The New Pornographers – Brill Bruisers (Popstock!)
Una de las características principales de los llamados «súper grupos» (ya sabéis, esos que están formados por músicos con una exitosa carrera por separado) es que, en la mayoría de ocasiones, suenan a todo menos a grupo. Casi todos ellos vienen a demostrar que, cuando hablamos de música, el todo casi nunca es más que la suma de las partes. Sin embargo siempre hay alguna excepción que confirma la regla, y una de ellas podría ser The New Pornographers. A pesar de tratarse de un entretenimiento y una válvula de escape para sus carreras en solitario, o quizás por eso mismo, los canadienses saben dotar a sus álbumes de una coherencia y una solidez que hacen del grupo una entidad con personalidad propia y sonido reconocible.
Tal vez sea cierto que, como dicen algunos, los últimos álbumes de The New Pornographers hayan supuesto cierto bajón (a pesar de entregar un par de canciones memorables por disco) en una trayectoria que parecía imparable a mediados de la década pasada. En cualquier caso en este Brill Bruisers no sólo recuperan su esplendor sino que llevan su arte a cotas pocas veces alcanzadas (quizás en su aclamado Twin Cinema de 2005) anteriormente. Con excelentes discos entregados individualmente por AC Newman, Daniel Bejar y Neko Case en los últimos años, aquí parecen liberados de la responsabilidad y se sueltan con un puñado de composiciones brillantes, divertidas, excesivas, sofisticadas, épicas, grandiosas.
Las armonías vocales parecen más elaboradas que nunca, y canciones como «Champions of red wine», «Backstairs», «Marching orders» (de Newman) y «War on the West Coast» (de Bejar) ofrecen melodías perfectas, redondas, aptas para ser cantadas, bailadas o silbadas. Suenan épicas y grandiosas, como dije, pero no con la grandilocuencia apabullante ni el dramatismo de Arcade Fire sino con el tono festivo, y a la vez emotivo, de unos Fleetwood Mac que hubiesen sido rescatados de su mejor época, a mediados de los 70, y puestos a trabajar bajo las órdenes de un inspirado Jeff Lynne. Sí, no se asusten: el sello ELO parece estar presente no sólo en los coros sino también en los arreglos electrónicos y en el obstinado golpeo de la batería.
Hacia el final del disco parecen levantar algo el pie del acelerador, entrando en terrenos más experimentales («Spidyr») y menos rítmicos («Hi-Rise») pero remontan con una «You tell me where» que, incluso sin estar al nivel de los temas destacados en el párrafo anterior, cierra el álbum de manera efectiva dejando un sabor de boca excelente y la sensación de que el tridente formado por Case, Newman y Bejar está en su mejor momento de los últimos diez años.