Crónica: Primavera Sound 2018
Ellas lo petan
Para como está el tema de la paridad en la mayoría de festivales patrios (y no patrios), este año el Primavera Sound parece haberse querido sensibilizar con el tema, comprometiéndose a mantener la paridad en el escenario principal y programando a un 20% de mujeres en la edición de este año. Mal, sí, pero parafraseando a aquél «un pequeño paso para un festival; un gran paso para la igualdad».
Independientemente de los porcentajes y de las cifras, lo que es indudable es que este año, las mujeres lo han petado. Desde el bosquecillo onírico de Björk, el poderío escénico de Lorde, el frikismo de Fever Ray o la belleza de la propuesta de Jane Birkin; hasta los más modestos (en medios, que no en brillantez) sets de Jay Som o Christina Rosenvinge.
Propuestas en femenino con personalidad y, lo más importante, riesgo, de las que cabe destacar especialmente estas tres. Menos obvias y que acabaron siendo sobresalientes:
Ibeyi
Lo de las hermanas Ibeyi el viernes fue un yo me lo guiso y yo me lo como. Valiéndose de sus voces, sus programaciones y el poderoso arte que tienen para las percusiones, consiguieron proyectar su arrolladora fuerza sobre el escenario hacia el público que, a pesar del sonido regulero (una pena: Ibeyi en las distancias cortas y con buen sonido te hacen bailar el corazón), disfrutó del desparpajo de las gemelas Diaz.
Se subían al escenario del Primavera para presentar su segundo disco, Ash, que vio la luz a finales del 2017 y en el que cuentan con una maravillosa colaboración con La Mala. Y con Ash rellenaron la mayor parte del setlist, explicando cada canción y abalanzándose sobre cada una de ellas con fuerza. «No Man Is Big Enough for My Arms» y «I Wanna Be Like You» sonaron tremendas, aunque dejaron lo mejor para el final: la poderosa «Deathless» cantada con la ayuda del público, y el cierre con «River» para volver un momento al estribillo de «Deathless». Entre medio, María «La Mala» Rodríguez aprovechó para subir al escenario con ellas, ya que jugaba en casa, y firmar «Me voy». Concierto muy divertido y reivindicativo de las cubano-francesas, que supo como a demasiado poco.
Sevdaliza
Ya nos fijamos en Sevdaliza cuando hace dos años visitó el Sónar armada solamente con una serie de EPs. Su música anda entre lo enigmático y lo fantasioso, pero ahora cuenta ya con su primer largo, ISON, con un poderoso sonido expansivo y con un punto experimental. Y el espectáculo que presentó fue igualmente expansivo, poderoso y con ese mismo toque experimental. Acompañada de dos músicos (a los que se uniría un cuarteto de cuerda) y un bailarín, su presencia en el escenario es vigorosa y sensual. Y así fue también su set.
En su concierto exploró el lado más experimental del R&B: lo que podría llegar a ser el R&B si no estuviera adocenado y anestesiado. Ritmos bailables que suenan vagamente a trip-hop y con ese encanto raruno y gélido de las composiciones de Björk, en un setlist que se basó en su brillante disco con una oscura versión de «Human» o la cautivadora «Hero». Concierto arrebatador y peculiar de esos que consiguen que el público acabe siendo engullido por la atmósfera.
Bad Gyal
Lo de Bad Gyal me lo llegan a contar hace 6 años, cuando el Primavera iba de festival sibarita, erudito y yo que sé cuántas chuminadas pretenciosas más, y no me lo creo. Pero ahora Alba Farelo está en la Pitchfork y es una de las abanderadas del trap, de la música de la calle, del nuevo sonido urbano (mal que le pese a una buena parte del moderneo de mediana edad). Descarada y deslenguada, Bad Gyal es un botefón en los morros al indie puritano y mojigato. «Ya he terminado la parte suave. El que no vaya a bailar que se marche a un escenario de guitarras o algo», espetaba al público en la que probablemente sea la mejor frase de esta edición.
Porque allí se congregó la gente para mover el culo a ritmo de dancehall. Hubo alguno, claro, que simplemente quería saber de una vez de qué iba esa muchacha que de pronto protagoniza artículos en la prensa musical internacional. Y la barcelonesa bailó para todos sobre sus temas más conocidos: ‘Internationally’, ‘Mercadona’, «Candela». Un menú de fresca impertinencia y diversión aparente. Aparente. Porque en el escenario de Bad Gyal hubo más crítica y más radiografía social que en todos los conciertos que le precedieron. Eso, seguro.
Adiós indie. Hola…
Cuando el Primavera Sound adelantó su cartel, muchas revistas publicaron que el de 2018 era, probablemente, el mejor cartel de la historia del festival. Como todo en esta vida, esto también es opinable, pero este año hubieron tres verdades musicales incontestables: en cuando a música electrónica, el festival presentó uno de los carteles más espectaculares, ya no de su historia, sino de la mayoría del panorama festivalero. Jon Hopkins con su excelente nuevo disco Singularity, la infalible propuesta de Panda Bear, el frikismo de Arca (aunque esta vez no nos quedó claro si su set fue una estafa o una obra de arte), el camino inverso de Mount Kimbie de la cacharrería a los instrumentos o el espectáculo mayúsculo de James Holden y sus The Animal Spirits. Grandes nombres que ningún amante de la música debería perderse. Nunca.
Segunda verdad incontestable: a pesar de echar de menos a Kendrick Lamar (sí, yo era de las que estaba convencida de que tocaría), el festival ha conseguido juntar a dos de los artistas más interesantes del panorama hip hop actual: A$AP Rocky es uno de los raperos más jugosos y, aunque finalmente no tocaran Migos en un final de viernes que se prometía grandioso para los amantes del hip hop, Tyler, The Creator firmó uno de los sets más divertidos de esta edición (con A$AP Rocky como invitado).
La tercera verdad incontestable es que lo más interesante de esta edición lo hemos encontrado en esas propuestas que una no espera y le dejan patidifusa. Agradablemente patidifusa. La belleza del concierto de Nils Frahm fuera de contexto o, aunque parezca increíble a estas alturas, la siempre sorprendente mezcla de burla y ruido de Za! También en los territorios sonoros que se mueven fuera del rock más clásico, del indie de manual o del pop preciosista (sí, el festival es especialista en estos sonidos), tres propuestas sobresalieron entre las demás.
Liminal Soundbath
Liminal Soundbath era la coartada con la que Jónsi (Sigur Ros), Alex Somers y Paul Corley aprovecharon para sumergirnos en una atmósfera densa y heladora. Su nuevo proyecto es un espectáculo oscuro (literal y metafóricamente), agreste y minimal con un ruidismo cercano en coordenadas a Sigur Ros pero aún más opresivo y sin esa belleza melódica que caracteriza a los islandeses (aunque interpretaron uno de los temas de la banda).
Representado en una sala a oscuras, con el público sentado en el suelo, la atmósfera cargada por el olor a incienso y los tres protagonistas situados en el medio, parapetados tras una mesa llena de cacharrería, Liminal Soundbath es una propuesta algo tosca y a la que le vendría bien un mínimo soporte visual, pero que poco a poco acabó hipnotizando a los presentes. Haciendo perder la noción del tiempo en un ¿espectáculo? gélido y sorprendente, diametralmente opuesto a lo que uno espera encontrar en un festival.
Vince Staples
El californiano presentó el año pasado el que quizá fuera el segundo mejor disco de hip hop de 2017, con permiso de Kendrick. Big Fish Theory es un disco brillante que juega en la pista de baile y que pertenece a esa serie de largos de los últimos años en los que la electrónica se cuela en las bases. Y a pesar de la parca presentación sobre el escenario (él solo solísimo), Staples entró enseguida en faena y para el segundo tema, (el grandioso) «Big Fish Theory», ya tenía al público dando botes.
Se acordó de Summertime (no podía faltar «Norf Norf»). Se acordó de Prima Donna (tampoco podía falta). Pero el concierto pivotó en torno a ese grandioso último disco, del que incluso ha arrancado un tema para la banda sonora de Black Panther, película a la que hizo un guiño en las pantallas traseras durante «BagBak». Es fácil preguntarse cómo sería un concierto de Vince Staples con menos voces pre-grabadas, con un DJ sobre el escenario o con la pirotecnia que se gastan las estrellas del hip hop. Pero luego caes en la cuenta del enorme carisma del rapero y de la maestría con la que maneja su voz y las rimas y piensas, «bah, no necesita nada más».
Oneohtrix Point Never
Daniel Lopatin se subía al escenario del Primavera solo dos días después de la publicación de su nuevo disco, Age of. El adelanto ya presagiaba un disco un punto más asequible a lo que nos tiene acostumbrados el americano. Pero nada podía prepararnos para lo que nos deparó su concierto. Acompañado de teclados, piano y batería (¡qué batería!), Oneohtrix Point Never se comió el festival él solo con su voz procesada y las preciosas canciones de este nuevo disco.
Si «Black snow» no es la canción más preciosa en lo que llevamos de año, yo ya no sé. Pero es que en directo aún cobra más fuerza. Las melodías son más luminosas, los silencios más abrumadores. Disruptivo y complejo, el sonido de Oneohtrix Point Never es tan fascinante como doloroso, pero el piano (que sonaba más cercano a un clavicémbalo metálico) y sobretodo esa batería que quería ser una mezcla de jazz y máquinas, dieron el contrapunto orgánico y bellísimo a un set que podría haber durado diez horas y allí nos hubiera tenido de pie completamente seducidos. ¡BRAVO!
Y los Arctic? Y Nick Cave? Y The National? Y Lorde? Y Chvrches? Y Father John Misty? Y The War On Drugs? Y The Breeders? Y Los Planetas? Y el resto?
El don de la ubicuidad no existe. Gran trabajo y una buena apuesta de bandas
A$AP Rocky es el puto amo, el verdadero cabeza de cartel de este año. Y Testing la puta bomba
Grandísimo trabajo informativo y esfuerzo cronístico de Raquel García, en MZK, acerca del Primavera Sound-2018. Me he enterado de muchas cosas que no sabía de muchas bandas gracias al texto y la presencia de Raquel en el evento de Barcelona. Un saludo.
Mi top ten del festival:
1.Nick Cave
2.Lorde
3.Father John Misty
4.Björk
5.Sparks
6.Josh T.Pearson
7.Beach House
8.Peter Perrett
9.Oneohtrix Point Never
10. Ride