Vampire Weekend (Sala Razzmatazz) Barcelona 24/11/19
La cosa se pone seria. Eso quedó claro el domingo en el «macro» concierto que ofrecieron los neoyorquinos en la Sala Razzmatazz de Barcelona. Macro por el soldout: la sala estaba a reventar, con el público entregadísimo de principio a fin. Macro por los siete músicos que se subieron al escenario: Vampire Weekend habrán perdido a Rostam, pero han ampliado la banda con el excelente Brian Robert Jones a la guitarra, con el percusionista Garrett Ray, la multi-instrumentista Greta Morgan y el teclista Will Canzoneri. Macro por las dos horas y cuarto de concierto y las veinticinco canciones del setlist. ¡Benditos conciertos en sala!
Pero eso son solo números. Llamativos, pero secundarios. Lo más destacado de la noche fue que los de Ezra Koenig han dejado de ser una banda entretenida sobre el escenario a ser una banda potentísima con un espectro sonoro tan amplio como sorprendente. Puede que a muchos se les escape, pero rascando apenas un poco en las referencias de sus canciones o en su programa Time Crisis para la emisora Beats 1, es fácil advertir que Koenig es un melómano. A cada nuevo disco, Vampire Weekend han ampliado la paleta sonora. Y ahora han trasladado esa misma idea a su directo.
Sin perder la esencia de la banda, su sonido es mucho más complejo, compacto y completo con los nuevos músicos. Adiós a la gran cantidad de sonidos pregrabados de sus conciertos; hola a nuevas versiones y desarrollos sorprendentes de los temas. “Sunflower” con digresión guitarrero-psicodélica incluida; “Jerusalem, New York, Berlin” con un final hipnótico de toques casi electrónicos; la curiosa versión funky de “Giving up the gun”. El concierto estuvo plagado de giros inesperados y excelentes.
También hubo algún espacio para el bostezo, eso sí. “2021”, a pesar de los arranques de virtuosismo de Robert Jones, se hizo un tanto pesada. Algo así le pasó a “Diplomat’s son” en una nueva interpretación descafeinada, como la de “Rich Man”, que a priori es la más cercana a esas influencias Graceland del primer álbum, pero que acabó sonando monótona.
Pero a cambio enlazaron “Diane Young”, “Cousins” y ”A-punk”, en un delicioso arrebato en el que Vampire Weekend se lo pasaron tan bien como el público. Entregaron una preciosa recreación de “Step”. Y se marcaron una versión de “Late in the Evening” de Paul Simon, imagino que dedicada a los que les acusaron de casiplagiarismo en su disco de debut. Cerraron con un bis con «Big Blue», una tanda de peticiones en la que cayó «I’m Going Down» de Springsteen y el estribillo de “Son of a Preacher Man”, y un fin de fiesta (literal) con “Walcot” en plan asalvajado.
Gran concierto de los americanos y enésima prueba de que lo que nos perdemos cuando a las bandas las vemos solamente en festivales. Y no, no busques “Horchata” o “White sky” en el listado de temas, porque se pueden permitir el lujo de no incluirlas en el setlist y, aún así, petarlo.