Graham Parker – Songs of no Consequence (Everlasting)
Para este hombre parecen no pasar los años, y no sólo porque a sus casi sesenta años sigan editando discos tan decentes como el que nos ocupa, Songs of No Consequence, sino también porque su música se ha anclado en una década (cualquiera anterior a los ochentas) que él convierte en atemporal con su rock de toda la vida, dominando los medios tiempos, punteando y rasgando las seis cuerdas de una manera vacilona pero sin la arrogancia de muchas bandas actuales. Es lo que tiene haber vivido (aunque como actor secundario, que por otra parte casi siempre suelen ser más interesantes) los setenta, que al menos ahora no pulula tratando de encontrar un sonido propio, Graham Parker sigue la senda que otros coétanos como Dire Straits también tomaron y que no es otra que aquella que lleva a consolidar un discurso dentro de una estructura clásica, la que heredaron de Led Zepelling o Pink Floyd.
El nuevo álbum de Parker vuelve a adentrarse en un sucio pub londinense para desgarrar doce temas que huelen a punk y saben a rock. Temas con una fuerza y una rabia desbocada que provocarán las ganas de bailar hasta sus colegas ahora abueletes. Empezar con una canción como “Vanity Press” no es síntoma de nostalgia senil sino más bien un misil teledirigido a tu melancolía más enterrada. La garra de viejo trepa la demuestra con “There’s nothing on the radio”, acercándose a la bizarra y lasciva propuesta de Wayne County and the Electric Chairs, y la sensibilidad pop de todo buen rocker la plasma con “Ambivalent”.
Decir que Songs of No Consequence no es su mejor disco tampoco tendría mucho sentido porque es imposible compararlo con cualquiera de su época setentera (¡en All Music sus discos alcanzan las cinco estrellas!), pero si que es muy meritorio y bastante coherente con toda su trayectoria, que no es poco.