Adrian Levi se reinventa en Unexpected
El valenciano Adrian Levi ha publicado recientemente, tras meses de espera (el disco estaba ya grabado el pasado verano) su tercer álbum en solitario tras My Hidden Pockets (Nevada Music, 2015) y Under Songs (Nevada Music, 2016). Se trata de Unexpected (autoeditado, 2018), un disco cuyo título avisa de que entre sus surcos se esconde la sorpresa, lo inesperado. Aunque quizás no lo sea tanto, quién sabe. La nota de prensa hace referencia a grupos como The XX, lo cual es correcto porque hay que darle al público pistas sobre lo que se puede esperar, pero en mi opinión Adrian Levi no se ha salido tanto de su trayectoria habitual como en la promoción del álbum parece indicarse.
Cierto es que la evolución de Adrian Levi en estos tres discos es notable. Su primer álbum, My Hidden Pockets, nos mostraba a su autor participando de una ceremonia folk serena, reflexiva y con fuerte carga emotiva y social. En su continuación, Under Songs, abría las puertas y dejaba entrar una ráfaga de aire puro, fresco; se liberaba a sí mismo de la carga reivindicativa de su anterior trabajo y se mostraba quizás más optimista, con más peso en las canciones en sí y menos en el mensaje. Finalmente, en Unexpected (magnífico, como en todo lo que hace, Carlos Soler) ha optado por revestir las canciones de un envoltorio electrónico, donde las guitarras siguen apareciendo para rasgar el aire en los momentos adecuados pero son los sintetizadores y las cajas de ritmo las que consiguen que la canciones se encarnen y solidifiquen. Un toque inesperado, de ahí el título del disco, para un autor cuya esencia parecía encontrarse en lo acústico, lo simple, lo descarnado.
Sin embargo no hay que dejarse llevar por la primera impresión. Esa esencia de Adrian Levi sigue muy presente, y además es indispensable para entender estas canciones inesperadas. Solo con dos ejercicios de escucha activa sería suficiente: por un lado, escuchar de nuevo temas como «Universe», de su anterior álbum, donde se dan pistas para entender que estas canciones, flexibles, envolventes y frágiles, funcionan perfectamente con bases electrónicas; por otro, intentar imaginar esos poemas sonoros que son «Forgive this time», «A boy named Sue» o «Soft rain-eyes» (qué delicioso ritmo bossa nova) sin su cáscara sintética, interpretados con una guitarra acústica. Funcionan perfectamente. Es cierto, sin embargo, que gracias al nuevo enfoque de Adrian Levi tenemos otros temas como «Days are gone» o «Don’t fail», donde las inclusiones de motivos electrónicos dan un espacio para que las canciones respiren y la voz rasgada de Adrian descanse de su misión de crear ambientes, ahora compartida.
Según el disco se acerca al final vemos como Adrian Levi se envalentona, toma confianza y así acaba regalando una pieza como «Put the blame on me», donde el cambio de ritmo que se produce al acariciar el último minuto del tema es, desde luego, inesperado y sorprendente. De manera paradójica, el resultado es un disco muy coherente.