forgiveness fue casi perfecta, y picó de casi todos sus palos: desde los disfraces yanquis («Tropic» o «Atlanta») a los hits instantáneos («Better to be loved», «The woods»), pasando por las piezas saltarinas («The innattentive reader», «Missulaa») o los finísimos medios tiempos («New skin», con historia sobre fan granadina enfadadísima). Cada una con su solo correspondiente, para el disfrute de los más entregados a la contemplación. En ese aspecto, el escriba echó de menos el que correspondía en «The yellow roses», que se quedó en la furgoneta. Demasiado sentido quizá para una noche de domingo.
Junto a las canciones de su último disco, los británicos dejaron caer bastantes de su anterior referencia más reciente. Long Black Cars fue representado con honor: «Never go home again», «Spaghetti» (con Rozycki tocando desde la barra), «Give me a second chance», «The west country» y «Stay here & take care of the chickens» aparecieron en su momento, y hasta casi se convirtieron en monográfico de un bis peligrosamente alternativo. Antes, «Eskimo kiss» se llevó el galardón al mejor solo del concierto, lo cual tiene mucho más mérito cuando hay uno en cada canción.
Casi 120 minutos de música dan para muchas cosas. Entre otras, para irse al «dress room» y volver contando cómo, en su anterior visita a Wah-Wah, alguien meó en el backstage («sólo tengo una regla: que nadie mee ahí. Llamadme diva«, decía Tattersall justo antes del bis). Dos horas dan también para hacer salir al batería a primera línea de combate para cantar, desgarrado y cerveza en mano, «Sleepy eye» y «Now you are pregnant» (y ese maravilloso momento en el que un grupo de chicas celebran con alboroto que por fin han entendido por qué le gritaban a Helm «you are pregnant!» durante todo el concierto). También hay sitio para homenajear a Daniel Johnston con «My life is starting over again», la canción más heterodoxamente rock de un bis que acabó con Tattersall dándolo todo en la trotona «The woods». Sus más de seis minutos sirvieron, además, para que todos tuvieran su solo de protagonismo. La generosidad del líder.
Y por todo eso, y más, es por lo que parece que The Wave Pictures estén buscando la nacionalidad española con denodado esfuerzo. Y que no se cansen.