Christina Rosenvinge – La Joven Dolores (Soster/Warner)
Si Tu labio superior fue un viaje en el tiempo hacia atrás, del desamor al amor, La Joven Dolores es una travesía a bordo de un barquito con nombre de mujer que te mece en slow motion rumbo al imaginario sentimental. En este disco Christina se ha puesto deberes y lejos de quedarse en ejercicios de estilo consigue hacerse suyos versos bíblicos y pasajes mitológicos que, en un salto preciso y elegante, se convierten en historias actuales y cercanas. Once canciones de corte sobrio y armonioso dejan espacio a letras desnudas que hablan de encuentros y desencuentros, dependencias emocionales e incendios metafóricos. Naufragar, bucear, sobrevivir al amor en definitiva pero sin caer en el patetismo sentimental, siempre con finales que arrojan puntos de luz.
El disco muestra una mayor presencia del violonchelo, que ya dejó ver tímidamente en su disco anterior, y junto con la guitarra, el piano y una suave batería, resuelven las melodías de la Joven Dolores. Destacan especialmente “La canción del Eco”, de larga duración y complejidad, si la comparamos con las armonías pop de estructura sencilla a las que nos tiene acostumbrados la cantante, “Eva enamorada” por sus versos controvertidos (que es lo que temen / una gota de semen / hará que se quemen / siglos de fe) o «Tu sombra», de acordes oscuros que recuerdan a Nick Cave y letra inquietante que nos habla entre líneas de la violencia de género.
Parece que estamos ante uno de los trabajos más redondos de Christina Rosenvinge, en el que se la ve especialmente cómoda cantando en castellano y sacando partido del dominio del mismo, a juzgar por el juego de rimas y significados. Un puñado de canciones con distintas tonalidades pero igual luminosidad que se pegan con facilidad. Un disco muy esperado que no defraudará al más exigente de sus seguidores y quizás, en un descuido, acabe seduciendo a aquellos que todavía no lo hacen.
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Una obra de arte. Creo que ni siquiera Christina ha dimensionado la riqueza de su propia creación.