Bright Eyes – I´m Wide Awake It´s Morning / Digital Ash In A Digital Urn (Everlasting)
Parece que a Conor Oberst le ha llegado su hora; nacido en Nebraska hace apenas 24 años, el joven niño prodigio del indie norteamericano -al igual que hicieran el año pasado gente como Lambchop o Nick Cave– lanza simultaneamente dos nuevos discos, con los que ha comenzado a recoger en su país los frutos del trabajo realizado durante el último lustro, en forma de apoyo incondicional de la crítica y del cada vez más numeroso público seguidor de la obra de Bright Eyes.
Por una parte, el eléctrico Digital ash in a digital urn juega con todas las vertientes del pop, apoyado siempre en elementos electrónicos bascula entre el ilusionismo y las fantasías líricas de The Flaming Lips y el desorden noise de bandas como Pavement, todo ello desde un punto de vistas bastante actual, con un sonido por momentos cercano a otro de los alter ego de Oberts, Desaparecidos, obteniendo resultados brillantes en algunos casos -«Gold mine gutted» o «I believe in symmetry»- pero bastante discretos a lo largo de la mayor parte del disco.
El verdadero tesoro son las canciones que encierra la otra entrega de Bright Eyes, I’m wade awake it’s morning, un delicioso encuentro entre el folk-pop más preciosista y el country acústico «made in Gram Parsons«, donde las canciones se van sucediendo desde las risueñas melodías campestres de «At the bottom of everything» hasta esa suerte de concesión final que fusiona de manera imposible el espíritu más folk de Banhart con los bajos humeantes y arrebatadores de Radio 4, que es «Road to joy»; sí, parece imposible, pero no lo es. Entre todo esto, destaca sobre todo la mesura de unas canciones repletas de arreglos (banjo, steel guitar, cuerdas, vientos…) que en cambio nunca aparecen recargadas, por el contrario, estos arreglos se mantienen siempre en un discreto segundo plano, apareciendo y desapareciendo en los momentos más oportunos. Lo mismo sucede con el tratamiento de la voz, que es utilizada de forma impecable a lo largo de todo el disco, sin excesos, con los giros y quiebros justos, y si además, se hace acompañar de gente como la gran Emmylou Harris, mejor que mejor. «Try under water» o «Fisrt day of my life» suponen los mejores momentos del disco, pero también «Poison oak» o «We are nowhere and it’s now», en las que Oberts se basta de su voz y de una prodigiosa capacidad melódica para atrapar al oyente con unos desarrollos que luego se encargan de vestir cada momento de country, folk, o pop.
Haciendo de la sencillez y de la sensabilidad emocional sus principios, Bright Eyes ha entregado el que a día de hoy es, el mejor disco del año.